Es indispensable que los niños entiendan que su comportamiento no fue el mejor y es allí cuando se les debe reprender, de modo que comprendan cuál fue esa actitud inadecuada y qué es lo que esperan como padres para un futuro en situaciones similares.
Reprenderlo no es regañarlo fuertemente, no es decirle a gritos lo que no gustó o lo que hizo de manera inadecuada; tampoco es degradarlo o insultarlo con frases que lo hieran y que generen, a mediano o largo plazos, baja autoestima en el pequeño, explica la pedagoga Karina de Reyes.
Tampoco es ignorarlo y mandarlo a su habitación es simplemente, hablarle con amor y seriedad sobre lo que hizo y explicarle con palabras sencillas qué fue lo que estuvo mal.
Para esto, es indispensable que los padres entiendan que muchas de las conductas que no resultan adecuadas a esta edad son parte del proceso de crecimiento de los niños y la constante exploración de su entorno.
Según la psicóloga Diana Quant, los padres deben entender que en su afán de conocer el mundo, buscarle explicación coherente a todo y entender cómo funcionan las cosas, los niños entre 3 y 4 años de edad suelen dañar objetos o comportarse de manera impulsiva.
Esto es propio de su edad y es ahí cuando se debe reprender pero con educación, tal como se hace cuando ya se le ha orientado sobre un comportamiento en especial en la mesa, con los juguetes o en la escuela.
La clave es tener autoridad y no enfadarse ante la primera rabieta o llanto.
Debe ser claro para el niño que quienes mandan en casa son sus padres.
Enfocar el regaño
Es mejor decirle al niño qué es lo que se considera inadecuado y cuál es el comportamiento que esperan de él para un futuro.
Dígale frases sencillas como 'esperaba que recogieras tus juguetes, como habíamos acordado' en lugar de 'eres un desordenado con tus cosas'.
Es preferible hacerle ver lo que está mal de manera gentil y con explicaciones y no utilizar frases fuertes que lo dañen.