Lo propio del ser humano, lo que le permite ejercitar su calidad de racional, es su capacidad de pensar, de reflexionar sobre sí mismo, sobre los demás, sobre sus circunstancias.
Es innegable, de todos modos, que ese temor a ser dejados de lado produce cierta angustia en muchas personas. Para Kierkegaard, el individuo auténtico se enfrenta a la angustia de pensar por sí mismo.