Las próximas elecciones en Honduras representan un punto de inflexión en el que la ciudadanía se enfrenta a una decisión entre cambio o continuidad.
En este contexto, Daniel Ivoskus, presidente de la Cumbre Mundial de Comunicación Política, ofrece un análisis técnico, subrayando la necesidad de nitidez política y liderazgo con visión económica en los candidatos.
Ivoskus enfatiza que el principal problema de la sociedad hondureña es de naturaleza económica —el desempleo y la falta de poder adquisitivo— más que ideológica, y que el país requiere un liderazgo con experiencia y un plan concreto que lo alinee con las mejores oportunidades geopolíticas y de crecimiento.
Daniel Hernán Ivoskus es un consultor y político argentino.
A continuación, la entrevista completa
Como observador de los procesos regionales, ¿cómo describiría el estado actual de la democracia en América Latina, considerando la polarización política y el desgaste institucional?
Es crucial evitar la generalización al hablar de la democracia latinoamericana, pues la realidad de países como Venezuela o Ecuador, donde el autoritarismo y la falta de cumplimiento de las reglas han dejado a la democracia prácticamente herida de muerte, difiere enormemente de naciones con instituciones más sólidas como Colombia, Argentina, Chile o Uruguay.
El riesgo más grave es cuando las elecciones se convierten en una mera formalidad, con un resultado preestablecido, lo que socava la confianza ciudadana en el proceso.
En cuanto a la polarización, debemos entender que ya no solo reside en los partidos o líderes, sino que es un fenómeno profundamente arraigado en la sociedad. Cuando la ciudadanía está polarizada y elige entre extremos (blanco y negro), el candidato que no se alinea con una postura definida corre el riesgo de quedar fuera de la discusión electoral.
Por ello, los candidatos se ven obligados a ajustarse a esta dinámica, entendiendo que, en contextos de alta polarización, si no se construye una imagen negativa por contraste con el adversario, es difícil construir una imagen positiva propia.
¿Considera que la región atraviesa actualmente una crisis de liderazgo o una crisis de representación ciudadana, o existe una mezcla de ambos problemas?
Se trata, sin duda, de una mezcla de problemas que se retroalimentan. Por un lado, presenciamos un fenómeno de hiperpersonalismo en la política, donde los liderazgos individuales se vuelven mucho más fuertes que los proyectos políticos a largo plazo y que los propios partidos.
Si bien un líder carismático puede generar un momentum electoral, el problema surge cuando este liderazgo se debilita o cae, pues no existe una red de contención institucional capaz de sostener la democracia.
Por otro lado, esta personalización es una consecuencia directa de la crisis de representación. Los partidos se han alejado de la solución de los problemas reales, forzando a los votantes a buscar figuras fuertes que prometan cambios radicales, debilitando la institucionalidad
En su experiencia, ¿la comunicación política ayuda genuinamente a fortalecer la democracia o solo maquilla los problemas de gestión?
La función de la comunicación política es esencialmente ser un ecualizador y un puente entre los políticos, los gobiernos y la ciudadanía. Su rol es dar valor emocional a los liderazgos, canalizar el mensaje político y lograr que la sociedad entienda las propuestas, aprovechando la disrupción y creatividad de las plataformas digitales.
Sin embargo, la comunicación por sí sola no puede consolidar la democracia. En campaña, el objetivo es ganar votos; pero en el gobierno, el objetivo es ‘gobernicar’ (gobernar y comunicar). La democracia solo se fortalece si los gobiernos hacen las cosas que deben hacer.
Analizando el escenario local, ¿cómo observa el clima político y social en Honduras a medida que se acerca la fecha electoral?
El escenario hondureño ha evolucionado de una fase inicial de ‘tercios’ hacia una polarización más clara entre dos fuerzas principales. Esta transición tiene una lógica democrática: el votante comienza a buscar el voto útil y la sociedad exige nitidez en las posturas políticas.
La contienda se ha definido entre el oficialismo y la oposición. La candidata Rixi Moncada representa la continuidad del gobierno, mientras que Nasry ‘Tito’ Asfura es el representante claro de la oposición.
La aprobación de la gestión del gobierno será un factor determinante en la capacidad de crecimiento de la candidata Moncada.
¿Qué tipo de votante predomina en Honduras a su criterio: el emocional, el racional, o el que busca un cambio inmediato?
Es complejo dar una única característica, pero las campañas electorales son predominantemente emocionales. Las emociones rigen las decisiones de voto, aunque en la etapa previa pueda haber una parte de conveniencia o racionalidad, por ejemplo, cuando la inversión pública y la entrega de bonos generan un crecimiento temporal de la aprobación.
Lo más importante es la nitidez de la representación política en términos de oficialismo versus oposición. Las personas buscan saber a quién representan los líderes y si son verdaderamente una alternativa de cambio.
En el caso de Honduras, una parte relevante de la sociedad que votó por el cambio y que no ha visto plasmadas sus expectativas en la gestión pública, es la que ahora impulsa una clara elección de cambio en lugar de la continuidad.
¿Qué tan vulnerable considera que es el proceso electoral hondureño ante la desinformación, las fake news y la manipulación digital?
El mundo entero está en una situación de vulnerabilidad absoluta ante la desinformación y las campañas sucias.
La clave para Honduras, como para cualquier otro país, reside en que los equipos de comunicación de los candidatos y partidos tengan la capacidad de contrarrestar, bloquear y tomar la iniciativa ante los ataques. Esto implica tener un mensaje claro y estar preparados para ir al contraataque.
A esto se le suma una capa geopolítica: Honduras tiene la responsabilidad de garantizar reglas claras, un conteo transparente y total claridad electoral.
El mundo y el hemisferio están observando el proceso, pues la elección definirá si Honduras se alinea con el eje de países pro-Estados Unidos y occidente, o si se acerca a otros ejes ideológicos, lo cual impactará directamente en su perspectiva de futuro.
Desde su análisis, ¿qué elementos concretos podrían poner en duda la transparencia de las próximas elecciones y cuáles son las acciones preventivas clave?
El factor que más riesgo representa es la desconfianza en el proceso electoral. Si los partidos políticos y la ciudadanía perciben que no hay un acceso a resultados transparentes y que el voto no será respetado, se produce un quiebre institucional que puede derivar en una crisis profunda de consecuencias impredecibles.
El principal objetivo de los responsables electorales debe ser la transparencia extrema. Esto significa: contar todo, abrir el proceso a observadores de todas las ideologías, y ser absolutamente claros en cada etapa.
Esta transparencia no solo evitará una crisis postelectoral, sino que fortalecerá las instituciones, la democracia y, en última instancia, a todo Honduras frente a las dudas internacionales que ya existen.
El actual gobierno hondureño se define como de izquierda, pero enfrenta críticas por la falta de transparencia y confrontación institucional. ¿Qué lectura le da usted a este modelo político en el país?
Es complejo definir la política actual solo en términos de "izquierda" o "derecha", ya que la región muestra que lo ideológico se comporta de diversas maneras según los líderes. Sin embargo, lo que es innegable es que el principal problema de los hondureños no es ideológico, sino económico. El desempleo, la falta de ingresos y el bajo rendimiento de las empresas son la desesperación que afecta a cerca del 50% de la población.
El modelo político debe evaluarse en función de cómo aborda estas variables y su alineamiento geopolítico, no ideológico, sino pragmático.
El próximo presidente debe definir cuál es el eje de alineamiento que hará a Honduras más competitivo en el mercado laboral y que proveerá seguridad. Actualmente, existe un claro dilema entre un modelo que busca ser un aliado estratégico de Estados Unidos y otro que mira hacia el eje de Venezuela.
Esta decisión práctica es la que marcará la diferencia en la senda de crecimiento y la mejora de la calidad de vida de los hondureños.
¿Por qué a los líderes de izquierda, una vez que están en el poder, les cuesta sostener el discurso de cambio y concretar los hechos prometidos?
La dificultad para sostener el discurso de cambio y concretar hechos es, a mi parecer, un problema de liderazgo y de gestión, más que de ideología. En América Latina, hemos visto ejemplos de líderes de derecha que han sido autoritarios y han fracasado en sus promesas (como el caos actual en Ecuador), así como líderes de derecha que han logrado una alta aprobación y continuidad (como El Salvador).
Lo mismo ocurre con la izquierda: existen gobiernos que tienen posturas propias y más pragmáticas, como México, y otros que se alinean rígidamente con ejes ideológicos fracasados.
Las dificultades de un gobierno de izquierda en Honduras, por ejemplo, se reflejan en su caída en la aprobación de gestión (de un 52% de votos a un 35% de aprobación). Esto sugiere que las dificultades son consecuencia de una gestión política ineficaz y una comunicación que no ha sabido conectar con el ciudadano, más que un defecto inherente de la ideología.
¿Qué tan peligroso resulta para la democracia cuando un gobierno justifica sus errores de gestión culpando constantemente al pasado o a la oposición?
La gente es muy clara al respecto: cuando un líder es elegido presidente, se le vota para que gobierne y resuelva, no para que ponga excusas. Por más que un gobierno haya heredado una situación pesada o un país con problemas estructurales, la promesa de campaña fue de cambio y solución.
Poner excusas o culpar constantemente a otros es un síntoma claro de fracaso político actual. Demuestra una falta de voluntad o de capacidad para ejecutar el plan prometido.
Un líder fuerte y efectivo asume la responsabilidad y se enfoca en la gestión activa para resolver los problemas, en lugar de gastar energía en justificar su inacción, culpando a la herencia o la oposición.
Usted, como experto en comunicación política, ¿qué tan decisiva es la narrativa o el relato frente a la gestión real en los tiempos de la posverdad?
En la era de la posverdad, la narrativa y el relato son absolutamente cruciales. Vivimos en un tiempo donde, a menudo, la mentira termina convirtiéndose en verdad si es comunicada con eficacia. Por ello, la construcción de relatos de gobierno y "mitos" de gobierno es una tarea constante.
Tan importante como hacer la obra (la gestión) es comunicar esa obra. De hecho, son dos caras de la misma moneda; por eso acuñé el término Gobernicar (Gobernar y Comunicar).
Un gobernante debe cambiar el chip al ganar la elección: pasar de prometer a resolver, e ir contando con total transparencia lo que se está haciendo. La comunicación es lo que valida y legitima la gestión ante la sociedad.
¿Qué errores comunicacionales suelen cometer los gobiernos cuando se enfocan más en defenderse y menos en escuchar al pueblo?
El principal error, y usted mismo lo menciona, es cuando el líder pierde la capacidad de escuchar. Esto ocurre cuando el gobernante se rodea de lo que llamamos "círculos rojos" o "bufones" que solo buscan elevar su ego y adularlo para conseguir mejores posiciones políticas.
Esta situación aísla al líder de un "baño de realismo", perdiendo contacto con las necesidades y los sentimientos de la población. La clave del liderazgo es la humildad y la conciencia de que el éxito no depende de una sola persona, sino de un equipo competente y una capacidad constante de autoevaluación. Un líder que se enfoca solo en defenderse proyecta debilidad y pierde credibilidad.
En una campaña moderna, ¿se puede ganar una elección solo con estrategia digital, o el contacto "mano a mano" con el votante sigue siendo determinante?
Las campañas políticas exitosas siempre se basan en un sistema de comunicación integral, lo que denominamos la "triple vía": lo digital, los medios tradicionales (el aire) y el territorio (contacto directo).
Si bien las redes sociales son cruciales para el voto joven y la difusión rápida, el contacto directo es irremplazable. El territorio no solo permite al candidato persuadir al votante, sino que también alimenta las otras dos vías, proporcionando la información, el pulso social y las historias reales necesarias para construir narrativas digitales y mediáticas efectivas. Es un error estratégico basar una campaña solo en lo digital.
¿Qué tanto peso tiene el voto joven y el manejo de las redes sociales en este tipo de campañas políticas en Honduras?
El voto joven es absolutamente clave y determinante. Los jóvenes, especialmente en el rango de 18 a 35 años, son activistas, opinan y se movilizan en redes sociales. Ellos no son el "futuro", son el presente y exigen ser protagonistas de la decisión política.
Por lo tanto, la estrategia digital debe ser prioritaria, con un manejo específico para cada plataforma. El candidato o partido que logre conectar con las emociones, la frustración y las aspiraciones de este segmento, y les ofrezca una propuesta de futuro clara, tendrá una ventaja decisiva en las próximas elecciones.
¿En qué medida las emociones como el miedo, la esperanza o el enojo siguen siendo el eje central en las campañas políticas actuales?
Las emociones siguen siendo el eje central porque son los sentimientos que hoy predominan en la sociedad latinoamericana. Una buena campaña debe mapear cuáles son estos sentimientos dominantes, ya que se pueden cruzar directamente con la intención de voto.
Por ejemplo, el miedo (a la inseguridad) exige un candidato que se presente como un solucionador y dé seguridad. La frustración y la desesperanza (por la economía) exigen a alguien con experiencia, un plan claro y un proyecto de crecimiento que inspire esperanza.
La sociedad hondureña, en particular, necesita a un líder que entienda la producción, el campo y la economía, y que pueda garantizar que, con un plan coherente, al final de su mandato, la vida de los hondureños estará mejor.
¿Dónde se traza la línea divisoria donde termina la comunicación política y comienza la manipulación o la propaganda?
La línea se cruza definitivamente con la mentira, el engaño y el intento deliberado de confundir a la sociedad o de desviar la atención de los temas cruciales. Cuando la comunicación se basa en el relato mendaz y no en los hechos, se convierte en manipulación.
Esta manipulación daña a corto y mediano plazo la política, la democracia e incluso a los partidos, pues el bien más preciado de un político es su credibilidad. Si un líder pierde la confianza de la sociedad porque miente o manipula, no puede ser votado y su gestión se vuelve ilegítima, independientemente de si ganó o no.
¿Qué lecciones clave deberían aprender los partidos hondureños de los recientes problemas y ciclos electorales en Latinoamérica?
Hay mucho que aprender. La lección principal es que la transparencia electoral es la base de todo. El ejemplo de países como Ecuador, con elecciones no transparentes, es que el país termina "prendido fuego" en una crisis constante.
Por el contrario, casos como el de Uruguay muestran el valor de un traspaso de poder normal, con convivencia y respeto por los valores democráticos, incluso entre partidos opuestos.
También hay que aprender de liderazgos disruptivos como el de El Salvador o Argentina: un outsider puede ganar, pero debe entender que, una vez dentro del sistema, necesita decisiones políticas coherentes y armar un equipo de gobierno fuerte.
La lección final es que ningún país puede permitirse el lujo de terminar aislado y bloqueado del mundo, pues esto castiga directamente a los ciudadanos, no al gobierno de turno.
¿Qué es más difícil para un político: ganar el poder o sostenerlo sin perder la legitimidad?
Si bien hay una trampa en la pregunta porque primero hay que ganar, gobernar es mucho más difícil que ganar una elección.
Ganar el poder implica una estrategia de campaña exitosa, pero sostenerlo requiere la capacidad de gobernicar, es decir, de hacer una gestión efectiva y comunicarla con total transparencia, resolviendo los problemas para los que el líder fue votado.
Un gobernante pierde legitimidad cuando no cumple lo prometido y se encierra en su propio círculo, fallando en el acto más difícil: la administración real del país.
¿Qué mensaje final le enviaría a los hondureños sobre el valor de su voto y el papel que juega en la defensa de la democracia?
El mensaje es claro: la democracia lo es todo, y el voto es la herramienta irrestricta que le permite a la ciudadanía ser escuchada. Por lo tanto, no se trata solo de ir a votar, sino de defender la transparencia electoral. Un voto sin transparencia es un voto manipulado.
Los hondureños deben alzar la voz frente a cualquier situación que atente contra la democracia, y luego, salir a votar masivamente. Ya sea que se prefiera la continuidad o el cambio, es imperativo votar y defender la democracia para asegurar que el rumbo del país sea realmente la voluntad de su pueblo.