Sao Paulo.
El nuevo Gobierno de Brasil que se definirá este domingo tendrá que tomar las riendas de una economía en declive y poner en orden las cuentas de un país que ha visto un crecimiento de la pobreza, dejando atrás su “década dorada”, además de buscar nuevos aliados internacionales.
El balotaje es disputado por el ultraderechista Jair Bolsonaro, favorito en los sondeos, y el progresista Fernando Haddad, quienes proponen dos modelos antagónicos para recuperar una economía que crece a marcha lenta.
A las debilitadas previsiones de crecimiento se suma una elevada deuda pública (77.3% del PIB), un desempleo que golpea a las puertas de 12 millones de brasileños (12.1%) y un aumento del número de pobres, que subió de 17.1 millones en 2014 a 23.3 millones en 2018.
El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, hoy en la cárcel por corrupción, consiguió sacar de la pobreza a 30 millones de personas con programas sociales. Pero la situación se torció en el segundo mandato de la expresidenta Dilma Rousseff y Brasil se sumergió en la peor recesión económica de su historia (2015-2016), coincidiendo con una grave crisis política que desencadenó en la destitución de Rousseff.
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El poder lo asumió entonces su vicepresidente, Michel Temer, quien llevó adelante un paquete de medidas de austeridad para arreglar las maltrechas cuentas públicas que acumulan un déficit de 135,400 millones de dólares.
En su programa electoral, Bolsonaro sugiere que el desequilibrio fiscal genera inflación y que el debate sobre las privatizaciones tiene como objetivo mejorar la distribución de renta en el país.
Haddad, por su parte, ha reforzado el sello social de Lula, que le valió el apoyo de los más pobres con una reforma tributaria.
Nuevas alianzas.
En el plano diplomático, Bolsonaro no ha ocultado su objetivo de aliarse con Donald Trump para dar un vuelco a la política externa de la mayor potencia latinoamericana.
Trump viene sumando aliados frente al gobierno de izquierda de Venezuela, sondeando la posibilidad de una opción militar, y presiona a México y los centroamericanos por la crisis migratoria.
El favorito a la presidencia cuestiona la búsqueda de alianzas Sur-Sur de los gobiernos de izquierda (2003-2016) y no se ha medido para criticar a Venezuela y Cuba. “Dejaremos de elogiar a dictaduras asesinas y de despreciar a democracias importantes como Estados Unidos, Israel e Italia”, afirmó.
Bolsonaro también anunció su intención de mover la embajada de Tel Aviv a Jerusalén, lo que generaría tensión con el mundo árabe.
Además ha enviado señales inamistosas a China, el principal socio comercial de ese país desde 2009 y uno de sus mayores inversores.
Primero visitó Taiwán -cuya soberanía no es reconocida por Pekín- y luego soltó que el gigante asiático estaba “comprando a Brasil”. Ante este panorama, la política externa de Brasil giraría al liberalismo.