Por: Alissa J. Rubin y Eric Schmitt/The New York Times
HASAKA, Siria — El Estado Islámico ha mostrado un vigor renovado en Siria, atrayendo combatientes e incrementando los ataques, de acuerdo con las Naciones Unidas y funcionarios estadounidenses, sumando a la volatilidad de un País que aún se resiente desde la caída del Presidente Bashar al-Assad.
El grupo aún está lejos de ser tan fuerte como lo era hace una década, cuando controlaba el este de Siria y gran parte del norte de Irak, pero existe el riesgo, dicen los expertos, de que pueda encontrar una manera de liberar a miles de sus combatientes endurecidos que están en prisiones custodiadas por las fuerzas kurdas sirias respaldadas por Estados Unidos.
Un resurgimiento serio del Estado Islámico socavaría la oportunidad de Siria de dejar atrás una dictadura brutal. Pero también podría propagar la inestabilidad por todo Oriente Medio. El grupo extremista alguna vez utilizó Siria como base para planear ataques contra los vecinos del País y en Europa.
Entre 9 mil y 10 mil combatientes del Estado Islámico y unos 40 mil familiares suyos se encuentran detenidos en el noreste de Siria. Su escape no sólo crecería el número de integrantes del grupo, sino que también brindaría un efecto propagandístico.
Amenaza inmediata
Estados Unidos anunció a finales del año pasado que prácticamente había duplicado el número de sus tropas en Siria, a 2 mil, y sus numerosos ataques contra reductos del Estado Islámico en el desierto sirio en los últimos meses parecen haber apaciguado la amenaza inmediata. En lo que va de año, los ataques parecen haber disminuido.
Sin embargo, el Presidente Donald J. Trump ha expresado un profundo escepticismo respecto a la permanencia de tropas estadounidenses en Siria, y la confluencia de otros acontecimientos en Siria ha alarmado a los expertos, quienes afirman que estos factores podrían facilitar la reagrupación del Estado Islámico.
Estados Unidos espera que el nuevo Gobierno sirio, liderado por Hayat Tahrir al Sham, antigua filial de Al Qaeda, se convierta en un aliado contra el resurgimiento del Estado Islámico. Las primeras señales fueron positivas: el grupo actuó con base en la inteligencia proporcionada por Estados Unidos para desbaratar ocho complots del Estado Islámico en Damasco, dijeron dos altos oficiales militares estadounidenses que hablaron bajo condición de anonimato.
Sin embargo, la violencia sectaria el mes pasado, en la que murieron cientos de civiles, demostró la falta de control del Gobierno sobre algunas fuerzas que nominalmente estaban bajo su mando, y no está claro cuánto margen de maniobra tendrá para combatir al Estado Islámico.

Aunque ya no controla mucho territorio, el Estado Islámico, un grupo insurgente musulmán sunita, difunde su ideología radical vía células clandestinas y filiales regionales fuera de Siria y en línea. El año pasado, estuvo detrás de importantes atentados en Irán, Rusia y Pakistán.
Un funcionario del Departamento de Defensa de Estados Unidos, hablando de forma anónima, afirmó que el grupo se atribuyó 294 atentados en Siria en el 2024, contra los 121 del 2023. El comité de monitoreo del Estado Islámico de la ONU estimó unos 400 atentados, y los observadores de derechos humanos en Siria afirmaron que la cifra era aún mayor.
La preocupación por una posible fuga de prisión se ha visto acentuada por la continua violencia. Los centros de detención en el noreste de Siria están custodiados por las Fuerzas Democráticas Sirias, combatientes liderados por los kurdos, que también ayudan a proteger los campamentos cercanos que albergan a familiares del Estado Islámico. Sin embargo, estas fuerzas se han visto distraídas por los ataques de milicias respaldadas por Turquía; las autoridades turcas consideran a los combatientes liderados por los kurdos como terroristas.
Si los kurdos sirios son debilitados, “sin duda se creará un vacío”, declaró Kawa Hassan, analista iraquí en el Centro Stimson, una organización apartidista con sede en Washington. “Y sólo el Estado Islámico prospera en un vacío”.
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