09/12/2024
05:48 PM

"'Viví diez años con miedo a ser deportada. No podía más'"

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Entrevista con Ángela Navarro, la hondureña que le ganó el pulso a la administración norteamericana.

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Filadelfia, Estados Unidos

Una campaña sólida de apoyo y una voluntad de hierro han permitido a la hondureña Ángela Navarro ganarle un pulso a la administración norteamericana. Gracias al apoyo del Nuevo Movimiento Santuario, esta olanchana se encerró en una iglesia para esquivar una orden inmediata de deportación. Finalmente, Tras 58 días encerrada ha conseguido que le otorguen un permiso temporal de residencia. Horas antes de pisar la calle de nuevo atendió la llamada de Diario La Prensa.

- Supongo que es un poco absurdo preguntarle como se siente...

(Se ríe) Estoy supercontentísima.

- ¿Cómo se puso en contacto con el Movimiento Nuevo Santuario?

Fue mi mami quien me dijo. Ella estaba más con ellos y, entonces, me dijo que había esa posibilidad de luchar para cancelar la orden. Yo, al principio, no quería, me daba miedito. Pero me decidí y ellos me apoyaron.

- ¿Fue muy duro vivir encerrada en un iglesia durante dos meses?

No, no fue muy duro. Nos habilitaron un pequeño apartamento anexo a la parroquía. Nosotros lo dividimos para hacer un cuartito para los niños. Tenemos cocina y baño.

- ¿Su familia se trasladó con usted?

Así es. Mi esposo es costarricense pero tiene la nacionalidad. Y tenemos dos hijos. Decidimos dejar el apartamento que rentábamos para movernos aquí, pues no sabíamos cuanto podría durar esta situación.


- Entonces, con la familia cerca, no fue tan duro...

Claro. Por el día ellos hacían su vida. Mi marido trabaja y los niños van a escuela. Además, he tenido muchas visitas y he participado en muchas reuniones con el Movimiento. Gracias a Dios no he tenido tiempo a aburrirme.

- ¿Llegó a plantearse abandonar en algún momento?

No. Gracias a Dios contaba con mucho apoyo y una vez me decidí sabía que llegaría hasta el final. He vivido diez años con miedo constante a ser deportada. Ya no podía aguantar más.

- ¿Cómo llegó a Estados Unidos?

Cruzando la frontera sur, como tantos. Tenía 17 años y estaba embarazada. Quería reunirme con mis papás. Inmigración me concedió un permiso de tres meses pero luego me dijeron que me tenía que salir. Pero decidí quedarme. De eso hace doce años.

- Y ahora, ¿qué tipo de permiso le han dado?

Es temporal. Dura dos años. A partir del 30 de enero ya puedo ir a poner la huella y aplicar para un permiso de trabajo. La abogada se está encargando de todo.

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La guitarra es una de sus aficiones favoritas.


- Y, dentro de dos años, ¿qué cree que ocurrirá?

(Suspira). No lo sé. No se qué pasará.

- ¿Confía que para entonces la situación de los hispanos en situación irregular haya mejorado?

No lo creo. La situación no es muy prometedora. Las medidas de Obama ni son permanentes ni cubren a todos. No sé hasta cuanto podré estare tranquila.

- Tras dos meses encerrada, ¿tiene pensado lo qué va a hacer?

(Se ríe). No, la verdad, que no. Mañana (por hoy) vendrá mucha gente así que ya veremos. Quizás vaya a pasear por el parque con los niños. Y tenemos que buscar apartamento. Pero el domingo, seguro, iré a misa.

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