12/05/2025
06:20 AM

Huyendo de Arizona

Hace cuatro años, María Escobar salió de Sonaguera, Colón, rumbo a Estados Unidos. Como miles de hondureños, lo hizo “mojada”, agobiada por el desempleo.

Hace cuatro años, María Escobar salió de Sonaguera, Colón, rumbo a Estados Unidos. Como miles de hondureños, lo hizo “mojada”, agobiada por el desempleo y con el sueño de encontrar una mejor vida en la gran potencia mundial. Su llegada fue al árido estado de Arizona, donde nadie la esperaba, pero confiaba en obtener un buen empleo.

Unos conocidos le dieron alojamiento por unos días y un pequeño trabajo: vender flores en los semáforos. María nunca imaginó que un Día de la Madre conocería en el semáforo a un grupo de hondureños, originarios de Tela, Atlántida, que la emplearon como niñera. Para María, los cuatro años en Arizona han sido difíciles. Ahora no tiene empleo, pero sí dos hijos bajo su única protección. María está temerosa de ser detenida por su apariencia física, por hablar español o porque sencillamente es una indocumentada más en el estado que ya no soporta la inmigración ilegal.

“Tengo miedo con esa ley ahora; está tremendo. Voy a irme a otro estado porque no voy a poder salir ni al doctor con los niños. Toda mi familia está en Honduras. Aquí no tengo a nadie, sólo esta familia que me da dónde vivir”, manifestaba, mientras cargaba a sus dos hijos, David, 2 años y José, de 7 meses.

Si no fuera por la ley antiinmigrante en Arizona, María esperaría que la situación laboral mejore para sacar adelante a sus dos pequeños hijos. “Ahorita me va muy mal. Busco trabajo de niñera porque así se me hace fácil cuidar a los míos. Soy madre soltera y tengo que ver por ellos”, comentó. Como esta hondureña, miles de indocumentados en Arizona ya empiezan a emigrar a otros estados o en última instancia regresar a Honduras. En su primer intento de ingresar en EUA, María fue detenida y deportada, pero cruzó la frontera otra vez y hace cuatro años vive en Arizona, pero asegura que llegó la hora de migrar.

“Nos vamos a Texas o California”

Arizona es el estado más estricto contra la inmigración ilegal en las últimas décadas y con la implementación de la ley SB1070 lo ha dejado por sentado. También es uno de los estados más golpeados con la crisis económica, por lo que las fuentes de trabajo han disminuido.

Conocimos a Ismael Díaz y a sus cuatro hijos en Phoenix. Él está protegido por el TPS, su esposa Juventina es indocumentada, igual que su hijo Sergio, 15 años, que hace unas semanas llegó “mojado” desde Honduras. Sus demás hijos nacieron en Estados Unidos: Rosa (9), Ismael (4) y Pedro (3).

“Voy a esperar unos días a ver si la cosa cambia. Ya hemos pensado irnos a Texas o California porque mi esposa no tiene papeles y hasta hace poco estábamos bien en Arizona, pero ahora hay mucha incertidumbre”, relató Ismael, originario de Tela y desde hace once años residente en Phoenix.

Ismael relató que muchos de sus conocidos han emigrado a los estados de Arkansas, Texas y California. Según cifras de la Secretaría de Relaciones Exteriores, alrededor de 20,000 hondureños ya han abandonado Arizona.

La comunidad de hondureños en ese estado se calcula en 40,000. “Mi esposa está muy preocupada porque no tiene papeles, igual que otras personas que conocemos. Por esa ley, la gente está emigrando a otros estados. Es una migración de estado a estado”, agregó Ismael.

Nada los detiene

A pesar de los controles de seguridad contra la migración ilegal en Arizona, los indocumentados siguen entrando por ese estado y nada ni nadie los detiene. Es el caso de Sergio, el hijo adolescente de Ismael que llegó ilegal y comienza a hacer su vida en Arizona.

Ni siquiera el muro fronterizo, el desierto, el hambre, la sed, la ley antiinmigrante y personajes como el sheriff de Maricopa, Joe Arpaio, detienen la entrada a cientos de personas por ese estado.

“Con la gente que venía me sentí seguro, aunque comí muy poco en el camino y era el único muchacho que venía. Entramos por el desierto de noche. Sólo para cruzar la frontera nos tardamos una semana”, expresó Sergio, mientras comía en un restaurante en Phoenix.

Aunque los inmigrantes arriesgan hasta su vida por ingresar en Estados Unidos, las cosas han cambiado. Los secuestros de inmigrantes están a la orden del día en México y, según Ismael, ni en los mismos “coyotes” se puede confiar.

“A mi hijo se lo llevaron a California y me sacaron dos mil dólares más para soltarlo. Eso fue un secuestro. Es el precio que tenemos que pagar a veces por estar juntos”, confesó.

Al llegar a Arizona, Ismael laboró en la construcción, pero desde hace ocho años trabaja en una factoría elaborando masa para pizza. “Ha bajado mucho el trabajo. Hace como dos años y medio la economía empezó a decaer y de hecho yo tenía un pequeño negocio y lo cerré.

En un carrito vendía comida mexicana y andaba de construcción en construcción”, recordó.

La Arizona de altibajos

Para la familia de Ismael, la vida en Arizona ha sido de altibajos. Todos sus hijos nacieron en Estados Unidos, a excepción de Sergio.

“Hasta hace unos meses he podido salir de unas cuantas deudas que me . Pienso que esto va a mejorar, pero ahorita ni para mandarles a mis papás me queda. Lo hago de vez en cuando. Me gusta Arizona, pero voy a moverme. La compañía en que trabajo tiene sucursal en Texas y me gustaría allá. Además hay muchos hondureños, me gusta el ambiente, es más bonito”, idealizó Ismael.

El hondureño confesó que su esposa Juventina ya días le insiste que se vaya de Arizona antes de que sea demasiado tarde. Ella no tiene papeles, pero Ismael asegura que debe sentarse a pensar las cosas. “No hay que agarrar a lo loco. Es bueno esperar. No hay que darle la victoria a otros; las cosas pueden cambiar. Sueño con volver a Honduras, pero en este momento no lo haría porque debo prepararme económicamente. Quiero regresar, pero primero está la educación de mis hijos, aunque no pierdo la esperanza de volver”.

La última residencia en Honduras de Ismael y Juventina fue El Dorado, Atlántida. Allí se dedicaban a la agricultura y ahora luchan por sostener su familia en Arizona, estado que dejarán pronto en busca de nuevos horizontes y lejos de la discriminación por ser inmigrantes.

“La nueva ley da miedo”

Otro hondureño que está por dejar Arizona es Josué Fernández, originario de San Luis, Santa Bárbara. Josué llegó hace cinco años a Phoenix y asegura que el trabajo nunca se había puesto tan difícil en Estados Unidos y para desgracia de los indocumentados, en un estado como Arizona.

“Cuando llegué, trabajé en restaurantes y en la construcción. Había mucho trabajo, pero ahora esto se ha puesto difícil y más con esa nueva ley me da mucho miedo. Ya uno anda con pendiente en las calles y en el trabajo porque todo puede suceder”, comentó Josué.

Trabaja en un restaurante italiano y asegura que sus patronos no le han manifestado nada acerca de despedirlo, ya que la nueva ley castigará a las personas o empresas que empleen a indocumentados.

“Hace diez meses me moví a Texas en busca de trabajo, pero no pude ubicarme y regresé a Arizona. Ahora planeo irme de aquí por esa ley, porque si se pone tan difícil hay que buscar una salida, ver adónde agarramos, no sé si a Honduras u otro estado donde esté todo normal y tranquilo en cuestiones de migración”, manifestó Josué, que antes de viajar a Estados Unidos se dedicaba a la caficultura y la ganadería en Santa Bárbara, aunque también laboró en una maquila en Choloma, Cortés.

Tratando de rehacer su vida, Josué convive con una mexicana con la que ha procreado un hijo, que vendrá pronto a Honduras a conocer a la familia de su padre y sus dos hermanos.

La vida actual de Josué está llena de incertidumbres por la ley antiinmigrante que los perseguirá, según su opinión, pero la mala fortuna no termina allí. Él y su familia en Honduras sufren los efectos de la violencia en México contra los indocumentados.

“Tengo un hermano secuestrado en México y no sabemos por qué grupo. Sabemos que lo tienen en Reynosa y ya están pidiendo dinero a Honduras. Supuestamente pidieron dos mil dólares por soltarlo. Lleva mucho tiempo en México y estamos preocupados”, confesó.

Aunque Josué sufrió en su travesía a Estados Unidos hace cinco años, no pudo evitar que su hermano hiciera lo mismo. “Me costó mes y medio llegar aquí. Venía en un grupo de 18 personas y afortunadamente con un hermano entramos por Sonorita. Ni siquiera me gusta recordar lo terrible que fue”.

Al igual que estos hondureños, cientos de compatriotas esperan regresar a Honduras antes de ser encarcelados en Arizona, el estado más rígido en leyes de inmigración.