The New York Times
Por: Vivian Nereim/The New York Times
RIAD, Arabia Saudita — No fue gran sorpresa que el anuncio del compromiso de Cristiano Ronaldo, la superestrella mundial del futbol, fuera acompañado de una fotografía de un diamante del tamaño de una aceituna gigante.
Sin embargo, la ubicación etiquetada en la publicación de Instagram —publicada por su pareja desde hace nueve años, la modelo Georgina Rodríguez— sí sorprendió. La foto de su mano adornada no se compartió desde París, sino desde Riad, Arabia Saudita.
La capital del conservador reino islámico no suele ser conocida por ser un lugar donde las parejas trotamundos acuden en masa para celebrar sus romances. Hace una década, la policía religiosa recorría las calles de la Ciudad buscando parejas no casadas y gritando a las mujeres que se cubrieran el cabello. Las relaciones sexuales fuera del matrimonio se castigaban, hasta hace poco, con latigazos.
El nuevo compromiso, celebrado por los fans, subrayó el hecho de que la pareja no estaba casada y llevaba dos años viviendo con sus hijos en la Ciudad saudita.
Ronaldo se mudó aquí en el 2022 con un contrato cuantioso para jugar en el equipo de futbol saudita Al Nassr. Rodríguez y sus hijos lo acompañaron. Su familia parecía haberse adaptado a una vida cómoda y glamorosa en el reino, poniendo a prueba los límites del rápido cambio social en Arabia Saudita.
Desde que inició su ascenso al poder en el 2015, el Príncipe heredero Mohammed bin Salman, gobernante de facto del reino, ha relajado las restricciones sociales.
Cambios sociales
Hace años, viajar en auto con un conductor masculino sin parentesco podía generar preguntas a las mujeres en los controles policiales —un dilema paradójico en el reino: las mujeres no tuvieron permitido manejar hasta el 2018.
Hoy los jueces interpretan la ley islámica —la doctrina jurídica predominante en el reino— de forma diferente. Esa opacidad estratégica da al Gobierno saudita margen de maniobra a medida que se producen los cambios sociales — que a veces desata reacciones negativas de la opinión pública y arrestos aparentemente aleatorios.
El Gobierno saudita no respondió a una solicitud de comentarios sobre si las relaciones sexuales y la cohabitación fuera del matrimonio estaban permitidas. Los publicistas de Rodríguez, de 31 años, y Ronaldo, de 40 años y nativo de Portugal, no respondieron a preguntas sobre su compromiso.
La reubicación de Ronaldo fue golpe maestro para los esfuerzos del Gobierno saudita por expandir su sector deportivo y dar nueva forma a la imagen del reino —incorporando a uno de los atletas más famosos. Como la persona más seguida en Instagram, ha compartido imágenes de su vida en Arabia Saudita. Rodríguez, una influencer con un programa en Netflix, ha asistido a eventos de alfombra roja, tomado el sol en bikini afuera de su villa y visitado resorts de cinco estrellas con sus hijos.
Las mujeres menos privilegiadas que no pueden presentar un certificado de matrimonio generalmente no pueden acceder a atención médica, educación ni residencia legal para sus hijos.
No quedó claro cuándo se produjo el compromiso. La publicación en Instagram de Rodríguez del 11 de agosto sólo rezaba: “Sí, acepto. En esta y en todas mis vidas”.
En junio, Ronaldo extendió su contrato por dos años. En un video publicado por el club, dijo: “Los sauditas nos tratan muy, muy bien. Por eso queremos vivir allí”.
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