05/12/2025
12:10 AM

El templo Woljeongsa, el camino para encontrar la iluminación

Esta pagoda, de la orden budista Jogye, en Corea del Sur, recibe a personas de todas las religiones y de todo el mundo para enseñarles a meditar y ser mejores humanos.

Monte de Odaesan, Corea del Sur

Abajo de las laderas de estas montañas, en medio de un pequeño valle boscoso de abetos, una cadena de poderosos sonidos vibrantes, inteligibles para occidentales, se escapan de una ermita del templo Woljeongsa y se pierden en el universo.

Dentro de esta pequeña sala, equivalente a una capilla cristiana, de pie y con los ojos cerrados, un monje frente a un altar colorido, dominado por una gigantesca escultura dorada de Buda, hace un viaje a su interior para encontrarse consigo mismo.

Aquí es el Jeokgwangjeon, el salón de la quietud y la luz, donde los monjes, que viven en el templo Woljeongsa, y los visitantes que promulgan el budismo expresan su fe y buscan encontrar el camino a la sabiduría transportados por los mantras y los sonidos místicos logrados con la percusión del moktak.

Mientras el monje y dos mujeres se arrodillan ante Buda, en otro salón, Weon Heang, viceabad del templo Woljeongsa, sentado en posición loto, frente a periodistas de ocho nacionalidades, rememora la historia de este centro espiritual antiquísimo.

“El budismo coreano tiene 1,600 años de historia y estamos muy orgullosos de su larga tradición y del espíritu de gran compasión que sigue vivo en nuestra vida cotidiana de hoy”, dice ante los periodistas, entre ellos de LA PRENSA de Honduras, que llegaron al templo invitados por el Servicio de Información y Cultura de Corea.

Este monje, que viste un hábito que cubre sus pies, relata que “este antiguo templo fue construido en el año 664 durante la dinastía Silla por el gran sacerdote Jajang (625-702), y es uno de los grandes templos en la región noreste (...). Este es especialmente conocido por ser un templo designado para orar por la protección del país de la invasión extranjera”.

Después de varios minutos, estos periodistas, que no suelen sentarse en posición de loto, comienzan a sentir incomodidad, sin embargo escuchan con atención al abad que, pese a ser un guardián de las costumbres milenarias, usa teléfono celular.

“Este templo también es famoso por el adobe donde practicaron muchos grandes sacerdotes, como el sacerdote nacional Doseon (827-898) de la dinastía Silla, el gran sacerdote Muhak (1392-1910), el gran seón maestro Seosan (1520-1604), quien organizó y dirigió la legión de monjes armados para defender el país durante la invasión japonesa de nuestro país (1592-1598)”, dice.

Espiritualidad. Heang, monje de la orden Jogye del budismo, explica que “este templo es también famoso por la primavera y el verano, el otoño y el invierno, para orar por la prosperidad y el bienestar del país (...)”.

“Si quieres conocer Corea, debes conocer el espíritu y la tradición del país. El espíritu de nuestro país está en la compasión del budismo, y la tradición de nuestro país se puede encontrar en la práctica ascética rigurosa en el templo. La cultura es el espíritu del país, y la historia es el maestro de la gente del país”, dice.

En el momento que el monje realiza una reseña, algunos turistas se hacen selfies en la pagoda de piedra (tesoro nacional número 48 de Corea del Sur) que sobresale en el corazón de Woljeongsa.

“El siglo XXI es la era de la gran compasión del budismo y la era de la doctrina Hua-yen del budismo, que abarca el principio de la unidad cósmica. El budismo es la religión para buscar nuestro verdadero yo y la iluminación. El medio ambiente es rápidamente devastado y el materialismo de alta tecnología están deteriorando el corazón de la naturaleza humana”, dice el abad. Este hombre, que lleva una vida austera en el templo, recalca que “la única respuesta a los problemas de la pobreza en medio de la opulencia y para mantener la paz mundial en medio de las guerras furiosas es volver a nuestra verdadera naturaleza humana”.

“Es, creo, mejor ser una cabeza de gran polla que ser la cola de un gran buey”, dice.

Al templo Woljeongsa no solo llegan turistas y periodistas a observar, personas de todas las religiones y de todo el mundo se internan varias semanas para, por medio de la meditación, encontrar respuestas a estas preguntas: ¿Quién realmente soy? ¿Cuál es mi papel en este planeta?