02/12/2025
12:01 AM

Alf, 'no es un perro drogo, trabaja por un premio”

El can fue entrenado en Estados Unidos para descubrir narcóticos en la mercadería.

San Pedro Sula, Honduras

Nació en Alemania, fue entrenado en Estados Unidos y actualmente trabaja detectando drogas al servicio de una compañía de seguridad internacional en Honduras.

Es Alf, un pastor alemán adiestrado para buscar estupefacientes prohibidos por la ley entre la mercadería transportada por las carreteras de Honduras y luego embarcada para llevarla al exterior.

Alf conoció la cocaína solo en su entrenamiento inicial, pero es capaz de olfatearla hasta a un kilómetro de distancia, si tiene el viento a su favor.

En vez de la droga real, para dar seguimiento a su entrenamiento en Honduras se usa un sustituto que posee su mismo olor y sus mismas características, explica Gustavo Urrea, quien también fue instruido para guiar al can en la búsqueda de los estupefacientes.

“No es un perro drogo, trabaja por un premio”, comentó.

Sin embargo, durante el entrenamiento en Estados Unidos los perros están en contacto con drogas reales para asegurar que únicamente identifican la esencia de sustancias ilegales.

Por estar certificado por la Dea, la institución donde fue entrenado Alf tiene la autorización del Gobierno para usar drogas puras en los adiestramientos, dijo. Dirigido por Urrea, Alf hizo una demostración en las oficinas de Corporate Security Consultants (CSC), en la que ambos trabajan, sobre la capacidad que tiene para encontrar rápidamente un alijo de narcóticos por muy oculto que esté.

Urrea había escondido previamente un kit de droga falsa y en cuanto el can la olfateaba se sentaba y miraba a su guía como diciéndole “aquí está”.

Urrea suelta de inmediato, disimuladamente, una pelota de softbol, que el animal toma en el aire con los dientes, como si se aferrara a ella para que nadie se la quite. Es su premio por haber encontrado la droga.

Cuando el perro detector descubre el narcótico, no busca en realidad la droga; lo que realmente busca es su juguete, relacionado con el olor del narcótico, explica Urrea.

Good boy, suele decirle Urrea, mientras le acaricia la cabeza cuando el perro hace lo que se le indica.

“¿Será que este perro habla inglés?”, preguntó ingenuamente una dama cuando vio a Urrea trabajar con el animal en un entrenamiento. “No habla inglés, pero lo entiende”, contestó el guía, quien prefiere usar órdenes en inglés porque son más cortas que las frases en español y por lo tanto más fáciles de asimilar por el can, explicó.

Pasivo, pero valiente

Para ser entrenado en Southern Coast K9, de Florida, Alf tuvo que demostrar que es un perro con buen temperamento y valentía. No es agresivo contra las personas, pero sabe conservar el espacio en que está buscando el narcótico.

Para que no se le olvide lo que aprendió en aquella escuela, Urrea lo entrena a diario usando cuatro cajas especiales con un agujero en la tapa, en una de las cuales mete la falsa droga sin que el can lo vea, y luego lo suelta. Alf sale como loco, corriendo de caja en caja, hasta que averigua en cuál está el sustituto, metiendo el hocico en la abertura.

El guía presiona un control remoto y automáticamente salta de la caja una pelota con la que el perro se pone a jugar.

Juntos por siempre

Para conservar la certificación que le otorgó la Dea, Alf debe ser evaluado anualmente en Southern Coast K9, así como Urrea, jefe de la unidad canina de CSC.

Ambos están certificados con estándares dictados por la unidad K9 de la Policía de Estados Unidos gracias a una alianza estratégica para asegurar que el equipo se capacite constantemente.

Urrea recordó que Alf fue adquirido por la CSC completamente entrenado cuando tenía tres años. Ahora tiene siete. “El costo de un perro de estos puede andar por los 16 mil dólares”.

El valor del mantenimiento también es alto. Se come diariamente una porción de un concentrado especial equivalente a un filete. “No le damos más para que no engorde y luego se vuelva haragán”. Si pasa de 120 libras, cobran más en las aerolíneas, aduciendo que deben acomodar la carga para transportarlo. Pesa 84 libras, normal para un perro como él, indicó Urrea.

Por el trabajo que hacen, estos animales pueden padecer de epilepsia; por eso, cada mes se les da una pastilla para el corazón, agregó. También le administran medicamentos antiparasitarios contra la erliquia o erliquiosis canina, causada por la picadura de garrapatas, la cual puede bajarle las plaquetas y provocarle diarreas constantes.

Al llegar a la edad de 10 años, estos perros comienzan a perder agilidad y pasan a retiro. Pero si esto llegara a suceder, Urrea dice que Alf se va con él porque ya se acostumbró a su compañía después de tanto tiempo de andar juntos.