La tristeza recorre el pueblo italiano de Accumoli, devastado por el terremoto que sacudió el corazón de Italia: sus habitantes esperan en silencio que un ruido, un grito, una señal, sirva para rescatar con vida a amigos y parientes.
Los rescatistas trabajan a contrarreloj para intentar socorrer a las personas que aún se encuentran entre los escombros. Ayer, encontraron los cuerpos de Andrea y Graziella Tucci, a quienes los vecinos describen como un matrimonio joven, con dos hijos pequeños. Los cuatro murieron.
Los equipos de rescate hallaron a los padres abrazados; no hubo opción de salvar a los dos niños, de 8 años y 8 meses de edad, que dormían cuando la tierra tembló.
Los socorristas trasladan un cuerpo encontrado entre los escombros de uno de los pueblos más afectados por el sismo.
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La historia de Andrea y su familia es, por desgracia, solo una más entre las tragedias personales que el terremoto ha provocado. Entre las 250 víctimas contabilizadas hasta ahora, está una mujer que escapó del terremoto de L'Aquila y ha perdido a su hija en el de este miércoles o los dos hermanos gemelos de 7 años, que han sido rescatados de entre los escombros en Amatrice: uno ya había muerto y el otro estaba a punto de fallecer.
Sin muchas esperanzas
La desolación invade toda la localidad, pedazos de persianas se mezclan con canastas de flores, trozos de pared con fragmentos de edredón, restos de móviles con zapatos rotos.
Dos mujeres sollozaban y se abrazaban frente a una casa derrumbada.
Los supervivientes buscan refugio en tiendas de campaña luego de que casi la mitad del pueblo de Accumoli se derrumbara.
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En la plaza principal, equipos de bomberos empleaban dos perros con la esperanza de encontrar a alguien con vida.
Uno de los canes rastreadores se detuvo de repente y se devolvió a un punto en particular: allí debería iniciar la excavación.
'Los perros han sido entrenados para buscar e indican el lugar donde las personas están atrapadas' explicó. 'Pero como no ha ladrado, es muy probable que la persona esté muerta', explicó.
El personal comienza a instalar colchones y almohadas en un jardín y los trabajadores de la Protección Civil distribuyen bocadillos y agua.
'Apenas supe la noticia llamé a mi hermana, una y otra vez, pero no respondió. Me temía lo peor, y estaba en lo cierto. No veo cómo puede haber sobrevivido bajo este derrumbe', dice Bordo.