18/12/2025
11:34 PM

'Loubavagu”, negación garífuna al olvido

Noche del 29 de noviembre de 2010 en el auditorio del Museo de Antropología e Historia, MAH. Rafael Murillo Selva Rendón llega de nuevo a la ciudad para dirigir “Loubavagu” (El otro lejano).

Noche del 29 de noviembre de 2010 en el auditorio del Museo de Antropología e Historia, MAH. Rafael Murillo Selva Rendón llega de nuevo a la ciudad para dirigir “Loubavagu” (El otro lejano).

La mayoría de los asistentes son jóvenes estudiantes que por vez primera vez tendrán contacto con una la obra de teatro comunitario más reconocida de Honduras, estrenada hace tres décadas por el grupo garífuna Superación.

El director Rafael Murillo Selva se disculpa con el público por la falta de adecuada iluminación en el escenario. Para compensar encienden una hilera de velas. Acepta Murillo Selva que siente un poco de vergüenza, pero es necesario proseguir y cumplir el compromiso.

Antes de que el grupo teatral Superación entre a escena, Murillo Selva resume cómo nació esta obra protagonizada hace treinta años por habitantes de la comunidad de Guadalupe, en el departamento de Colón. Obra que les permitió presentarse en varios escenarios del mundo.

Recuerdo

En 1979 este dramaturgo hondureño, en compañía de otros colaboradores, recorre varias comunidades de la costa norte para hacer realidad un loco proyecto. “La gente creía que yo estaba loco, y tenían razón”, dice Murillo Selva, sin esconder la risa.

Finalmente decide trabajar con los garífunas de Guadalupe, comunidad que en aquella época no tenía ni carretera y estaba aislada de la influencia externa, en comparación con otras zonas habitadas por esta etnia.

Durante 18 años, la generación que originalmente presentó “Loubavagu” estuvo activa. Salían de Honduras para presentarse en algún escenario del mundo y luego retornaban a la aldea. Pero uno de los resultados directos es que lograron mejorar su condición de vida y construir una casa digna.

Para esta nueva faceta, Murillo Selva les concedía los derechos para que presentaran la obra; pero la muerte sorprendió a la promotora de volver a ver “Loubavagu” y lo obligó a tomar las riendas del montaje.

La vigencia perdura

“Loubavagu”, ahora protagonizada por descendientes directos de los protagonista originales, cuenta las peripecias de los garífunas en San Vicente, las acciones de su héroe Satuyé y la posterior expulsión en 1796 hacia Honduras.

Pero su llegada a esta nación centroamericana representó nuevos retos y luchas. La eterna lucha por ser propietarios de un pedazo de tierra, el batallar contra la corrupción gubernamental y sus múltiples trabas para otorgar un título de propiedad o el asedio de los poderosos y terratenientes que les obligan a vender sus tierras, bajo la amenaza (no pocas veces ejecutada) de muerte.

Desde sus primeras presentaciones, los críticos catalogaron a esta obra de revolucionaria, término tergiversado y satanizado en la Honduras actual. Pero Loubavagu es la voz de protesta de un pueblo marginado que lucha por el reconocimiento de su raza, costumbres, religión, etc.

Una lucha que en pleno siglo XXI se mantiene, pues las estructuras políticas, religiosas y sociales todavía no saldan su deuda con los pueblos “menores”, como garífunas, tolupanes, chortís, misquitos, pech, etc.La música sobrevive a todos los tiempos recreados en “Loubavagu”. Pese a toda injusticias sufrida por el garífuna, siempre sobresale su espíritu “festivo” para afrontar la adversidad. Aunque Murillo Selva evita explotar el “folclorismo” garífuna, elemento sí aprovechado por algunos pseudoartistas que pretenden convertirse en defensores y promotores de la cultura garífuna.“Loubavagu” no sólo lleva a escena etapas históricas del pueblo garífuna, también se sumerge en la crítica interna. Una crítica hacia el garífuna que traiciona al mismo garífuna, una crítica hacia el garífuna que olvida su memoria histórica, que renuncia a sus raíces, a sus costumbres, a sus creencias y aun a su idioma.

La conciencia social es vital para el desarrollo de un pueblo y el arte un medio poderoso para fijar en la memoria de sus habitantes la belleza de su historia.