Con una cesta de mimbre atada a la cintura con una cabuya, expuestos a bajas temperaturas y cumpliendo extensas jornadas de trabajo se ganan la vida los cortadores, como se conoce comúnmente a las personas que recolectan el café de las fincas hondureñas.
La mayoría son personas humildes que apenas llegaron al primer y tercer grado, agricultores de oficio de cultivos como la papa, maíz, frijoles y arroz, pero que buscan ganar dinero por la vía más rápida: cortando café.
Su pago depende del volumen del grano que recolectan, el promedio es de 6 galones por persona en un día, pero nunca faltan los diestros que llegan a recoger hasta 9 y 12 galones.
Por cada galón cortado les pagan entre 30 y 35 lempiras; ellos eligen la tarifa, la primera incluye la alimentación y la otra no.
La edad de los cortadores varía entre 12 y 50 años. Más de un millón de personas trabajan gracias al café.
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Emigran de otros lugares. Muchos cortadores como Isaís Sánchez emigran temporalmente de un departamento a otro para poder trabajar durante la cosecha de café.
“Soy de La Esperanza, Intibucá. En el tiempo de cosecha siempre vengo a Santa Bárbara a cortar y luego me voy para Copán. Cada región corta en tiempos diferentes y por eso aprovecho para trabajar en varios lugares. Guardo el dinerito para comer hasta donde alcance”, dijo con pena el humilde cortador, que forma parte del millón de personas que se emplean gracias a esta actividad.
La fiebre del “oro rojo” también atrae a amas de casa, estudiantes y profesores que aprovechan el feriado de fin de año para ir a las fincas a cortar grano y poder obtener ingresos extra, explica Juan Ramón Rivera, productor de café de San Luis, Santa Bárbara.
“Nosotros tratamos de proveer todo lo necesario a los trabajadores. En nuestro caso les damos la comida, lo que significa que el pago les sale libre. Además les hemos construido viviendas dignas donde dormir”, comentó Rivera.
Agregó que desde hace cinco años, ante la falta de trabajo muchas personas de San Pedro Sula, Villanueva y Potrerillos, también forman parte de la planilla de corteros. “Muchos vienen sin práctica, pero aprenden”, comentó Rivera.
No hay límite. Los cafetaleros aseguran que las mujeres son mejores cortadoras que los hombres. Trabajan de forma minuciosa, sin dañar la planta y sin parar. Muchas llevan a sus hijos a las fincas para cuidarlos y trabajar al mismo tiempo. La edad no es un límite para este trabajo, la mayoría de los cortadores tiene entre 12 y 50 años. Sin embargo, es común encontrarse a pequeños de cinco años desprendiendo granos de los palos y con abuelos de 80 años, vigorosos que cortan al mismo nivel de los más jóvenes. Representantes del sector cafetalero temen un déficit de 100,000 cortadores.
En las fincas no hay distinción, todos realizan el mismo trabajo: cortan el café y lo llevan cargado sobre la espalda hasta las pesas adonde es medido. Fotos: Franklin Muñoz.
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José Alvarado (31) y Martha Castro (31), esposos desde hace siete años, cuentan que el amor los flechó en los cafetales de San Luis, y que esta actividad sigue proveyéndoles el sustento diario.
La pareja tiene actualmente dos hijos, y aunque se dedican a la producción de hortalizas, en la temporada de cosecha del aromático siempre se “enmontañan” para incrementar sus ingresos.
“Producir hortalizas tiene un costo alto, por eso cuando hay corte de café siempre dejamos otras actividades de lado. Aquí se gana el dinero directamente y nos sirve para sobrevivir varios meses”, comentó Alvarado.
Siempre se hacen acompañar de sus hijos, quienes juegan entre los cafetales mientras ellos hacen el corte del grano. “El mayor ya trae su cestita para cortar grano, le gusta que le paguen”, comentó entre risas.
Así como José y Martha, muchas familias cafetaleras llegan con sus hijos a trabajar a las fincas de San Luis con el sueño de mejorar su calidad de vida.
“Es triste, cuando no hay corte de café, aquí tampoco hay trabajo”, dijo un cortador de la zona.
José y Martha han cortado café desde que eran niños.
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