Christian Anderson nunca envió una carta y mucho menos un telegrama. Desde los 12 años de edad utiliza teléfono celular y jamás ha pensando en la existencia de un mundo sin internet.
Anderson, de 18 años, estudia Contaduría y Finanzas en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras en el Valle de Sula (Unah-vs) y gran parte de sus actividades contidianas, por no decir todas, gravitan alrededor de su teléfono celular.
“Con mi teléfono hago tareas. Si quiero saber algún concepto o tener alguna información de finanzas entro a Google y la encuentro rápido. Leo las noticias en el teléfono y me pongo de acuerdo con mis compañeros por medio de WhatsApp”, dice.
Este joven, originario de Puerto Cortés, es parte del 33% del grupo demográfico de entre los 23 y 8 años de edad que es denominado Generación Z.
Llamados también centeniales, posmileniales y nativos digitales, nacieron en la plena era de internet y con tecnología al alcance de sus manos desde los primeros años de vida.
La Generación Z es la transición entre la Generación Y (llamada millennial) y la Generación T (táctil) que se desarrolla en este momento en un ambiente colmado de dispositivos móviles digitales.
Más allá de las diferencias marcadas por la tecnología, factores sociales, económicos y políticos modelan la conducta de jóvenes pertenecientes a estos conjuntos demográficos.
Anderson, por ejemplo, a diferencia de los miembros de la Generación X (los nacidos en las décadas de 1960 y 1970), estudia Finanzas para “dentro de poco” tener “una empresa propia” y “no para ser asalariado”.
“No quiero estar de esclavo toda una vida en una empresa. Como en nuestro país no es muy fácil, trabajaré unos años y después tendré mi propia empresa”, dice.
Aunque no se conocen y no estudian la misma profesión, Alejandra Polanco (18 años), que estudia Enfermería, actúa y piensa de manera similar a Anderson: “Internet es importante porque nos permite hacer todas las cosas de manera rápida y yo también pienso tener mi empresa”.
“Yo estudio enfermería, pero quiero pasarme a Psicología y pienso independizarme con el tiempo, uno puede ser su propio jefe”, dice Yolani Guacamayo, otra estudiante de la Unah-vs.
De 9.3 millones de habitantes, según proyecciones del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), el 50% de personas tienen menos de 23 años de edad. De este conglomerado, unos 3 millones pertenecen a la Generación Z y más de 1.5 millones la nueva Generación T.
En Honduras, al igual que en todo el mundo, identificar las generaciones con nombres y conocer sus ideas y comportamientos le permite a los gobiernos y sociedad en general definir políticas para que el país afronte el futuro con mejores resultados.
“En las últimas dos décadas ha habido una gran explosión demográfica en el país y eso significa que estamos teniendo jóvenes entrando a una etapa económicamente activa, intelectual y laboral. Las condiciones en las cuales nacieron son otras, nacieron en un entorno más tecnológico, más avanzado. Esta nueva generación, en términos de perspectivas y expectativas, tiene conceptos distintos”, advierte Lelis Yuvani Paz, catedrático de sociología de la Unah-VS.
Retos
Para Cristina Cubero, directora de la firma internacional Deloitte, “los jóvenes hondureños de la Generación Z tienen los mismos retos (de los de otros países) para mejorar sus competencias en el nuevo mundo del trabajo, las habilidades blandas para crear, resolver y liderar. Así como habilidades técnicas relacionadas con las ciencias, la ingeniería, matemáticas y estadística. Ellos son conscientes que la preparación necesaria para ser empleable en el futuro, presenta brechas y dan un llamado para acelerar el cierre”.
Una encuesta realizada por Deloitte en más de 30 países (no incluye a Honduras) conluye que la Generación Z no se siente preparada para los cambios que acarrea la Industria 4.0
“Estas tendencias deben ser consideradas en las estadísticas de desempleo joven en Centroamérica, que son de atención urgente, así como las cifras oficiales de ‘ninis’ (ni estudia, ni trabaja) en las que Honduras muestra resultados con una mayor incidencia dentro de la región. Por lo que las brechas relacionadas con tecnología y nuevas competencias debe analizarse en un contexto donde ya existe una necesidad previa de impulso a la educación y acceso al empleo”, explica.