07/12/2024
02:32 AM

Advierten que Bukele y Ortega convertirán a Centroamérica en zona de riesgo nuclear

La instalación de reactores nucleares en El Salvador y Nicaragua “con fines pacíficos” (para producir energía) convertirá a Centroamérica en una zona altamente vulnerable ante el riesgo de una catástrofe similar a Chernóbil (Ucrania) o Fukushima (Japón).

San Pedro Sula, Honduras

La construcción de dos centrales nucleares en El Salvador y Nicaragua marcará en teoría un hito para Centroamérica en su camino hacia la independencia energética del petróleo, no obstante, esta apuesta de manera automática convertirá a la región en una zona altamente vulnerable ante el riesgo de una catástrofe similar a Chernóbil (Ucrania) o Fukushima (Japón).

En agosto de 2022, el gobierno de Nicaragua dio un paso adelante al aprobar la creación de la “Comisión Nicaragüense para el desarrollo de la Energía Atómica con fines pacíficos (...) con el objetivo de promover el desarrollo y uso de la energía atómica para fines pacíficos, en materia de agricultura, medicina, industria, ciencia, tecnología, vigilancia ambiental y otros aspectos relacionados”.

El Salvador aprueba Ley de Energía Nuclear

Pocos meses después, en marzo de 2023, el gobierno de Daniel Ortega firmó un acuerdo con Rusia que permitirá la construcción de instalaciones nucleares en Nicaragua.

Este acuerdo incluye aceleradores de partículas, generadores de neutrones y otras fuentes de radiación ionizante para usos industriales y científicos.

El acuerdo con Rusia consigna la prestación de servicios para la gestión de materiales nucleares y materiales y sustancias que no están sujetas a un uso posterior (...), garantía de la seguridad nuclear y radiológica, reacción a situaciones de urgencia; desmantelamiento de las instalaciones nucleares de investigación, transmisión de tecnologías e instalaciones para el reprocesamiento químico del combustible nuclear irradiado, el enriquecimiento isotópico de uranio y la producción de agua pesada.

El Salvador no se queda atrás. En julio anterior, la Asamblea Legislativa de El Salvador aprobó la creación del Organismo para la Implementación del Programa de Energía Nuclear y en la última semana de octubre la Ley de Energía Nuclear para poner a funcionar en 2030 el primer reactor de investigación y luego continuar con la expansión con empresas privadas.

Según el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), la energía nucleoeléctrica es una fuente de energía de bajas emisiones de carbono, pues a diferencia de las centrales de carbón, petróleo o gas, las nucleares no producen prácticamente dióxido de carbono (CO2) durante su funcionamiento.

La producción de energía en las centrales nucleares ocurre a través de reacciones en cadena controladas, generalmente alimentadas por uranio 235. El calor generado es utilizado para aumentar la temperatura del agua, que luego se convierte en vapor y, a su vez, hace girar las turbinas que producen electricidad.

Actualmente, según datos del OIEA, 411 reactores nucleares están en operación en 30 países y generan alrededor del 10.5% de la electricidad mundial; hay 58 unidades en construcción en diferentes países, entre ellos, China, India, Corea del Sur y Turquía.

En este contexto, la industria y la OIEA promueven nuevas tecnologías como los reactores modulares pequeños (SMR) que son una de las propuestas más recientes para expandir el uso de la energía nuclear en zonas donde no tienen espacio suficiente las centrales nucleares grandes.

Reactores nucleares tienen múltiples amenazas

Sin embargo, no todos ven el avance de la energía nuclear con buenos ojos. Organizaciones ambientalistas, como Greenpeace, advierten sobre los peligros de los residuos nucleares porque tardan cientos de años en descomponerse y representan un grave riesgo para la salud y el medio ambiente.

“Los reactores nucleares tienen múltiples amenazas como terremotos, inundaciones, fenómenos climatológicos extremos o envejecimiento, y la propia gestión de la industria nuclear y de los accidentes, para los que no estamos preparados. Además, gran parte de los reactores nucleares superan la edad de su vida de diseño. En Europa, hay 25 reactores con más de 35 años de operación. Estamos en una nueva era de riesgo nuclear”, señala Greenpeace.

Marcela Villatoro, diputada de la Alianza Republicana Nacionalista (Arena) en El Salvador, que votó en contra de la Ley de Energía Nuclear, comparte esta preocupación y recuerda la tragedia de Chernóbil en 1986, cuando un error humano desató una de las peores catástrofes nucleares del mundo, que dejó muertos y afectaciones de salud de seres humanos a largo plazo.

La diputada manifiesta inquietud sobre la capacidad de respuesta ante desastres en su país que, como los vecinos de Centroamérica, carecen de suficientes recursos económicos, científicos y logísticos para enfrentar tragedias como las que cíclicamente enfrentan por terremotos y huracanes.

“Cuando se inunda una calle, no saben qué hacer. El país es altamente sísmico, y no tenemos especialistas ni la preparación técnica necesaria para enfrentar una catástrofe nuclear”, argumentó en la sesión de su congreso.

Villatoro le dijo a Diario La Prensa que “es probable” que la región centroamericana sea escenario de un desastre atómico “todo depende de la magnitud del accidente” en una planta nuclear.

“El problema acá es que ninguno de los países tienen el desarrollo suficiente para atender una emergencia en caso de una catástrofe de ese tipo, no tenemos gente técnica ni capacidad, tampoco tenemos normas medioambientales claras y no sabemos cómo responder a problemas medioambientales”.

¿Tendrá Centroamérica la capacidad para manejar ese tipo de tecnología?

En medio de los anuncios hechos por los gobiernos de Daniel Ortega y Nayib Bukele ha saltado al debate la tragedia de Fukushima. En marzo de 2011, un tsunami provocó un accidente en la central nuclear, operada por la compañía Tokyo Electric Power Company (TEPCO), en esa región de Japón.

Este accidente es el segundo peor después de Chernóbil y es considerado de nivel 7 en la Escala Internacional de Sucesos Nucleares y Radiológicos.

Como resultado de esa tragedia, la primera economía europea, Alemania, cerró más de 15 centrales nucleares que desarrolló durante una carrera iniciada a mediados del siglo pasado.

Las últimas tres plantas las desconectó en abril de 2023 a pesar de enfrentar en ese momento la interrupción del suministro del gas ruso por la guerra de Ucrania.

Con los antecedentes trágicos de las centrales nucleares Chernóbil, Fukushima y también Three Mile Island en Harrisburg, Pensilvania, Estados Unidos en 1979 y cerrada en 2019, Elvira Cuadra, directora del Centro de Estudios Transdisciplinarios de Centroamérica (CETCAM), se pregunta si “¿están los países centroamericanos en la capacidad para manejar ese tipo de tecnología” y aclara que “la mayoría no tiene los recursos ni el personal, eso significa que requiere al menos durante una etapa inicial, del apoyo o cooperación de otros países que sí cuentan con esos recursos? La pregunta es quiénes son esos países y por qué les interesaría colaborar para instalar ese tipo de tecnología en Centroamérica”.

La ciudad fantasma de Pripyat, abandonada luego del desastre reactor atómico Chernobyl (EFE).

“El segundo aspecto es que en los casos de El Salvador y Nicaragua se afirma que es energía nuclear de uso pacífico, pero considerando la naturaleza autoritaria de los gobiernos en ambos países, surge la pregunta si ese uso se va a mantener. Finalmente, otra pregunta es ¿qué aporta esta tecnología al desarrollo de estos países que tienen altos niveles de pobreza y exclusión? No queda claro cómo hace parte de una estrategia de desarrollo y cómo puede contribuir a cambiar las condiciones de vida de los centroamericanos”, crítica.

La instalación de reactores en la región crearía naturalmente nuevos riesgos asociados a accidentes, manejo y transporte de desechos radiológicos y otras actividades inherentes de este sector que, por su peligrosidad, son reguladas por normas de seguridad de la OIEA.

Igualmente, de no respetar los acuerdos internacionales, los presentes y futuros regímenes de esos dos países aprovecharían la infraestructura para desarrollar programas de armas nucleares ilegales impulsados por países que tienen intenciones de partir las relaciones entre Centroamérica y Estados Unidos.

Arturo McFields, exembajador de Nicaragua en la Organización de Estados Americanos (OEA), dice que “la diversificación de la matriz energética es una noticia aparentemente positiva” pero “llama la atención poderosamente de que sean Nicaragua y El Salvador los países que estén encabezando este tipo de esfuerzo, sobre todo porque en algún momento han tenido contactos con potencias extranjeras, extracontinentales, como Rusia, entonces, ahí hay que tener todas las alertas encendidas”.

“¿Energía nuclear para qué? ¿Energía nuclear financiada por quién? ¿Energía nuclear para diversificar matriz energética o energía nuclear para generar un epicentro de inestabilidad en temas de seguridad regional? Yo creo que Centroamérica tiene mucho camino por andar antes de ponerse a priorizar la energía nuclear, que siempre es vista con sospecha por diversos motivos de nuestra historia y de nuestro débil marco institucional y democrático. Creo que es un tema preocupante y debe ser visto en detalle y no debemos apresurarnos a buscar nuevas fuentes de generación si no se tienen las condiciones jurídicas e institucionales necesarias”, dijo en entrevista con La Prensa.

McFields opina que “si no existe condiciones democráticas en un país, si no existe respeto al Estado de derecho, a la propiedad privada, sino que existe una cultura de paz en un país, cualquier cosa, que sea como energía nuclear o actividad bélica, siempre va a generar una preocupación”.

Plantea que estos proyectos “deben estar en línea con los principios y valores democráticos del Sistema de la Integración Centroamericana (SICA) y el Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP) de Naciones Unidas”.