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Hay medio millón de hondureños secuestrados por maras

  • 06 mayo 2013 /

En al menos 244 barrios y colonias de 14 ciudades de Honduras impera la ley de las maras.

    La que impera en al menos 244 barrios y colonias de 14 ciudades del país es la ley de la mara. Aquí predomina el terror. Ellos amenazan y los vecinos obedecen. Los que no se someten lo pagan. Así viven medio millón de hondureños en el país: secuestrados por las pandillas.




    La mayoría de los miembros de estos grupos antisociales se encuentran en las principales urbes. Solo en Tegucigalpa son 62 barrios y colonias donde operan los dos grandes grupos criminales, la MS-13 y la 18.




    En San Pedro Sula, 51 comunidades permanecen bajo control de los mareros, según registros de la Unidad de Maras y Pandillas de la Dirección Nacional de Investigación Criminal (DNIC).




    En estas zonas se ven cuadras completas de casas abandonadas, recuerdo de quienes no soportaron vivir bajo el terror de los pandilleros. Algunos murieron a manos de los criminales, otros dejaron todo lo que con trabajo y esfuerzo habían construido.




    LA PRENSA hizo un recorrido por zonas “tomadas” de la capital y confirmó el control que ejerce la pandilla, el temor de los pobladores y las reglas a las que se someten. Son pequeñas ciudades-estado dentro del país.




    Recorrido




    La colonia La Guasalona, en el norte de la capital, es territorio de la pandilla 18. Entramos por la calle principal para recorrer todo el sector. Desde la primera cuadra se ven las marcas en los muros. Hay una que dice 18, claro mensaje de quién manda en el lugar. Todas las casas de los vecinos deben estar disponibles para refugio de los pandilleros en caso de que sea necesario... día y noche.




    “Ellos ponen las reglas, nos advierten que debemos colaborar. Nos avisan hasta qué horas podemos transitar por la colonia. Las amenazas son todos los días. Hay orden de que cuando la Policía les dé persecución debemos colaborar dejando los portones de las casas abiertos. El vecino que no colabora firma su sentencia de muerte”, explica una resignada pobladora de La Guasalona.

    En este lugar habitan tres mil personas. En Los Alpes y la colonia San Isidro, en el sur de la capital, la influencia de los mareros ha llegado al punto de que la MS-13 les da la seguridad que la Policía no les ofrece. En estas zonas, la mara ha instalado trancas y portones y controla quién entra y quién sale.


    Ellos han instalado su propio barrio seguro para protegerse de los operativos o de sus enemigos y en medio de toda esa maquinaria de seguridad han quedado secuestrados miles de hondureños en sus propias viviendas. Para entrar se debe pertenecer a la colonia o tener un contacto, identificarse y justificar su presencia.

    Lea además:Con cámaras de seguridad y trancas se cuidan mareros

    Desde estos lugares establecen sus centros de operación y coordinan sus actividades.

    “Es tan normal que los niños piensen que portar una AK-47 es más fácil que obtener una beca para estudiar”, dice una madre que habita en la zona.
    “Puede preguntarme cualquier cosa, pero no me pregunte por la seguridad. Aquí no podemos hablar. Si lo hacemos, nos matan”, esa frase resume el miedo que sienten los vecinos.

    Los agentes asignados a la Unidad de Maras y Pandillas de la capital hacen recorridos por la zona. Van con sus armas oficiales, chalecos antibalas y pasamontañas. Desde la entrada de las patrullas, los pandilleros están advertidos de la visita. Los banderas que tienen en las calles avisan de la presencia policial. A algunos se les ve corriendo y escapan para no ser detenidos. En ocasiones, los agentes los persiguen, en otras, los dejan ir.




    Los pobladores no se inmutan, están acostumbrados a vivir la misma escena día a día.




    Zonas fantasmas




    El censo que realizó Unicef en 14 ciudades para el Informe Situación de maras y pandillas en Honduras revela que hay 4,281 miembros. Hasta enero de 2011, la más numerosa era la MS.




    A las 3:00 pm, la colonia 14 de Marzo en la capital está desolada. No hay gente en las callejuelas. El único ruido que se escucha es el motor de la camioneta policial que circula por las calles. En lo alto de un pasaje encontramos un panorama desolador: los restos de lo que fueron cinco viviendas, donde en su tiempo habitaron cinco familias.




    Las casas fueron desocupadas hace un año, los pandilleros de la 18 exigieron a sus dueños que las entregaran y no tuvieron más remedio que ceder a las presiones para no ser asesinados.




    “Son casas que quitaron los pandilleros a sus dueños y las convirtieron en sus refugios. Eran sus centros de operaciones. Hasta este lugar traían vehículos robados, armas y drogas. En ellas planificaban sus acciones delictivas hasta que las allanamos en varias ocasiones y por eso decidieron destruirlas”, explicó uno de los agentes que patrullan.





    “Los 18 se fueron a otro punto en la misma colonia. Buscaron la parte baja, donde ahora tienen nuevas guaridas.


    Son unas nueve viviendas de esta colonia que están bajo su poder”, señaló el investigador. Cuando la Policía ejecuta operativos de recuperación de viviendas, como protesta, los pandilleros las destruyen.




    De estas cinco residencias, solo quedan escombros de lo que fueron paredes y techos. Parece que un devastador terremoto pasó y destruyó las edificaciones. En esta cuadra solo dos casas siguen habitadas.





    Amenazan


    En zonas como la colonia Hábitat, las maras viven en siete casas bajo su poder; en la colonia óscar Flores, seis familias fueron desalojadas para construir el refugio del grupo.




    “Piden la casa porque quieren establecer un centro de operaciones o de reuniones. A veces no lo hacen por dinero o porque les hicieron algo. Solo es que quieren la casa y los amenazan. Ante el asedio y miedo, la gente opta por salirse en vez de perder la vida”, relató un agente.




    Pese a que las autoridades recuperan las viviendas, las familias no tienen valor de regresar.




    “No hay protección permanente. La Policía no ha tenido la capacidad de instalar postas en los barrios en conflicto porque no hay recursos logísticos ni humanos y ese es un problema. Cómo se va a pensar en regresar. Es exponernos a que nos maten”, dijo el integrante de una familia que abandonó su casa en la colonia 14 de Marzo.




    “Usted puede tener policías un día en una colonia, pero si al siguiente día no los tiene, los mareros vuelven a instalarse”, apuntó.




    La zona norte tiene el mayor número de mareros




    Aunque Tegucigalpa y San Pedro Sula son las ciudades más afectadas por maras y pandillas, estos grupos criminales también atemorizan a otras ciudades de Honduras.




    El informe Situación de maras y pandillas en Honduras revela que Puerto Cortés, Choloma, Villanueva, La Lima, El Progreso, La Ceiba, Tela, Jutiapa, Roatán, Tocoa, Danlí, El Paraíso y Danlí conviven con mareros y pandilleros.




    La Mara Salvatrucha y la 18 representan el 97% de integrantes de estas agrupaciones conformadas en el país. La mayoría de los integrantes rondan las edades de 20 a 30 años, pero ingresan entre los 11 y 20 años, según el estudio.

    Lea: Escuelas y patronatos de San Pedro Sula de rodillas por maras

    Las actividades delictivas de estas agrupaciones han ido especializándose al grado que ahora prestan sus servicios para organizaciones ligadas al narco y crimen organizado.




    Puntos críticos




    1 La MS y Barrio 18 son consideradas redes transnacionales. Algunas operan como brazo armado del crimen organizado.




    2 En 1999 existían en Honduras 34 mil pandilleros y en 2002 agrupaban a 36 mil integrantes distribuidos en 475 grupos en todo el país.




    3 Según el informe publicado por Unicef, 872 mujeres integran las maras y pandillas en Honduras.


    4 Las maras o pandillas se organizan por barrios. En cada barrio hay una “clica”. Es una organización celular, asignada en sectores.




    5 Los jefes de maras y pandillas ahora radican en residencias lujosas en zonas exclusivas de Tegucigalpa y San Pedro Sula.




    6 El Departamento del Tesoro de Estados Unidos ubicó a la mara MS como uno de los carteles transnacionales de drogas.