Y a esto se suma la violencia, esa sombra que ha hecho de nuestro país un territorio de miedo. Nuestros padres podían ir al estadio, caminar por el barrio sin mirar atrás.
Esa transformación silenciosa también ocurre cuando dejamos de ver lo que nos aqueja con atención plena. Convertimos lo aberrante en paisaje: la corrupción, la impunidad.