24/11/2025
10:23 PM

El palo de ocote

Jorge Montenegro presenta: El palo de ocote

    Toño era un muchacho campesino que vivía en Jesús de Otoro, allá por los años cuarenta; había pocas casas en la comunicad, los hombres sembraban sus milpas y frijoles en las montañas a pesar del intenso frío de aquellos años.

    Toño subía todos los días a la montaña acompañando a su padre y se sentaba al par del palo de ocote y le hablaba.

    Pues mira Toño, nosotros tenemos un secreto muy especial en estas montañas para sembrar maíz y frijoles a pesar del clima helado. Si te fijas en las mazorcas estas son grandes y los frijoles también.

    El muchacho miró a su padre y preguntó “¿Y los palos de ocote se hacen gruesos y grandes?” “No siempre —respondió el señor—, depende del terreno; hay unos que crecen y otros no”. Mientras caminaban bajando la montaña Toño preguntó: “Papá, ¿por qué la abuelita habla con las plantas? Ella dice que la oyen. Don Anselmo se rió y dijo: Mi mamá siempre dice cosas ja ja ja ja.

    Igual que la abuela, Toño se entretenía hablando con un árbol de pino en la montaña; popularmente se le dice al pino palo de ocote.
    Mira palito, te quiero ver en mi casa en la Navidad, así que no vayas a crecer mucho; a lo mejor vengo a traerte y te llevo en una de las mulas de mi papá.

    El árbol pareció contestar moviendo sus delgadas hojas con una ráfaga de viento. “Vámonos, Toño —expresó el viejo—, antes de que quedes sobado; te oí hablando con ese ocote... je je je. Ya estas igual que tu abuelita”. “Es que me gusta imitar a la abuela que le habla a las plantas —Contestó Toño.

    El viejo puso una mano sobre su hijo y se preguntó así mismo. “¿Y qué sabemos si las plantas oyen?”. “Papá, yo quiero ese ocote en mi casa cuando llegue la Navidad”.

    Don Anselmo sonrió de nuevo y dijo: “No te digo que estas sobado, llevar ese árbol hasta la casa es imposible; aunque alguien lo cortara tendría que llevarlo cortado en pedazos, por eso te digo que es una tarea imposible. Ya vamos a llegar a la casa para descansar, hijo”.

    En efecto la montaña quedaba lejos, el camino era estrecho lo que hacia imposible que alguien cortara el árbol y lo bajara al pueblo. Hermanos, primos y otros miembros de la familia se burlaban del pobre Toño.

    ¡Hey, Toño! Por qué no le pedís ayuda a Sansón para que arranque el ocote y lo traiga, je je je je. ¿Sabes una cosa toño? Deberías de conseguirte un genio para ese ocote.

    Por fortuna para Toño, el contaba con el apoyo de doña Carmen, su abuelita, la señora que hablaba con las plantas. “No le hagas caso a esos tontos, yo sé que ese ocote es amigo tuyo”.

    “Claro que es mi amigo abuelita, además le quite una cáscara con mi cuchillo y ahí puse mi nombre, a todos se los he contado y se burlan de mi, dicen que soy el único que a tatuado a un palo de ocote. Se ríen de mí sólo porque digo que quiero ese ocote en la casa cuando llegue la Navidad”.

    “Hay nietecito mío, qué saben esos locos; esos babosos no saben nada de árboles ni de hablar con las plantas”.

    El frió mas intenso en Jesús de Otoro anunciaba la llegada de Navidad, de las montañas cercanas los campesinos comenzaron a cortar pinos para adornar sus casas, según la vieja tradición. El papá de Toño llevo un pequeño pino para que su esposa y sus hijos lo adornaran con papeles de colores y bellotas pintadas, mientras todos colaboraban adornando el pinito, Toño manifestó en vos alta: “Ahorita estamos adornando este palito, pero mañana que es 24 vamos a adornar mi ocote”.

    “No friegues con tu ocote Toño ja ja ja ja”. Los ahí presentes se rieron a carcajadas. Después de adornar el árbol la abuela repartió tortillas con frijoles fritos y café, se acerco a Toño y le dijo en el oído: “No pierdas la fé, Toño, es lo último que se pierde, ¡ah! y ya sabes, no le hagas caso a nadie. Cuando amaneció Toño tuvo un presentimiento; se vistió y salió corriendo al patio de la casa. Entusiasmado comenzó a gritar con tal fuerza que todos se levantaron. “¡Mi palito de ocote! ¡Aquí esta mi palito de ocote! Se los dije. Abuelita aquí esta mi ocote”

    Toda la familia salió al solar llevándose una gran sorpresa. Plantado en medio del patio estaba un hermoso árbol de pino con el nombre de Toño grabado en un costado. Todos estaban mudos, Toño corrió y abrazo al árbol, luego la abuela hizo lo mismo.

    Poco a poco todos los miembros de la familia se acercaron al ocote y lo abrazaron. No hubo ninguna explicación lógica para el aparecimiento repentino del árbol que en medio del solar estaba plantado y el papá todo emocionado gritó: ¡Feliz Navidad!

    Todos se abrazaron deseándose una feliz navidad y cuentan que ahí está todavía el ocote. La fé mueve montañas, pero esta vez movió un ocote.