La milenaria isla Suriqui, en la cuenca boliviana del lago Titicaca, es famosa por su astillero de balsas de totora, un junco acuático local con el que se construyen, a mano y con técnicas heredadas de la época preincaica, embarcaciones capaces de cruzar el Atlántico.
En el último medio siglo, los nativos aymaras que habitan el lugar construyeron cerca de 22 balsas transoceánicas de totora y para 2014 proyectan una nueva embarcación que partirá de Nueva York rumbo a las islas Canarias.
“Queremos revalorizar las embarcaciones ancestrales. Nuestra esperanza es que en Suriqui haya un museo de balsas de totora, donde podamos conocer la historia de las navegaciones ancestrales”, comentó Demetrio Limachi (42), miembro de una de las familias especializadas en estas embarcaciones de junco. La revalorización de estas técnicas ancestrales cobró impulso con los preparativos de las celebraciones del solsticio de verano, el próximo 21 de diciembre, durante las cuales se construirá la balsa Thunupa (deidad andina) que recorrerá el lago Titicaca y anunciará el advenimiento de un período de armonía espiritual, según las creencias andinas.
Para los aymaras, el 21 de diciembre es una fecha cósmica que dará paso al pachakuti, un renovado tiempo de equilibrio y armonía con la Madre Tierra.
Una de las más conocidas de estas embarcaciones fue Ra II, expuesta en el museo noruego Kon Tiki, en la que en 1970 el expedicionario de ese país, Thor Heyerdahl, cruzó el Atlántico desde Safi, Marruecos, hasta las islas Barbados en 57 días.
A ella se suman Abora II, que navegó entre Egipto, Líbano y Chipre en 2002, y Abora III, que cruzó el Mediterráneo en 2007.
“Mi papá apenas cursó hasta tercero de primaria (escuela). No conocía nada de física o de cálculos geométricos, pero construía balsas con los conocimientos ancestrales heredados”, comentó con orgullo Demetrio Limachi, que participó en las mencionadas expediciones como constructor y tripulante.
Bajo un cielo plomizo y con una brisa del lago que se hace por momentos intensa sobre la balsa Thunupa, el hombre recuerda que su primer juguete fue una diminuta embarcación de totora artesanal que aún conserva. Sin embargo, sorprende que en el sitio, cuna de esas balsas, operen mayoritariamente lanchas con motor fuera de borda.
La razón, según los lugareños, es práctica: la vida útil de las balsas de totora es alrededor de un año, mientras que en las otras es de 15 años y, obviamente, son más rápidas.
Suriqui, una voz aymara que designa al “lugar donde duermen los suris (ñandús)”, es una isla en el lado boliviano del lago Titicaca, a 85 kilómetros de La Paz, y sus algo más de 1,000 habitantes dividen sus actividades entre la pesca, la artesanía y la construcción de balsas, según el dirigente campesino de la zona, Esteban Callisaya. La totora, materia prima para la construcción de balsas, es una planta acuática (Schoenoplectus californicus) que crece en las riberas del lago Titicaca, donde se destaca por su intenso color verde, sirve de nido para algunos pájaros y se emplea en los techos de las casas, en esteras y artesanías. “Para construir las balsas se cosechan juncos (de 2 a 2.5 metros de largo) que se dejan secar al sol dos meses hasta que adquieren un color marrón.