Parecía la solución del problema para Miguel Meza, pero la idea de recurrir a un prestamista para obtener el dinero con el que liberaría la hipoteca de su casa terminó convirtiéndose en una pesadilla para este hombre de 69 años.
Con la mirada triste y un dejo de nostalgia, Miguel recuerda que cuando era empleado municipal logró hacerse de su casa en la segunda etapa de la colonia Satélite gracias a un préstamo de Fonaprovi.
Cuando le faltaban alrededor de 150 mil lempiras para liberar la hipoteca, Miguel entró en contacto con un prestamista que además era abogado y quien le facilitó el dinero a un interés del 35 por ciento. “Confié porque me hizo creer que era un hombre creyente y temeroso de Dios”.
Hace cuatro años Miguel perdió su trabajo cuando le faltaba pagar 30 mil lempiras del préstamo del abogado.
“Llamé al prestamista para decirle que le pagaría con el dinero de mis prestaciones. Me dijo que me cobraría siete mil lempiras y que se encargaría de liberarme la hipoteca de la casa”.
Pero en lugar de entregar la escritura, el prestamista vendió la propiedad. “El problema reventó cuando me requirió una empresa corredora de bienes inmuebles para avisarme que tenía que desalojar la casa”.
Miguel trató de impedir que lo desposeyeran de su hogar alegando que él no conocía a la persona a la que supuestamente le había transferido el inmueble, pero, dado que no le habían entregado un finiquito que demostrara el pago de la deuda y la maniobra fraudulenta del prestamista, no pudo evitar el desalojo. “Sólo tenía mi palabra”, dice Miguel.
Aminta, cuyo nombre verdadero se omite a petición de la entrevistada, es una mujer de carácter abierto y optimista, pero que se pone muy seria cuando relata su problema, una situación muy diferente a la de Miguel.
Ella es una pequeña comerciante que tiene un puesto en uno de los mercados de la ciudad y hace unos 3 ó 4 años -la imprecisión parece adrede- se encontraba, gracias a un préstamo, “con el agua al cuello y desesperada”.
Todo empezó debido a que su situación económica le imposibilitaba ofrecer suficientes garantías para obtener un préstamo en un banco. De modo que al hallarse, según dice, “desamparada”, buscó a un prestamista.
No sin cierto temor, interrumpe su relato y prefiere no dar más detalles, como el nombre del prestamista, la cantidad prestada o el monto de los intereses cobrados. Lo único que revela es que la tasa de interés era tan alta que ha pagado “hasta tres veces la deuda original”, pero no ha denunciado nada porque teme “que esa persona quiera vengarse de mí o de mi familia”, dice.
Confiesa que se arrepiente de haber tratado con un prestamista, porque, en su caso, “eché el dinero en un saco roto”.
Por eso manifiesta que los comerciantes procuran, en la medida de lo posible, no tratar con prestamistas y prefieren buscar alternativas como las cooperativas.
Las autoridades
En la Fiscalía de Protección al Consumidor de San Pedro Sula, donde está el caso de Miguel, es común oír también historias como la de Aminta, y los afectados esperan justicia a pesar de los procesos lentos y largos a los que pueden enfrentarse.
También se escuchan historias de los trabajadores a los que los prestamistas llegan a buscar incluso a la puerta de sus trabajos en los días de pago para que les entreguen las mensualidades acordadas.
El cobro de elevados intereses es la clase de estafa más común entre las relacionadas con préstamos o créditos y ocupan, con los reclamos por los cobros excesivos en los servicios públicos, los primeros lugares entre las denuncias recibidas.
De julio de 2009 a junio de 2010 se han registrado 57 denuncias por casos similares, pero el fiscal encargado señala que existen muchos casos más sin denunciar por desinterés, desconocimiento o temor.
“Bajo el silencio de los afectados hay mucho dinero circulando”, comenta el fiscal Gustavo Mejía Perla. En los testimonios de los afectados y documentos presentados en la Fiscalía se evidencia que los intereses que llegan a cobrar los prestamistas no bajan del 30% en promedio y en algunos casos van hasta el 50%. “La ley autoriza a los prestamistas a cobrar un interés de no más del seis por ciento encima del sistema bancario, en promedio”, explicó Mejía Perla.
La tasa de interés promedio en el sistema bancario nacional es de 22.4%, según datos de la Comisión Nacional de Bancos, aunque cada entidad financiera tiene sus propios porcentajes. “Un banco no puede cometer usura porque es una institución regulada por el sistema financiero, pero sabemos que hay personas que pagan créditos por muchos años sin que eso signifique pago al capital”, comentó Mejía Perla.
La gran mayoría de los afectados sufren en silencio las consecuencias de haber caído en manos de prestamistas inescrupulosos que, aprovechando un momento de necesidad, hacen firmar a sus víctimas documentos que a menudo carecen de validez legal e imponen condiciones muy onerosas a los “clientes” y las consecuencias de tratar con la persona equivocada pueden plagar a la víctima durante años.
Los motivos
La razón que motiva a los hondureños a acudir a un prestamista tiende a ser la misma: poco acceso a los créditos bancarios. “En mi caso fue por ser de la tercera edad, ya que ninguna institución del sistema financiero se arriesga a otorgar el préstamo. Ya casi tengo setenta años y no podía cumplir con los requisitos. A mi edad ya no me queda oportunidad de endeudarme con nada”, dice Miguel.
A esas “restricciones” del sistema bancario hay que sumar la cautela por la crisis económica mundial. Los bancos, debido a la incertidumbre económica, han vuelto más rigurosos los requisitos para otorgar préstamos.
Una muestra de esa “prudencia” es que la liquidez del sistema bancario ronda los treinta mil millones de lempiras. En otras palabras, los bancos tienen el dinero, pero no lo quieren arriesgar, y menos en operaciones de clientes cuyo récord crediticio esté afectado.
Esto ha hecho que cada vez más personas acudan a los servicios del prestamista no bancario.
La experiencia le dejó duras lecciones a Miguel, quien asegura que por nada del mundo volvería a tratar con un prestamista y añade a manera de consuelo que “aquéllos que son usureros van a dar directamente al infierno. La persona que me prestó fue asesinada, presuntamente a causa de otro trámite doloso en el que la víctima se tomó la justicia en sus manos”, concluye Miguel.
Rigurosidad de bancos obliga a acudir a prestamistas: Urbizo
“Si las personas tienen una necesidad muy grande, no miden el riesgo, y si hay un prestamista que le puede resolver el problema, entonces recurren a él. Además, los rigurosos requisitos en los bancos obligan a acudir a los prestamistas, que atienden los préstamos de mayor riesgo. Para reducir este riesgo hasta niveles aceptables, los prestamistas por lo general piden diversas clases de garantías que se pueden agrupar en dos categorías principales: la garantía prendaria y la hipotecaria, dice el conocido economista Carlos Urbizo.
La garantía prendaria, la más común, suele utilizarse cuando la persona necesita dinero para un problema muy puntual, quizá para comprar algún medicamento o pagar la mensualidad en la escuela de los hijos. Este tipo de préstamo es relativamente fácil de conseguir y por lo regular involucra cantidades relativamente bajas de dinero.
Las garantías hipotecarias involucran la entrega de un bien inmueble, por ejemplo, casas, terrenos o edificios, como garantía de pago. El trámite es un poco más complejo, ya que normalmente incluye la participación de un abogado o notario para hacer la transacción.
Hay contratos de compraventa y en otros casos hay una escritura de préstamo con hipoteca en que consta el monto del préstamo y la garantía. Una práctica usual es que, cuando se trata de propiedades inmuebles, el prestatario cede el bien en una especie de venta mediante contrato y, una vez que la deuda está saldada, el prestamista restituye la propiedad del bien al dueño original mediante otro contrato de compraventa”, explica Urbizo.
El oro salvador
El oro se ha convertido en una de las posesiones más importantes para quienes buscan agenciarse fondos debido al aumento mundial de ese metal. El 1 de enero, la onza en la Bolsa de Nueva York se cotizaba a 1,095.20 dólares. Actualmente se cotiza a 1,195.80 dólares.
Sólo en San Pedro Sula existen diversos lugares a los que se pueden llevar anillos, brazaletes, cadenas y aretes del preciado metal para obtener dinero.
Vanessa Urquizo, jefe de negocios de CrediMás, una casa de crédito prendario que ha experimentado notable crecimiento en los últimos años, explica que “con tanta gente que perdió su trabajo aumentó la cantidad de clientes porque muchos se desprenden de sus pertenencias para obtener un préstamo”. Los solicitantes “sólo tienen que presentar su cédula y sus prendas de oro y en cuestión de minutos, en los que se le explican al cliente los planes de pago, los beneficios y las ventajas, éste firma su contrato y se hace la transacción”.
Los plazos de pago varían según la preferencia del cliente, desde treinta días hasta un año o más, dependiendo también del avalúo de la prenda. Pueden obtenerse pequeños préstamos de 400, 500 ó mil lempiras o créditos más grandes de veinte mil, treinta mil e incluso cantidades mayores. Una característica que comparten estos préstamos es que por lo general la prenda entregada supera el valor del dinero recibido por ella.