Roberto Larios Silva fue el alcalde liberal que tomó la iniciativa de ejecutar el proyecto de Paz y Convivencia en la Región del Valle de Sula. Según él, asumió el reto porque el Gobierno no podía responder eficazmente ante tanta demanda de seguridad y no podía quedarse con los brazos cruzados.
“Me asesoré de expertos en la materia y se logró el proyecto, todo quedó listo para que empezara en la administración que me siguiera”.
Ahora Larios lamenta que no se hayan cumplido los objetivos y a su juicio, pese al fracaso por no haber cumplido al 100% los objetivos, se puede buscar otro proyecto similar para trabajar en la prevención.
Larios comparte sus apreciaciones acerca del proyecto con el que soñó y que llegó a su fin este año.
-¿Qué objetivos se habrían logrado partiendo de cómo fue concebido el proyecto?
No estaríamos encabezando la lista de los países con los más altos índices de criminalidad en el mundo. Fuéramos un país diferente y con una Región del Valle de Sula en paz y convivencia.
No hubiésemos eliminado la delincuencia y criminalidad, pero se hubiera reducido gracias a los programas de prevención que contemplaban los componentes.
-¿Por qué cree que fracasó Paz y Convivencia?
Por la indolencia, apatía y falta de capacidad de las corporaciones de Óscar Kilgore y Rodolfo Padilla. Es condenable no haber atendido lo que ya se veía venir para San Pedro Sula y Honduras. Se debe reconocer que cuando Jacobo Regalado estuvo al frente se retomó el proyecto, aunque no con el diseño original.
-¿Usted alertó en algún momento que el proyecto iba por mal camino?
Cuando los medios se acercaron di las entrevistas correspondientes sobre cómo miraba el programa. Pero salí de la Municipalidad y me dediqué a mi empresa. Sólo miraba los toros desde la barrera.
-¿Para usted quién es el culpable del fracaso del proyecto?
Los alcaldes Óscar Kilgore y Rodolfo Padilla.
-Según sus cálculos, ¿a cuánto dinero se le hizo buen uso y a cuánto no?
Todo el préstamo del BID (Banco Interamericano de Desarrollo) 20 millones de dólares con la contraparte de dos millones de dólares y otros fondos de países amigos se gastaron y no sabemos adónde están esos fondos, no hubo resultados.
La mayor parte de dinero se gastó en pura burocracia. No puedo decir a cuánto dinero se le hizo buen uso porque hasta la fecha no hemos conocido un informe público sobre el proyecto de Paz y Convivencia, un finiquito que nos diga en qué se empleó el dinero.
Hasta donde sabemos se construyeron algunas obras en los municipios y un observatorio de la violencia en San Pedro Sula; pero eso es mínimo comparado con los objetivos que se tenían con el proyecto que pudo ser piloto en América Latina.
-¿A qué atribuye la pérdida de dinero? ¿a corrupción, irregularidades u otros factores?
Reitero: a la incapacidad y a la indolencia, además la falta de concepto de servidores públicos. Estoy seguro que muchos de los alcaldes y otros sectores nunca entendieron ni comprendieron el proyecto que iba dirigido a prevenir la violencia y criminalidad partiendo de que la violencia no se combate con violencia. Cuando lo pensamos empezaban a repuntar los secuestros, la inseguridad jurídica, robo de vehículos, asaltos a bancos, viviendas, negocios y muchos hechos que afectaban la región. Lamentablemente no hubo seguimiento en las administraciones que vinieron porque no comprendieron que no solo era obtener el préstamo, sino que ejecutar los componentes cumpliendo con un diseño.
-¿El rol del BID fue muy pasivo?
Considero que el BID debió ser más vigilante del proceso y tuvo que haber parado desembolsos al constatar la falta de interés y de concepto del programa.
-¿Qué grado de culpabilidad tienen los alcaldes, la sociedad y los medios?
Un alto grado de culpabilidad de los alcaldes en un programa que estaba ya estructurado y con fondos para ejecutarlo. En segundo plano, la sociedad y los medios por no reclamar sus derechos y ser tolerantes en permitir que se forjara un país lleno de tanta violencia. Todos tenemos una cuota de responsabilidad por no ser vigilantes del programa, pero más es de aquellos que tuvieron en sus manos un proyecto que pudo cambiarle el rumbo a una región, un país y que pudo convertirse en un ejemplo en todo el istmo. Pudimos traspasar fronteras y obtener grandes logros en materia de prevención, pero no fue así.
-¿El fracaso de Paz y Convivencia se puede decir que es detonante para la delincuencia que nos tiene de rodillas en este momento?
El Programa de Paz y Convivencia hubiera atenuado los grados de inseguridad y de delincuencia. Definitivamente no estaríamos en los extremos en que ahora nos encontramos. Realmente el alcance del programa era enorme.
-¿En qué administración fue cuando se perdió el rumbo del proyecto?
En la administración de Óscar Kilgore. Se preparó una persona para que manejara el proyecto cuando se inició y fue despedida en esa administración.
No se comprendió el programa y eso lo lamentamos. Posteriormente asumieron la dirección de la oficina de Paz y Convivencia personas que no conocían la génesis del proyecto. En las últimas dos direcciones es cuando se trató de rescatar el proyecto, pero se trabajó con lo que se pudo. El proyecto estaba diseñado para cuatro años, pero se prolongó y en ese lapso hubo una serie de situaciones que afectaron la realización del mismo. No se debió politizar el proyecto, se debió dejar a la gente que se capacitó para ello, porque realizaron visitas a otras ciudades y recibieron una serie de capacitaciones.
-¿Cómo ve el papel de los directores?
Hubo conformismo. Se conformaron con recibir un sueldo sin ejecutar un trabajo con responsabilidad y seriedad.
-¿Cuál es la lección aprendida con la ejecución del programa?
No se lograron los objetivos. Sabemos que en algunos municipios de los 17 que fueron escogidos para realizar el programa se han construido algunas obras. Consideramos que eso no representa 22 millones de dólares, pero queda algo.
Nos alegra conocer que hay municipios que les están dando seguimiento a estas obras y tienen conformados los comités de Paz y Convivencia. Eso debe servir para que los alcaldes tomen la iniciativa y se busque un proyecto similar encaminado a la prevención de la violencia y criminalidad. Se deben enmendar los errores y sacar lo positivo del proyecto, pero hay que hacerlo con la cabeza fría porque no se puede estar defendiendo algo que no se logró.
-¿Cuál es el mensaje para esas comunidades a las que llegó por lo menos un granito de arena del programa?
Que se conviertan en auditores de esas obras y se organicen con toda la gente que ha sido capacitada con el programa, entendemos que hubo capacitaciones, y se que les dé oportunidad de gestionar y apoyar en las comunidades.