05/12/2025
12:10 AM

Migrante hondureña: yquot;Sufrí el dolor de ver a mi hijo sin su pie; El tren se lo cortóyquot;

Emily Bermúdez, de Limón, Colón, enfrentó el dolor de ver a su hijo de 2 años bajo las ruedas de la “bestia”.

Ixtepec, México.

El tren hizo un movimiento brusco, ya había parado y todos se habían bajado, pero el pequeño Richard Bermúdez cayó a las vías, su madre también. Una rueda le amputó parte de su pierna y a ella le partió el brazo.

Es un drama que estremece. Ya no son hechos aislados. Los 313 kilómetros de vía férrea que recorre la “bestia” del sur al norte de México están manchados de sangre de migrantes, de decenas de hondureños.

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El pasado mes de junio la tragedia tocó las vidas de Emily Bermúdez, una joven madre garífuna y de su pequeño de dos años. Ambos emprendieron el largo viaje hacia los Estados Unidos en busca de un mejor porvenir. Bermúdez, originaria de Colón, manifestó que nunca olvidará el día que marcó su vida y la de su pequeño niño.

La angustiada madre relató a LA PRENSA que pasaron toda una noche subidos en el tren esperando que arrancara hasta la siguiente estación.

“Llegamos desde Arriaga hasta Ixtepec, México, el tren supuestamente ya había parado, toda la gente que venía en los techos comenzó a bajar”, expresó la hondureña.

Bermúdez contó que el tren hizo un movimiento brusco, por lo que Richard, su hijo dos años, cayó de espalda sobre la vía férrea. “Todo fue tan rápido, vi cuando él se caía, pero yo también no me pude detener y fui impulsada hacia el suelo, escuché los gritos de mi hijo y sabía que nada estaba bien. El tren seguía moviéndose y como pudo logró sacar al pequeño de las vías. Si dos segundos más se hubiera tardado, el niño ahora estaría muerto porque el tren le habría pasado por encima, relata con la mirada perdida al revivir los dolorosos momentos.

“Saqué a Richard y lo puse a mi lado, ahí me di cuenta que mi brazo estaba cortado, pero nada importaba más que el dolor de ver a mi hijo sin su pie derecho. El tren se lo cortó”, lamentó.

Los migrantes que estaban en el lugar ayudaron a los hondureños a contenerles la sangre, otros corrieron a pedir ayuda para que llegara una ambulancia.

La espera parecía de horas, pero no fueron ni 10 minutos los que pasaron para que Emily y Richard fueran trasladados a un centro médico de Ixtepec.

“El dolor de vivir este tipo de tragedias no puede describirse, viajamos porque queremos un mejor futuro para nuestros hijos y nunca se piensa en lo que puede pasar”, relató angustiada.

Mientras su madre hablaba, Richard tenía en sus manos un pequeño carrito con el que intentaba jugar, pero el micrófono y el movimiento del equipo de LA PRENSA, lo tenían inquieto y preguntaba a su madre constantemente con quiénes hablaba.

Bermúdez dijo que el niño podrá volver a caminar con una prótesis y que juntos como familia van a superar lo vivido, porque los sueños no han acabado y tienen que luchar por lo que quieren, ya que no hay vuelta atrás.

No muy convencida, la madre dijo que si el Gobierno de Honduras los puede apoyar estaría bien, pero en su rostro se notó la desconfianza que tienen todos los migrantes en las autoridades del país que los vio nacer.

Todos los hondureños que emigran de Honduras, sean hombres o mujeres, tienen conocimiento de los múltiples riesgos a los que se tienen que enfrentar en el camino; sin embargo, la necesidad y los deseos de tener una vida mejor son más fuertes y por eso deciden arriesgarse.

Los menores que viajan con sus madres, son los únicos que no tienen elección de escoger entre quedarse en Honduras o viajar miles de kilómetros hacia los Estados Unidos; sin embargo, son los más vulnerables.

En menos de dos meses cuatro menores hondureños entre los dos y 16 años, fueron mutilados por la “bestia”. “Lo que nos pasó fue un accidente, nadie quiere que le suceda algo así, es horrible, una pesadilla de la que hay que despertar para seguir adelante”, agregó la madre.

Actualmente, Emily y su hijo se encuentran refugiados en un pequeño cuarto de Ixtepec, ya que una familia mexicana se conmovió de ellos y les dio alojamiento temporal mientras se recuperan.

Bermúdez ha sido sometida a varias operaciones y en la actualidad varios clavos atraviesan su brazo derecho porque el tren le quebró los dos huesos.

Al finalizar la entrevista, Richard se sintió atraído por la bandera de Honduras bordada en los chalecos periodísticos y se acercó para tocarla, su madre sonrió y dijo que el pequeño siempre cantaba el himno nacional de Honduras; sin embargo, por la presencia de personas extrañas, solo lo susurró.

La historia de Richard y Emily no son las únicas ni las últimas, todas las personas que viajan en los trenes tienen grandes posibilidades de caer de la “bestia”, el tren que en su largo recorrido ha mutilado y asesinado a miles de migrantes centroamericanos, quienes al caerse o ser lanzados por pandilleros, son atrapados por sus pesadas ruedas.