17/12/2025
06:38 AM

Fue subteniente, después ingeniero, ahora sacerdote

Luis Fernando Elvir Sabillón, el quinto sampedrano egresado del seminario Redemptoris Mater en Nicaragua, fue asignado a la parroquia San Judas Tadeo

En medio de una crisis de vocaciones sacerdotales, Luis Fernando Elvir Sabillón (36), ya graduado de ingeniero industrial y laborando para una transnacional de bebidas, descubrió su vocación para el sacerdocio.

El pasado miércoles, en la víspera de la fiesta de la virgen de Guadalupe, presidió su primera eucaristía en la parroquia San Vicente de Paúl.

En su mensaje el pasado sábado, monseñor Ángel Garachana, en la ordenación de dos diáconos, hizo un llamado a los jóvenes para que descubran su vocación para el sacerdocio.

Estos diáconos en seis meses serán ordenados sacerdotes y asignados a parroquias de Honduras, donde se necesitan más padres para liderar a la feligresía.

El sacerdote Luis fue ordenado sacerdote el sábado 7 de diciembre en Nicaragua, estuvo en el seminario Redemptoris Mater, de donde regresó para servir en la parroquia San Judas Tadeo.

-¿Cómo descubre su vocación al sacerdocio ?

Ingresé a una comunidad neocatecumenal después de haber recibido la catequesis, es decir el anuncio de la buena noticia, en mi parroquia. Es allí, en esa vivencia de la fe, en compañía de muchas personas desconocidas al principio para mí, donde primero descubro esta inquietud personal, este llamado interior que sigue siendo un misterio porque cuando salí del Liceo Militar y aún estudiando Ingeniería en la Universidad, si alguien me hubiera dicho que iba a ser cura, seguramente me hubiera muerto de la risa. Ahora puedo decir que mi vocación nace de una experiencia de fe. Descubro que el Señor ha tenido mucha misericordia conmigo, pues me ha liberado de muchas esclavitudes, de muchos vicios, porque no voy a decir que mi vida era perfecta, pero tengo la absoluta certeza en mi corazón de que Jesucristo ha pagado por mis pecados y por medio de la Iglesia me ha concedido el perdón.

-¿Cuál ha sido su experiencia?

Me ha servido mucho ver la conversión de mis hermanos de comunidad y la de mis padres, ver cómo ha nacido en ellos la fe. Es algo que puede verse; no es una teoría, es un hecho real. Mi vocación al presbiterado, entonces, se basa y se nutre de esta experiencia de fe en mi comunidad porque un sacerdote que no ha tenido una experiencia de fe real difícilmente puede servir por amor al prójimo, aunque en sus estudios se haya graduado con las mejores notas.

-¿Sus recuerdos escolares?

Estudié en el Liceo Militar del Norte. Soy subteniente de la décima promoción del 94. Como anécdota recuerdo lo que vivimos con unos compañeros en unas maniobras militares, cuando caminamos más de 60 kilómetros en la montaña, desde la represa El Coyolar hasta el batallón de Támara, en los ejercicios de último año, en compañía de Manuel Chinchilla y otro compañero de apellido Cárdenas. También recuerdo las desveladas antes de los exámenes con un grupo de compañeros de la colonia Aurora. A todos los recuerdo.

-¿Cómo entró al seminario?

En mi experiencia prevocacional fui acompañado por el padre Reynaldo Moncada durante un año en la diócesis de Comayagua. Viajábamos todas las semanas, siguiendo una secuencia; primero celebrábamos la eucaristía y compartíamos con los aspirantes. Como estábamos viviendo el llamado a esta vocación en nuestra vida diaria con la oración personal, vida en familia, en la comunidad y en el trabajo, la siguiente semana escrutábamos la Palabra, las escrituras y el Evangelio del domingo.

-¿Son presionados los aspirantes al presbiterado o deciden en libertad su ingreso al seminario?

Sucede que nuestras comunidades están plagadas de muchas vocaciones, que necesitan ser iluminadas o aclaradas, poder ver si los hermanos y hermanas solteros están llamados a tener una familia, a dar la vida por ella. En el otro extremo, los jóvenes con otras inquietudes deben preguntarse y saber si están dispuestos a dar la vida por la evangelización o decidirse por la vida religiosa consagrada o contemplativa. Esto significa ingresar a un monasterio y vivir su vida en clausura, en oración total por el mundo. Que nadie piense que estas personas son infelices. Todo lo contrario: viven en absoluta felicidad interior, en completa oración por la humanidad. En síntesis, si el sacerdote acompañante, junto con los catequistas, te confirma que sí tienes vocación al sacerdocio, entonces ingresas al seminario y tienes un encuentro con el Señor, quien te confirma que te ha elegido, incluso en medio de todas tus debilidades y carencias.