Redacción
La crianza de los hijos no es solo una responsabilidad; es una oportunidad para transformar el mundo. Tania Victoria Marín lo demuestra cada día desde su hogar, donde encuentra en los pequeños momentos cotidianos la clave para guiar a sus hijos hacia un futuro lleno de propósito.
Para Marín, la educación comienza en casa. “Siempre he pensado que la mejor escuela está en casa, y como padres somos los ejemplos que nuestros hijos seguirán. Todo lo que hacemos y decimos tiene un impacto profundo en ellos”, explica. Su enfoque está inspirado en el concepto japonés de Kaizen, que significa “mejora continua”. Este principio le enseñó que las grandes metas pueden lograrse dividiéndolas en pequeños objetivos. Por ejemplo, enseñar a un niño a hacer su cama puede ser un primer paso hacia la responsabilidad. “No importa si no queda perfecta; lo importante es que aprendan el valor del esfuerzo”, afirma.
Integra el aprendizaje del esfuerzo y la disciplina en actividades diarias. Desde tareas del hogar hasta explorar el arte y la música, cada momento en su hogar es una lección.
“Tenemos rutinas específicas. Por las mañanas, mientras hacen su cama o preparan sus mochilas, los motivo con pequeñas recompensas que para ellos significan mucho. Esas pequeñas victorias diarias les enseñan que el esfuerzo trae resultados”, señala Marín.
La convivencia familiar también es esencial en su crianza. Actividades como juegos de mesa, tareas en equipo o viajes culturales fortalecen los lazos entre ellos. “Compartir estos momentos no solo nos une como familia, sino que les enseña la importancia de colaborar y trabajar juntos”, explica Tania Victoria Marín.
Según la experta, después de cumplir con sus responsabilidades escolares, sus hijos dedican tiempo a actividades creativas como el arte, el piano y el ballet. Durante la semana siguen una estructura disciplinada, pero los fines de semana están reservados para relajarse y disfrutar juntos. “Este equilibrio entre el trabajo y el tiempo libre les permite crecer en un ambiente donde la disciplina y la creatividad coexisten”, asegura.
Para ella, la autodisciplina no se trata de imponer reglas estrictas, sino de guiar con amor y respeto. “Quiero que mis hijos sepan que está bien cometer errores. Cada paso, incluso los tropezones, forma parte del proceso de aprendizaje”, afirma. Fomenta que exploren sus intereses y respeten su individualidad mientras aprenden a ser responsables e independientes.
En su hogar, las interacciones auténticas tienen prioridad sobre los dispositivos electrónicos. “Lo que más disfrutamos es pasar tiempo juntos, ya sea jugando o colaborando en los quehaceres del hogar”, comparte. Además, los viajes familiares son una parte importante de su filosofía. “Viajar nos abre la mente y nos ayuda a apreciar la diversidad. Cada experiencia es una oportunidad de aprendizaje”, comenta.
Su enfoque ha transformado su hogar y se ha convertido en una inspiración para otras familias. “No se trata de ser perfectos como padres. Lo importante es ser intencionales, encontrar alegría en los momentos simples y enseñar a nuestros hijos a enfrentar la vida con esfuerzo y amor”, concluye.