El ganchillo es sinónimo de verano, de vacaciones y de un espíritu relajado que se contextualiza en la época jipi y, por supuesto, no se puede pasar por alto “ese ambiente dulce y familiar en el que las mujeres se reunían por las tardes para hacer labores”, explica Alicia Hernández, experta en moda.
La pandemia y el confinamiento han ayudado a poner en valor la sostenibilidad, la moda lenta y, sobre todo, el ganchillo, ese amor por las labores que tanto practican abuelas y madres.
El sector de la moda se ha dado cuenta del interés que suscita el ganchillo y propone vestidos, cropped top, faldas, chalecos, biquinis o bolsos de este tejido.
Existe una verdadera locura por el ganchillo. Basta con ver las propuestas de Botegga Veneta, Altuzarra, Jil Sander, Isabel Marant, Fendi o Celine, que ofrecen prendas artesanas que beben de la estética retro y el reciclaje de prendas antiguas.