Luego de cruzar la frontera de Estados Unidos ilegalmente en 1980, Paulino Mejía consiguió trabajo como agricultor, recogiendo uvas, duraznos y otras cosechas en el corazón agrícola de California, viviendo en reducidas casuchas, evadiendo a las autoridades migratorias y enviando todo el dinero que podía a su familia en México.
Sin embargo su vida cambió completamente en 1986 cuando el Congreso de Estados Unidos aprobó una ley que permitía a los inmigrantes que estaban en el país sin autorización conseguir un status legal, con una cláusula especial que beneficiaba a los trabajadores agrícolas.
Fue entonces cuando Mejía dejó de vivir en las sombras. Renunció a su trabajo agrícola y se incorporó a una compañía de construcción que contrataba sólo a personas con status legal, envió a sus dos hijas a la universidad y compró una casa en Madera, cerca de Fresno, en vez de enviar tanto dinero a México.
'La reforma migratoria me cambió la vida, le dio libertad a mi familia', expresó. 'Nos permitió conseguir el sueño americano'.
En momentos en que el Congreso de Estados Unidos debate una reforma migratoria que incluiría un proceso para la legalización del status de trabajadores agrícolas, muchos opinan que el mejor pronóstico del resultado de esa medida se puede encontrar en el éxito que tuvo una medida similar hace casi tres décadas.
En el centro de California, corazón agrícola de Estados Unidos y una de las regiones con mayores índices de pobreza del país, la reforma migratoria del 1986 tuvo un gran impacto en gente como Mejía.
Y al igual que él, muchos otros trabajadores agrícolas que consiguieron status legal después de 1986 han abandonado el campo, siendo contratados en plantas empacadoras, almacenes y fábricas, o inscribiéndose en la universidad y consiguiendo trabajo como profesionales. Y de los que se quedaron el campo, muchos ascendieron a supervisores, jefes de escuadra o contratistas.
A medida que prosperaron económicamente, compraron automóviles, casas o casas rodantes, además de pasajes aéreos para visitar a sus familias.
Defensores de los inmigrantes y otros expertos opinan que una nueva reforma migratoria podría beneficiar a muchos campesinos e incluso sacarlos de la pobreza. Pero esta vez, dicen que el impacto de la legalización sería aun mayor: en 1986, muchos trabajadores del campo eran hombre solteros; hoy, la mayoría tiene familias.
A diferencia de 1986, según expertos, la reforma que se está debatiendo ahora garantizará de que no se vuelva a crear una clase de personas marginadas e ilegales ya que se creará un programa de trabajadores huéspedes que permitirá la entrada de trabajadores legales en los campos de California.
'Nadie puede predecir el futuro, pero si nos fijamos en el pasado, muchos de los agricultores que reciban status legal dejarán el campo rápidamente', opinó Philip Martin, profesor de ciencias agrícolas de la Universidad de California en Davis.
Más de un millón de trabajadores agrícolas solicitaron recibir el status legal bajo el Acta de Reforma y Control Migratorio de 1986.
Según datos oficiales, ante el subsiguiente descenso en el número de trabajadores agrícolas que se encontraban en el país ilegalmente, las empresas agrícolas no pudieron retener a los que habían conseguido status legal y tuvieron que reemplazarlos con nuevos inmigrantes sin papeles.
Hoy en día, estiman expertos, por lo menos dos terceras partes de la fuerza laboral agrícola del país se encuentran sin status legal y los que se legalizaron gracias a la reforma de 1986 comprenden apenas entre el 12 y el 15% de la mano de obra.
Los expertos estiman que los beneficiados en 1986 buscaron trabajos que no estén atados a los vaivenes del clima y que les permitan ganar dinero todo el año, con beneficios como seguro de salud y días de vacaciones, que son algo inusual en el campo.
'Si un inmigrante tiene apenas una educación de primaria y recibe status legal, sigue siendo de educación de primaria, pero por lo menos tendrá más confianza en conseguir otro empleo y otras oportunidades', estimó Martin.
Incluso los que se quedaron en el campo por falta de idioma, falta de nivel educativo u otros obstáculos, se beneficiaron, porque desde entonces pudieron solicitar subsidios por desempleo y otros beneficios que les ayudaron para cuando no había trabajo agrícola.
Otros campesinos fueron a la universidad.
Fausto Sánchez, de Arvin, California abandonó el campo y obtuvo una licencia de intérprete en mixteco, el idioma autóctono que hablan muchos inmigrantes mexicanos.
Luego obtuvo su título de bachiller en una universidad de educación adulta y obtuvo un título en recursos humanos. Ahora trabaja para una organización sin fines de lucro, en que educa a agricultores sobre pesticidas, medidas contra el calor y sus derechos laborales. Junto con su esposa, son dueños de una casa y dos automóviles, y tiene planes de regresar a la universidad y obtener un título en trabajo social.
'Si yo no hubiera obtenido en status legal, nada de esto hubiera sido posible', expresó Sánchez.
Empresarios del campo en California reconocen que muchos campesinos se irían si obtienen el status legal.
'No cabe duda de que cuando los trabajadores campesinos obtengan la tarjeta verde, buscarán empleo en otra parte y dejarán la agricultura', expresó Tom Nassif, presidente de Western Growers, un grupo que representa a las empresas agrícolas de California y Arizona. 'Somos partidarios de una reforma migratoria que les llevará a la ciudadanía, sabiendo que va en perjuicio nuestro, sabiendo que en poco tiempo perderemos a la gente más productiva y hábil'.
No obstante, el éxodo del campo probablemente no ocurrirá tan rápido, opina Nassif, porque la versión actual de la reforma migratoria obliga a los campesinos a permanecer en el campo por al menos cinco años para poder ser candidatos al proceso de agilización de su legalización.
La reforma actual, dice Nassif, también incluye un programa de trabajadores extranjeros que permitirá el ingreso legal de más trabajadores en el futuro.
Y una vez que obtengan el status legal, algunos agricultores podrían preferir quedarse en el campo. Un ejemplo es Julia Cervantes, la esposa de Mejía, quien aún trabaja recogiendo uvas y otras cosechas.
'A mí me gusta trabajar al aire libre, honestamente, me gusta trabajar en el campo', comenta Cervantes.
Para Mejía, el tema prioritario eran los salarios: simplemente no les alcanzaba el dinero con lo que las empresas agrícolas pagaban por trabajar en el campo. 'La familia empezó a crecer y no nos alcanzaba el dinero', dijo Mejía.
La legalización permitió a Mejía encontrar trabajo construyendo los anaqueles de algunas tiendas grandes. Su hermano es reparador de techos. Un amigo es electricista, otro es plomero, otro es jefe de un equipo de agricultores.
'El trabajo es más fácil y paga mejor', sostuvo Mejía.
Antes de la ley de 1986, Mejía acariciaba planes de volver a México y enviaba dinero que se construyera una casa en Oaxaca, en el sudoeste del país. Pero luego de la reforma, su nuevo trabajo y status legal le permitieron comprar una casa en California. Al pagar impuestos y una hipoteca en Estados Unidos, se sintieron más cómodos con su decisión de quedarse en Estados Unidos.
'Antes de la reforma, teníamos miedo de comprar cualquier cosa o de asentarnos aquí, porque si nos deportaban, podíamos perderlo todo', expresó. 'La reforma nos permitió invertir aquí'.