La última vez que Pablo César Penha se cortó el cabello fue en mayo de 1989 mientras se encontraba en Roma y dice que no piensa visitar de nuevo al barbero.
Creyó que era mejor dejar su cabellera crecer libremente después de ver a un hombre de la isla de Creta con una melena que le caía en cascada más abajo de la cadera. Es el Sansón moderno.
No sólo tiró las tijeras, sino también el peine. Por eso su cabello se fue transformando en tupidos y largos cordones que parecen las serpientes de la medusa.
Él explica que son trenzas hechas por el tiempo, como las que suelen llevar los miembros del movimiento religioso rastafari, al cual pertenecía el músico jamaiquino Bob Marley.
Trotamundos
Pablo César salió un día de Brasil, su país natal, para recorrer el mundo sólo con una maleta de artesanías, muchas de ellas elaboradas por él mismo.
En ese deambular por América y Europa tuvo que dormir en el portal de alguna iglesia, en una estación de trenes o en algún vagón abandonado.
Recuerda que incluso, en 1995, cuando estaba en Venezuela, hizo de una playa su casa durante una larga temporada porque no halló otro lugar donde pernoctar tras dedicarse a la venta de sus productos y amuletos de la buena suerte.
Cuando le iba bien en el negocio, podía pagar un hotel barato o comer en un café popular, pero casi nunca sobraba para otros gustitos mayores, por eso fue beneficioso para su bolsa ahorrarse el dinero del barbero, según dijo.
Así anduvo por mucho tiempo, hasta hace dos años cuando echó el ancla en San Pedro Sula luego de conocer a Leonor Benítez, con quien se casó.
Ahora tiene su puesto de artesanías en la Plaza Típica Coracts, de donde no piensa moverse por
Luna se divierte jugando con los cordones de su padre, conocidos como rastas.
Su abundante cabellera llama la atención de la clientela que visita ese lugar, lo cual lo llena de orgullo. 'Es mi mayor atractivo', comenta Pablo César mientras muestra los cordones de cabellos que se acercan cada vez más al suelo.
'Me ayuda en mi trabajo porque es llamativo. La gente llega para verme, atrae a los jóvenes y a los adultos', dice.
Manifiesta que debido a que no se volvió a peinar, se fueron formando las trenzas, que solamente lava regularmente con agua y champú.
Refiere que cuando sale, para el caso a comprar a un supermercado, recibe comentarios elocuentes sobre el peculiar estilo de su melena que contrasta con su vestimenta típica.
Cierta vez se le acercó una dama para comprobar si su cabellera era original. 'Qué bonito, lo felicito', le dijo la mujer luego de palpar aquellos cordones de color castaño oscuro.
Esos adornos naturales son el entretenimiento de su hija Luna de dos años, cuando Pablo César se pone a jugar con ella.
'Se me sube en la espalda como si montara un caballo y se agarra de las trenzas como si fueran las riendas', expresa.
Para botar el estrés
Entre las artesanías que el brasileño vende está una que llama sobremanera la atención por su forma compleja y porque puede convertirse rápidamente en diferentes figuras.
Se trata de mándalas hechas de alambre y piedritas de colores que sirven para botar el estrés y alejar las preocupaciones
Era gaviota que no hacía nido en ningún puerto, hasta que conoció a Leonor Benítez.
Estos artículos fueron creados hace cinco mil años con la intención de perfeccionar los sentimientos y el inconsciente, explica Pablo César.
Con asombrosa rapidez, el artesano convierte la mándala en una corona, una cesta, un platillo volador o un templo. Cada figura tiene su propio significado, pero lo más importante es que al manejarla con calma y concentración se obtienen resultados terapéuticos, se liberan ocultas fantasías y se estimula la mente, manifestó.
Vende cada mándala con su respectivo instructivo donde está su historia y sus beneficios para la salud mental.
Mientras hace una demostración de su habilidad para manejar aquel conjunto de círculos de alambres entrelazados, más personas se acercan a su puesto, unas para comprar y otras para admirar su desproporcionada greña.