Ahora ya se ha acostumbrado a llevar una vida normal y anónima. Mientras camina por el casco viejo de Alexandria, un vestigio de la América colonial en las afueras de Washington, nadie se gira para repasarla con una segunda mirada, ni murmura a sus espaldas. Ni tan siquiera los camareros del restaurante Vermilion parecen haber reparado en que están sirviendo a una clienta que, hace poco más de 15 años, ocupó las portadas de los periódicos del mundo entero. Desconocen que Lorena Gallo un día fue Lorena Bobbit.
Su vida dio un giro trascendental la madrugada del 23 de junio de 1993. Una vez más, su marido, John Bobbit, llegó a casa borracho... Una vez más la golpeó y la violó. Pero aquella noche, en un arrebato, Lorena agarró un cuchillo de cocina y, mientras él dormía, le seccionó el pene. Su historia impactó de tal forma el imaginario popular que inspiró canciones, anuncios de publicidad, lemas que se estampaban en camisetas y miles de chistes.
La Lorena Gallo Coronel de hoy es muy diferente de la Lorena Bobbit de ayer. Aquella inmigrante ecuatoriana morenita, insegura y traumatizada, se ha convertido en una ciudadana norteamericana, que luce una melena rubia, y se siente segura de sí misma. También muy feliz.
No sin muchos esfuerzos, Lorena fue capaz de rehacer su vida. Ave fénix. En 1995, se divorció de John, recuperando su apellido de soltera. Por aquel tiempo, más o menos, conoció a David, el amor de su vida, y padre de su hija Olivia, de 3 años. 'Él me ayudó mucho a superar mis problemas. Fue un proceso muy duro, pero tenía que seguir adelante', explica Lorena, que conoció a David en la Universidad de Virginia, pues ambos eran estudiantes de la Facultad de Administración y Dirección de Empresas.
Poco a poco, se fue creando un vínculo de amistad, hasta que, pasados varios meses, empezaron a salir. 'Durante mucho tiempo era incapaz de tener una relación sentimental con un hombre. Tenía miedo. Ni besos, ni abrazos... Y mucho menos sexo!', recuerda.
Gracias a la confianza que le inspiraba David, fue capaz de derribar esa barrera que la separaba del sexo opuesto. 'Yo era joven aún, y pensaba que podría encontrar a una persona que me quisiera de verdad. Pero me preocupaba que los hombres me miraran con miedo'.
Por su presencia física, es bajita, apenas 1,55 de estatura que eleva con unas botas de cuero negro con tacón, y su dulce acento hispano, Lorena difícilmente puede inspirar temor. No tiene reparos en abrir su corazón y contar una vez más la atribulada historia de su vida.
A pesar de lo doloroso de su historia, ha hecho las paces con su pasado. No siente rencor hacia su ex marido, sino más bien pena: 'John debería recibir ayuda psicológica.
No puede ser que continúe abusando de las mujeres que están con él. Ya ha pasado por la cárcel por maltratar a una de sus esposas'.
Después de la fatídica noche de aquel 23 de junio, Lorena no volvió a ver jamás a su ex marido, aparte de en el juicio.
'Él intentó ponerse en contacto conmigo. Me envió cartas y flores, pero dejé que fuera la Justicia la que se ocupara de él'. Si una cosa le duele es que John, un ex marine musculoso y de aspecto rudo, aprovechara su notoriedad para intentar enriquecerse.
'Lo nuestro fue una tragedia, no algo para explotar'. Tras formar una fracasada banda musical, bautizada como The Severed Parts (las partes seccionadas), John aprovechó el morbo para protagonizar películas pornográficas: John Wayne Bobbit sin cortes y Frankenpennis. Con ellas, pretendía demostrar que la operación de más de nueve horas de duración para reimplantarle su miembro viril había sido un éxito.
'Lamento lo que hice'
La proyección pública de su ex marido contrasta con el perfil bajo que ella ha mantenido. Rechaza la etiqueta de heroína que le colgaron muchas mujeres, si bien esa imagen pudo resultar decisiva para que el jurado la absolviera. 'Yo no soy para nada una heroína, eso queda reservado para alguien como Sullenberger', comenta en referencia al piloto que realizó un milagroso amerizaje en el río Hudson.
'Lamento lo que hice. Una nunca debe tomarse la justicia por su mano', afirma tajante, 'pero sufrí tanto que perdí la cabeza'. Precisamente, la existencia de un trastorno psíquico transitorio fue la razón que alegó el tribunal para declararla inocente, y ordenar que recibiera 45 días de tratamiento psicológico en lugar de los 20 años de cárcel que afrontaba.
En el juicio, explicó que aquella noche actuó 'en estado de shock', y que no fue hasta minutos después de su acto vengativo, mientras conducía con destino a ninguna parte cuando se dio cuenta 'de que estaba sosteniendo su miembro. Entonces lo tiré por la ventana, justo cuando pasaba por un 7-Eleven'.
Aquellos fueron los meses más difíciles de su vida. Se encontraba sola, en un país extranjero y procesada por cargos graves. Sus padres se hallaban muy lejos, en Caracas, donde la familia había emigrado cuando tenía 6 años. Encima, descubría con amargura que algunas de las que consideraba sus amigas le dieron la espalda.
Lorena comparte su trabajo de agente inmobiliario con el de peluquera en un salón de belleza. Sin embargo, lo que la llena es su trabajo como voluntaria en un refugio para mujeres maltratadas al norte de Virginia.
'No soy psicóloga, y no les realizo sesiones de terapia. Simplemente, además de cortarles el cabello, les doy consejos y apoyo moral'. Fundó la organización Lorena’s Red Wagon, que tiene como objetivo realizar tareas de sensibilización y prevención de la violencia doméstica, además de recaudar fondos para casas de acogida. El gran impacto mediático de su historia ayudó a que la sociedad asumiera la existencia de un problema, a menudo silenciado, y debatiera soluciones. 'Aún queda un largo camino para recorrer en este ámbito. Hemos de continuar luchando', dice.