20/05/2025
07:14 AM

'Si dejaste a Cristo, fue que nunca te encontraste con él'

Con esta frase y citando a San Pablo cuando dijo “¡Ay de mi si no evangelizo!”, el cardenal Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa, finalizó su ponencia sobre el discipulado, en el marco del Tercer Congreso Americano Misionero, que se desarrolla en Quito, Ecuador. El purpurado guatemalteco realizó su exposición ante los más de 3 mil participantes e invitados, en el Ágora de la Casa de la Cultura, en la capital ecuatoriana.

    Con esta frase y citando a San Pablo cuando dijo “¡Ay de mi si no evangelizo!”, el cardenal Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa, finalizó su ponencia sobre el discipulado, en el marco del Tercer Congreso Americano Misionero, que se desarrolla en Quito, Ecuador. El purpurado guatemalteco realizó su exposición ante los más de 3 mil participantes e invitados, en el Ágora de la Casa de la Cultura, en la capital ecuatoriana.

    Después de la oración inicial preparada por la delegación de México y el momento de animación, se procedió a la presentación del tema que se tomó siguiendo la intuición fundamental de Aparecida, el ser discípulos del Señor para convertirnos en misioneros. El cardenal Rodríguez Maradiaga partió en su disertación de lo que significa ser discípulo. Primeramente tomó las definiciones de la palabra tanto en la literatura profana como en los textos bíblicos, para llegar a descubrir el significado que tiene para el creyente: “El discípulo, llamado por Cristo, se encuentra, se reviste de Él y asume su estilo de vida en un proceso de constante conversión” publicó el diario Aica en su página web.

    Otra idea que recalcó el ponente fue que el discípulo es profeta generoso que, por la alegría de ser cristiano, testimonia la vida plena de Dios, máximo bien de los pueblos y está dispuesto a dar su vida por el Maestro al servicio de la humanidad. Es así que el discípulo es enviado a formar discípulos en comunidad viva, a testimoniar el Evangelio por medio de la caridad apostólica y por el amor a los más pobres y necesitados.

    En otra parte de su presentación, el purpurado habló sobre la importancia de la experiencia mariana que todo discípulo debe vivir. Dijo que “María nos enseña que, sin corazón, sin ternura, sin amor, no hay profecía creíble: ella proclamó la Palabra porque antes la concibió en su corazón; proclamó un Magnificat profético porque antes creyó; estuvo junto a la Cruz porque acogió la Palabra; la hizo fructificar y pidió a los demás que lo hagan”.