La estatua de dos toneladas y medio de Nelson Mandela, ante el centro comercial de Sandton, en Johannesburgo, el Museo del Apartheid y el antiguo gueto negro de Soweto se convirtieron con el Mundial en socorrido plató para la foto de recuerdo de la afición, entre partido y partido.
'¡Honduras, Honduras!', canta y salta un corro de hondureños, ante un cámara de una televisión argentina, a los pies del monumento al héroe, en la Nelson Mandela Square. A metro y medio, otro grupo similar les sale al paso al grito 'México, México, México', asimismo con los correspondientes uniformes y amuletos de su selección.
'Veintisiete años en la cárcel para que te acabes viendo así', dice, irónico, Bernard, ex ingeniero de 70 años, ahora taxista extraoficial, mirando la estatua plantada en 2004, semioculta tras una carpa mundialistas de Sony y junto al Shopping Center del barrio que concentra hoteles de lujo y centro neurálgico de la FIFA.
A Bernard, blanco, lo del Mandela Square no le parece ni mejor ni peor que las procesiones de aficionados que, a veces sin siquiera descolgarse la bandera o la vuvuzela de la espalda, el Museo del Apartheid, alejado del centro urbano y camino a Soweto.
'Un día os llevamos de 'shopping', al otro el Museo, al tercero al gueto. Todo lo que lleve el apellido Mandela es un imán turístico. Pobre, si se viera... Pero es buen hombre, seguro que hasta se alegra por nosotros', prosigue el taxista ocasional.
Las villas de lujo de los negros acomodados de Soweto, el gueto a unos 20 kilómetros de Johannesburgo creado en 1904, cuando las autoridades retiraron a la población negra de la capital, es punto de partida del recorrido por lo que ahora es un distrito con casi cuatro millones de habitantes, tan negros como los de entonces.
'Es un 'apartheid' a la inversa. Yo, aunque quisiera, no podría vivir aquí. Primero, porque soy blanco; segundo porque no tengo el dinero suficiente para pagarme una casa así, con piscina', se lamenta otro taxista ocasional, Marc, sobre los cincuenta y desempleado, que jura no ser racista, pero habla como si lo fuera.
Las casas con piscina de los negros ricos es la cara elitista de la moneda de Soweto. La otra son las barracas de techo de uralita, sin agua corriente ni electricidad, paralelo a una Villa Miseria bonaerense o las favelas de Sao Paulo, en que cualquier muchacho se presta a hacer de guía e incluso a llevarte al interior de uno de los habitáculos donde viven varias familias.
'¿En tu país hay sitios así?', pregunta 'B' -como se hace llamar-, al visitante, al que instruye sobre a quién se puede o no fotografías y a quién dejar una propina para evitar la avalancha de niños corriendo alrededor. 'Dale a éste y él los reparte', dice, 'B', el administrador de las propinas de los visitantes.
A la villa ilegal de Soweto se adentran unas decenas de turistas -ahí, no uniformados con los colores de su selección-; las zonas acomodadas, más la villa de lujo de Winnie Mandela o la casa-museo del ex presidente son visita obligada de los grandes circuitos.
Ante la casa de Mandela danza una comparsa zulú para los visitantes llegados en grandes autocares, sea para recorrer la antigua vivienda o para comer en el restaurante vecino, que por supuesto también se apellida Mandela.
'Pobre 'Madiba', este no es su Mundial', dice Muriel, habitante de la villa-miseria sudafricana. Madiba es como llaman cariñosamente a Mandela todos los sudafricanos, blancos o negros.
'Nunca lo fue, porque como todo Mundial éste pertenece a la FIFA, pero seguro que se alegró por todos', repite Bernard, nuestro consolidado taxista extraoficial.
'Está muy viejo, cualquier día se nos va y encima el primer día el golpe de la muerte de su biznieta', prosigue, mientras señala el lugar donde se estrelló el auto en que volvía a casa Zenani Mandela, de 13 años, tras el concierto de apertura, en Soweto.
'¿Qué ha hecho Mandela para merecer esto?', dice el taxista, quien confía aún en la asistencia de Madiba para el partido final, el 11 de julio, en el Soccer City, el mayor estadio de Sudáfrica, con 88.000 plazas, a las puertas de Soweto.