Según cifras no oficiales, los negocios dedicados al oficio de la sastrería han disminuido en un 50% su nivel de ingresos, provocándoles en muchos casos la quiebra y, como resultado, la búsqueda de otras fuentes de subsistencia.
Se calcula que sólo quedan entre 150 y 200 sastrerías en toda la ciudad a consecuencia de factores como: el poco apoyo por parte de las autoridades para las escuelas que anteriormente se dedicaban a formar aprendices de este oficio, y la venta de ropa usada que les representa una amenaza a estos microempresarios.
En San Pedro Sula existe una cooperativa que agrupa a los sastres; sin embargo, los pocos resultados y los factores anteriormente mencionados provocaron que en los últimos 30 años de 1,700 afiliados que tenía la Cooperativa de Maestros Sastres Limitada, Conselm, actualmente sólo tenga 17 miembros.
Uno de esos miembros fue Victorino Carranza, dueño de la Sastrería Victorinos, quien enumera varios factores que han provocado la caída de su negocio en los últimos años.
“Desafortunadamente nuestras microempresas han venido en decadencia y nos ha afectado en aspectos financieros, económicos y sociales, porque cada día la gente prefiere comprar ropa usada que mandarla a hacer.
La otra gran debilidad que tenemos es la carencia de recursos de personas que quieren aprender la sastrería. Hay un nivel de formación bajo, eso provoca que ellos no tengan conciencia de los acabados, la calidad y los conocimientos de un servicio y eso ha afectado a las microempresas”.
No hay altas temporadas
Anteriormente, los meses de noviembre a enero significaban los de mayor repunte económico para estos microempresarios; empero, ahora ya no hay diferencia de temporadas.
“Al menos 70% de nuestros ingresos se han visto agravados, especialmente después de la crisis política. El mercado que teníamos para confeccionar uniformes ha sido disminuido. La gente prefiere comprar en otro lado un pantalón escolar de 100 lempiras, que uno elaborado por el cual le cobraríamos 200 lempiras”, dijo Carranza.
La microempresaria afectada Deisy Pacheco, propietaria de la sastrería Orión, comentó que “desde hace 15 años tengo mi negocio y actualmente se podría decir que de 100 prendas que hacíamos, sólo estamos haciendo el 50%. Lo que sí se ha mantenido son las reparaciones o ajustes de prendas de vestir. Pero la gran cantidad de trabajo nos viene por las empresas que mandan a hacer los uniformes a sus empleados”.
Por su parte, René Amílcar Rodríguez, propietario de la sastrería El Buen Vestir, dijo que “hemos caído bastante, anteriormente esperábamos esta temporada como agua de mayo, pero ahora ya no es así. Es tan grande la crisis que debemos buscar un empleo alterno para poder subsistir. Algunos de mis empleados sastres trabajan en otras cosas, por ejemplo, como ayudantes de albañilería, y en mi caso vendo cosméticos para mujer los días viernes, sábado y domingo y el resto de la semana la dedico a la sastrería”, señaló.
Propósitos
Aunque los sastres no estén pasando por su mejor momento, tienen propósitos para lograr que el rubro repunte. “Estamos tratando de hacer a nivel de micro y pequeñas empresas un tipo de mercadeo, para centralizar un taller donde podemos estar muchos o varias personas trabajando unidos. Pero creo que una de las alternativas para mejorar el rubro sería trabajar en la baja autoestima, el nivel intelectual de cada uno y el intercambio de tecnología, algo que todavía no hemos hecho”, finalizó Carranza.