Si los padres transmiten a sus hijos la certeza de que confían en ellos, pueden estar seguros de que us hijos tendrán las herramientas internas necesarias para cuidarse a sí mismos de las amenazas que existen a su alrededor tales como: drogas o violencia.
De esta manera serán menos vulnerables a estas situaciones las cuales preocupan de manera especial durante la adolescencia. Mientras los padres ejerzan un buen control emocional sobre sus hijos, los harán menos víctimas de todas las cosas que están pasando.
Es importante generar espacios de reflexión para que los hijos se vuelvan más críticos al ver o enfrentar los eventos cotidianos, teniendo mucho cuidado de no transmitirles la conducta de evitar siempre los problemas, por temor.
Los niños, niñas y adolescentes, además de lo que se les enseña, aprenden lo que ven y oyen en su ambiente.
La clave
La base para generar un ambiente de confianza en el niño es la autoestima, esto es, la capacidad para que reconozcan y valoren positivamente sus habilidades y destrezas.
Una autoestima positiva tendrá implicaciones favorables el desarrollo del aprendizaje, las relaciones sociales y en la construcción de la confianza de los hijos.
Contrario a lo que muchos padres de familia piensan, la mejor manera de formar y fortalecer la autoestima de los hijos es motivarlos para que enfrenten situaciones que conlleven un reto a vencer (de acuerdo a su edad, por supuesto).
Cuando los niños superan una nueva situación, que les significaba dificultad, entonces se reconocen sus fortalezas e incrementan su autoestima y, por tanto, la autoconfianza.
También es importante favorecer en ellos el que empiecen a realizar actividades tan simples como: comer solos, jugar, compartir, enseñarles a prestar atención y a esperar, recomienda la sicóloga Mónica Toro.
Estas son situaciones que les permiten ir adquiriendo mayor autocontrol de su cuerpo y de sus impulsos, y les van permitiendo sentirse mejor adaptados y aceptados.
Es importante a la vez generar momentos de diálogo y juego con ellos, con la finalidad de modelarles las conductas adecuadas y transmitirles que ellos son tan importantes que merecen que se les dediquen tiempos para simple y sencillamente convivir con ellos (no sólo para darles órdenes e imponerles “castigos”).
La confianza y credibilidad en uno mismo están presentes desde el nacimiento. Dado que algunos de nosotros hemos sido tratados con desconfianza desde la infancia, hemos aprendido a no confiar en nuestros propios sentimientos.
Sucesivamente, también enseñamos a nuestros hijos a no confiar en sí mismos.
Un niño que ha desarrollado un patrón consistente de necesitar el consejo de alguien más cuando las emociones están a la fila, necesita un voto de confianza de los otros.