San Pedro Sula, Honduras
Al doctor Mario Federico Pineda no se le olvidan los momentos placenteros que pasaba en la finca de café de su padre, en una de las montañas de Trinidad, Santa Bárbara.
La diversión comenzaba con el largo recorrido a lomo de mula para llegar hasta el cafetal adonde solía pasar sus vacaciones escolares.
Cuando no estaba recibiendo clases o elevando papelotes vendía pan en las calles del poblado, que su madre hacía en un horno de tierra. Desde entonces ya soñaba con ser médico como su tío Guillermo Pineda, el doctor del pueblo.
Admite que no era muy dedicado al estudio cuando cursaba el bachillerato en el Instituto La Salle, de San Pedro Sula. “Me gustaba el billar y el fútbol. Lo jugué en las calles de Trinidad y en el colegio con mis compañeros”, dice.
| Evento
El Congreso de Radiología Dr. Mario Federico Pineda se realizará del 23 al 25 de agosto en el Hotel Intercontinental.
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Cuando se graduó como médico general en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras en Tegucigalpa su aspiración era obtener una especialidad en Sicología. Sin embargo, el destino le tenía reservada la carrera en la que se destacaría como profesional y hombre humanitario.
Resulta que se le presentó la oportunidad de especializarse en una universidad de San Antonio, Texas. Cuando llegó para seleccionar su especialidad, la única que estaba disponible era Radiología.
Gracias a la pasión con que abrazó su especialidad y a su altruismo, la Asociación Hondureña de Radiología e Imagen lo honró al bautizar con su nombre el IV Congreso Nacional de Radiología que se celebrará la próxima semana en San Pedro Sula. La distinción la recibió con su característica humildad. “Eso significa que he hecho algo bueno”, dijo al entererarse del reconocimiento.
El doctor Pineda elude hablar sobre la labor a favor de los desposeídos que ha llevado a cabo desde su centro de diagnóstico durante más de cincuenta años. Centenares de personas sin capacidad económica para hacerse un estudio radiológico salieron de su clínica con el dictamen bajo el brazo, sin pagar un lempira.
Con el extinto sacerdote Saturnino Senis, quien a diario miraba el rostro de la pobreza en su parroquia, formaron, en silencio, una alianza humanitaria: el religioso le enviaba personas sin recursos económicos que requerían de un estudio radiológico para que el doctor les ayudara.
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A sus 73 años de edad sigue llegando a las nueve de la mañana a su consultorio, pese a una afección en la columna vertebral que lo mantiene en silla de ruedas. Dos meses permaneció internado en un hospital de Estados Unidos a causa de una repentina hemorragia interna que dañó sus terminaciones nerviosas y paralizó su cuerpo del pecho a los pies. A los dos meses de haberle dado de alta ya estaba trabajando. La movilidad de sus brazos la recobró con rehabilitación y ejercicios que continúa haciendo, comentó su hija Maricruz.
Como buen triniteco, a las siete de la mañana ya está tomándose su taza de café con pan. Tampoco deja de visitar la propiedad de Chimizales en la que se recreaba siendo niño.
Naturalmente que ya no viaja a lomo de mula, porque ahora los 15 kilómetros se hacen en carro.
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| Con su esposa Alejandra y su hija Claudia Lorena.
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