En un país donde más del 40% de la población tiene menos de 25 años, el relevo generacional en sectores estratégicos como la caficultura es tanto un desafío como una oportunidad. En los últimos años, Honduras ha comenzado a presenciar un fenómeno transformador: una creciente participación de jóvenes en todas las etapas de la cadena de valor del café.
Lejos de replicar modelos heredados, esta nueva generación está incorporando conocimientos técnicos, herramientas digitales y una visión empresarial más ágil y diversificada. Ya no se trata únicamente de sembrar y cosechar, sino de controlar la calidad, entender el mercado, agregar valor y construir marca.
Una de las principales diferencias con generaciones anteriores es la formación. Gracias a programas impulsados por instituciones como IHCAFE, el IICA, y universidades técnicas del país, cientos de jóvenes han sido capacitados en temas como catación, barismo, tostado, administración de fincas y comercio internacional. Esta profesionalización ha permitido que más jóvenes asuman roles estratégicos, desde la exportación de microlotes hasta la apertura de cafeterías de especialidad.
Datos del Instituto Hondureño del Café indican que, entre 2018 y 2023, se duplicó el número de jóvenes certificados como catadores Q Grader en el país. También se ha registrado un aumento sostenido en la participación juvenil en eventos como la Taza de Excelencia y ferias internacionales, donde muchos jóvenes han destacado como representantes técnicos, tostadores o exportadores emergentes.
El crecimiento de esta nueva generación también ha sido impulsado por la digitalización. Las redes sociales, los canales directos de venta y las plataformas de trazabilidad han permitido a los jóvenes caficultores contar su historia, mostrar sus procesos y comercializar su café sin necesidad de intermediarios. Esta conexión directa con el consumidor final ha generado una nueva cultura cafetera, más conectada, más informada y más exigente.
Además, la juventud cafetera está impulsando una transformación cultural en torno al consumo local. Mientras que hace una década el café de calidad era casi exclusivo para exportación, hoy en día se pueden encontrar en varias ciudades hondureñas cafeterías lideradas por jóvenes, donde se valora el origen, la preparación y la experiencia sensorial del grano.
Sin embargo, persisten obstáculos: el acceso limitado a financiamiento, la tenencia de tierra, la falta de incentivos fiscales y la débil infraestructura en muchas zonas rurales. Aun así, la energía, la preparación y el compromiso de los jóvenes con el sector son señales claras de una renovación en marcha.
La juventud no solo está garantizando la continuidad de uno de los sectores más importantes del país: lo está reimaginando. Si se les brinda el apoyo necesario, los jóvenes no serán únicamente herederos de la caficultura hondureña. Serán sus verdaderos arquitectos.
