The New York Times
Por: Ségolène Le Stradic/The New York Times
TOUL, Francia — Cada mes, activistas y residentes se reúnen en Toul para exigir el retiro de la estatua de Marcel Bigeard, un General francés acusado de tortura durante la guerra que le ganó a Argelia si independencia de Francia en 1962.
Los manifestantes, entre 40 y 200 personas, han cubierto con una sábana manchada de pintura roja que simula sangre al paracaidista militar de bronce de 2.40 metros de altura, con su boina y sus medallas.
Se han reunido con funcionarios locales, han presentado una petición al Alcalde y han escrito a la Asamblea Nacional. El mes pasado, cuatro de ellos presentaron una solicitud ante un tribunal local, alegando que la estatua causaba desorden público. (Alde Harmand, el Alcalde socialista, rehusó comentar).
Sigue siendo una batalla cuesta arriba. En Toul, donde nació y creció el General, muchos aún lo recuerdan como un hombre amable y enérgico que solía salir a correr con su esposa. Más de 11 mil 500 personas han firmado una petición creada a favor de la estatua —casi cuatro veces más que quienes se oponen a ella.
La disputa sobre la estatua, instalada en octubre tras ser donada a la Ciudad, ha reavivado el debate sobre cómo representar el pasado colonial de Francia. En 2020, cuando el movimiento Black Lives Matter tomó auge en Estados Unidos, se reconsideraron las estatuas de traficantes de esclavos en todo el mundo. En aquel entonces, el Presidente francés, Emmanuel Macron, se declaró en contra cuando cayó el escrutinio público en una estatua situada frente a la Asamblea Nacional. “La República no borrará ningún rastro ni nombre de su historia”, declaró.
El General Bigeard, fallecido en 2010, es uno de los soldados franceses más condecorados del siglo 20. Prestó servicio en la Segunda Guerra Mundial, la Primera Guerra de Indochina y la Guerra de Argelia (1954-1962).
Pero a principios de la década del 2000, surgieron graves acusaciones de que había supervisado y participado en la tortura de argelinos durante su guerra contra el dominio colonial francés. Jacques Massu, otro destacado General francés que prestó servicio en Argelia, dijo en el 2000 que vio al General Bigeard torturar a un hombre con un generador eléctrico y lo oyó decir: “¡Ya lo hicimos en Indochina, no vamos a detenernos aquí!”.
Posteriormente, el General Bigeard declaró que la tortura en Argelia había sido un “mal necesario”.
“Sin duda, Marcel Bigeard es uno de los principales símbolos de la tortura y el terror que se realizaron en esa época”, dijo Fabrice Riceputi, historiador de la guerra.
Sin embargo, nunca fue juzgado ni condenado; como todos los destacamentados en la guerra, recibió una amnistía del Gobierno francés.
“El problema no es Bigeard en sí”, dijo Samir Aridja, profesor de historia. “El problema es lo que simboliza: cuando estás frente a una estatua como esa, evoca todo tipo de imágenes violentas y sórdidas”.
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