Qué lejanos parecen los días del Jogo Bonito y la Naranja Mecánica.
Hasta no hace mucho, un duelo entre Brasil y Holanda era garantía de fuegos artificiales, un choque de dos escuelas que priorizaban el espectáculo por sobre cualquier otra cosa.
Ambos equipos se medirán en los cuartos de final de la Copa Mundial tras despachar el lunes a Chile y Eslovaquia. Pero esta vez será un partido de obreros. De equipos bastante mezquinos, con un fútbol mecanizado que no levanta a nadie de sus asientos.
Dunga impuso a Brasil un juego disciplinado, ordenado, de marca, reflejo del estilo que lo caracterizó como jugador. Holanda dejó de lado la escuela del “fútbol total” de los años 70 y hoy prefiere ganar jugando mal a perder jugando bien.
“¿Quién dijo que ganar sin jugar bien no vale?”, preguntó su técnico Bert van Marwijk, quien le pide a sus jugadores que tengan la pelota y achiquen espacios al rival, no que intenten buscar el arco contrario cada vez que puedan.
“Antes todos decían que Holanda jugaba bien pero no ganaba nada. Ahora estamos ganando”, se justificó Arjen Robben, quien pone el único chispazo de buen fútbol en el equipo naranja.
Las dos últimas veces que se midieron, Brasil salió airosa y terminó llegando a la final.
En los cuartos de final del Mundial de 1994, los sudamericanos ganaron 3-2 con un gol de tiro libre de Branco a nueve minutos de la finalización del partido. Era la selección de Romario y Bebeto, autores de los otros dos goles, con un caudillo en el mediocampo llamado Dunga.
Cuatro años después, se toparon en las semifinales y el partido terminó 1-1; pero los brasileños vencieron en la definición por penales luego de que Phillip Cocu y Ronald de Boer fallaron los suyos.
Cocu y de Boer integran hoy el cuerpo técnico de Holanda.
En esa ocasión, Brasil cayó inapelablemente 3-0 frente a Francia en la final.