Esta perspectiva no es una novedad, sobre todo si nos remontamos a la teología de Karl Rahner, quien enfatizaba en la experiencia trascendental del amor de Dios.
El ministerio de León XIV se inscribe en un presente eclesial complejo, marcado por la herencia de pontificados recientes y la urgencia de responder a problemáticas multifacéticas.
Esa seguridad ciega en nuestras ideas nos aleja drásticamente de la posibilidad remota de tener un pensamiento crítico y autónomo, ya que la ausencia de duda no es símbolo de sabiduría.
En línea con el postulado de Séneca, la tradición judeocristiana otorga un significado muy profundo al sufrimiento, considerándolo como un camino hacia la redención y la purificación.