08/12/2025
02:01 AM

El hombre más longevo de aldea El Carmen

Maximiliano Zúniga celebró su cumpleaños número 100 en la casa que ha vivido por mas de 10 años, acompañado de su enorme familia y amigos de toda la vida.

A sus 100 años Maximiliano Zúniga aún recuerda pequeños fragmentos de su infancia y aunque con dificultad, relata el día que llegó a vivir en la aldea El Carmen, convirtiéndose en uno de los primeros habitantes.

Acompañado de seis hijos, incontables nietos, bisnietos y amigos de toda la vida, Maximiliano celebró sus 100 años de edad en la aldea El Carmen, donde ha vivido desde que tenía 23 años a lado de Albina Mármol, la que fuera su esposa por más de 70 años y con la que procreó 23 hijos. Su compañera de hogar falleció a los 93 años de insuficiencia cardiaca.

En su mente atesora los recuerdos de la que fuera su compañera de vida, a la que amó y sigue amando con todas las fuerzas de su corazón.

“Cuando me enamoré de ella, sus papás la tenían bien encerrada, pero yo con una tenaza les rompí todo el cerco de la casa y me la llevé”, dice dejando escapar un suspiro.
“En ese tiempo me iban a caer como 23 años de cárcel por robármela, porque yo tenía 23 y ella tenía como 17 años, su familia vivía bien y yo era un individuo pobre, no tenía ni un peso, pero yo la quería bastante”, agrega Maximiliano.

“Nosotros nunca tuvimos un disgusto, yo llegaba a mi casa bien tranquilo, ponía la provisión en la mesa, con todo lo necesario para comer, los costales de harina ella los descosía y los hacía camisitas bien bonitas, era una buena mujer”, dijo con mirada tierna, el ancianito de tez trigueña y sombrero café.

Nació en San Pedro Sula el 11 de septiembre de 1912, hijo de Andrea Zúniga, era el menor de dos hermanos, nunca conoció a su padre. Creció en el barrio Guamilito, uno de los vecindarios más antiguos de esta ciudad, en 1935 se trasladó a Sabanas de El Carmen, lo que hoy es la aldea El Carmen, en compañía de su esposa. “Cuando yo vine aquí (aldea el Carmen) era demasiado sucio, solo había garrapatas, monte y grandes corozales, yo empecé botando palos, le pedí un pedacito de terreno a don Juan R. López, él me lo dio y empecé a trabajar”, expresa. “Luego compré un terreno por 100 lempiras, una parte estaba cercada y otra parte no, y empecé a trabajar la tierra, al tiempo ya tenía una vaca, luego dos vacas y de allí 10 que me sacaban 40 litros de leche”, dice con orgullo.

El anciano relata con total lucidez una anécdota que vivió junto a su fallecida esposa: “A los 16 partos que tuvo mi esposa en el hospital, el doctor le dijo que era suficiente, que había que operarla, entonces ella me contó y le pregunté que cuánto valía la operación, ella me dijo que 350 lempiras, en aquel tiempo era barato, pero yo no tenía dinero, yo le dije; cómo te voy a pagar eso si yo no tengo pisto, no importa, me dijo ella, si yo me muero en el parto es porque era mi destino, y al poco tiempo ya llevaba una cipotía en el vientre”, dijo entre risas.

La conversación se acaba cuando su familia le dice que es hora de partir el pastel de sus 100 años, lo hace él mismo, con la alegría con que encara y vive cada día que Dios le permite vivir.