The New York Times
Por: Clay Risen/The New York Times
BIELEFELD, Alemania — Bielefeld, una ciudad de 338 mil habitantes, es la típica ciudad alemana acomodada, con una ópera, un castillo y un ordenado casco histórico. De hecho, la Ciudad es tan sosa, dice un viejo chiste, que no puede ser real.
“¿Alguna vez has estado en Bielefeld?”, dice el chiste. “¿Puedes nombrar una sola cosa de Bielefeld?”. La respuesta, por supuesto, es no. Incluso Angela Merkel, la ex Canciller, se sumó a la idea, diciendo en el 2012 que había dado un discurso en la Ciudad, “si es que existe”.
Bielefeld de buena gana ha seguido la corriente, incluso incluyendo el chiste en su mercadotecnia. Pero está claro que irrita a los residentes.
“Sí, ‘Bielefeld no existe’. Odio ese chiste”, dijo Timo Teichler, el conductor matutino de Radio Bielefeld.
La Conspiración de Bielefeld comenzó en 1993, en los albores de la internet, como un experimento para ver con qué rapidez podía propagarse en línea hasta una teoría de conspiración evidentemente ridícula. Convirtió a Bielefeld, en el centro de la antigua Alemania Occidental, en sinónimo de monotonía aburrida y trabajadora. Bielefeld era la personificación de la vieja Alemania cuando, tras la caída del comunismo, muchos se apresuraron a acoger a Berlín y su cosmopolitismo “pobre, pero atractivo”.
Ahora, Bielefeld y su estabilidad no lucen tan mal. Las promesas de unificación han dado paso a una división entre el este y el oeste. La esperanza de una prosperidad duradera flaqueó ante la competencia de China. Y la aceptación de millones de refugiados por parte de Merkel ha alimentado el extremismo de derecha.
Bielefeld representa un ideal que muchos alemanes ya consideran inalcanzable. Cuenta con una economía diversificada, construida sobre sólidas empresas familiares. Su equipo de futbol, el Arminia, incluso está teniendo una temporada inesperadamente buena.
Pero Bielefeld no es inmune a los problemas sociales; un solicitante de asilo sirio fue arrestado recientemente después de que cinco personas resultaron heridas a puñaladas mientras celebraban el éxito del equipo afuera de un bar.
“Es una ciudad moderna y abierta donde se vive la diversidad y donde incluso se le elogia”, afirmó Pit Clausen, quien tiene 16 años de ser Alcalde.
Bielefeld es sede de las Fundaciones Bethel, un grupo de hospitales y centros de atención para miles de personas con epilepsia, autismo y otras discapacidades. Son una parte fundamental de la afición del equipo de futbol, y los fans llenaban el estadio aún cuando el equipo flaqueaba.
El estadio se encuentra en un barrio residencial. Los días de partido, los aficionados celebran en sus puertas. Tras la victoria del Arminia sobre el campeón, el Bayer Leverkusen, los aficionados colocaron una playera a la estatua de 27 metros de alto de Arminio, el General que derrotó a los romanos en el año 9 d.C.
“Normalmente se nos tacha de pueblo pequeño”, dijo Teichler. “Ahora todos pueden ver lo grandes, ruidosos y felices que somos”.
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