Amiga
Son dedicadas, honradas, benevolentes, amorosas, emprendedoras y sobre todo, madres.
Hoy que en Honduras se celebra el Día de la Madre, LA PRENSA comparte las historias de ocho damas que trabajan en oficios pesados que en el pasado habían sido exclusivos para los hombres.
Zapatería, mecánica automotriz, elaboración de bloques, reparación de llantas, conductora de taxi, policía municial y electricistas profesionales son oficios y profesiones en las que estas damas han incursionado con éxito.
No solo ponen a prueba su resistencia y potencial; construyen temple sin soltar las riendas de sus hogares. Son dignas de imitar.
Marleny Cerrato y su dedicación a la zapatería
Hace dos años comenzó su pasión por la zapatería y a pesar de no tener los conocimientos básicos decidió incursionar para ayudar a su esposo en el negocio familiar.
“Con este negocio hemos contratado a varias personas que han sido muy fieles. Hay días que son buenos, otros malos, pero gracias a Dios salimos con todo lo que tenemos previsto”, dice Marleny Cerrato, madre de dos hijos.
En función de la producción diaria que realizan es el pago que sacan. “Por eso tenemos que ser muy ágiles y cuidadosos porque la elaboración del zapato es algo tedioso. Se comienza cortando, echando pegamento, se rodilla y costura, lo más difícil es colocar suela, pero se aprende”.
Esta madre de familia es una emprendedora de la zapatería. Dice que muchas mujeres se dedican a este oficio. El alto índice de desempleo les hace buscar opciones para salir adelante.
Al principio no es tan fácil adaptarse al olor a pegamento, ya que provoca mareo, dolor de cabeza y ganas de vomitar.
Sus compañeros dicen que es mejor trabajar con las mujeres porque son delicadas y muy responsables en todas sus asignaciones.
Los bloques son el fuerte de Leonor Gálvez
Suda y no es para menos. Con su ropa de trabajo y una sonrisa que nunca deja de deslumbrar atiende a las personas que esperan los pedidos. Todos la admiran. Dicen que es una mujer muy fuerte y valiente porque laborar como “bloquera” no es tarea fácil.
Leonor Gálvez (46) es el brazo derecho de Santiago, su esposo. Él le enseñó a hacer bloques y juntos han sacado adelante un negocio en el que trabajan desde hace 16 años en la colonia Guillén.
Antes de empezar a laborar con su esposo ella trabajaba como empleada doméstica. Asegura que de todos los oficios que conoce nunca se vio haciendo bloques por ser muy pesado y sacrificado, pero que gracias a Dios y al negocio tienen sus cosas.
No tiene hijos propios, pero cuida a un sobrino, ella es como su madre. Le ayuda con los estudios una vez terminadas sus labores en el taller.
Leonor se levanta a las 5:00 am para hacer café y desayunar. Llega al negocio y empieza con la mezcla, mide, echa agua y cemento y lo bate bien para palear en la máquina, de donde el bloque sale listo.
Con la ayuda de Santiago los coloca bien ordenados, uno por uno, para que reciban sol e ir a dejarlos conforme a los fletes que les piden a diario.
“Una de las experiencias divertidas que tuve fue en uno de los viajes un proveedor que tenemos se asustó al verme levantar los bloques y colocarlos bien ordenados. Vino y me dijo ‘por qué hacía tanta fuerza y si alguna vez me había enfermado’, le dije que no”.
Mercedes Cálix , una heroína del caucho
El bullicio por la reparación de llantas es tan familiar para Mercedes Cálix como el llanto de sus dos hijos pequeños cuando le piden comida o alguna ayuda con sus tareas diarias.
Esta joven madre de 30 años tiene tres hijos, uno ya de 16 años. Además es administradora de un pequeño negocio de reparación de llantas.
Es una mujer muy amable, concentrada en su trabajo. Ella contesta las preguntas con una sonrisa y un ligero rubor en el rostro.
A los 14 años ya sabía cómo ganarse el pan diario. Salió embarazada y tuvo que dejar sus estudios y empezar a ejercer su papel de ama de casa.
Su marido laboraba para la llantera que actualmente ella administra. Cuando llegaba al local se fijaba cómo los empleados o su esposo reparaban las llantas.
Con el tiempo se puso a reparar llantas y cuando llegaban los clientes corría a darles calidad de atención. “Cuando ya había aprendido a hacer bien las reparaciones le dije a mi esposo que me diera la oportunidad de atender, y con la asesoría de él me fui involucrando tanto que después nadie me sacaba de aquí”, dice entre risas.
Gracias al negocio ha conseguido hacer amistades y muchos clientes. Quedó sola con la administración debido a que a su cónyuge le tocó buscar empleo donde ganaría más.
“Hemos pasado tiempos muy difíciles, pero ambos hemos aprendido a sobrevivir”.
Lourdes Echeverría, mecánica con pasión
Lourdes Echeverría se ve nerviosa. No se siente muy a gusto con la entrevista, pero al cabo de unos minutos, animada por sus compañeros de trabajo, cuenta muchas anécdotas y cómo le toca ser madre de un varón y trabajar en un oficio duro.
Lourdes trabaja en un taller de mecánica y electricidad desde hace un año. Una vez recibió un toque eléctrico mientras probaba cargar una batería. Fue tanta la furia que empezó a llorar, sus compañeros se burlaron de ella, pero al verla enojada se quedaron callados. Ese día marcó la pauta y se dio a respetar para que no la “mangonearan”.
Sus compañeros dicen que tiene un carácter muy fuerte y que con facilidad se enoja. Esto la hace exigirse en todo lo que hace. A ellos les gusta compartir con ella porque es muy humilde, sincera y sensible.
Las clases que recibe en el Instituto Nacional de Formación Profesional (Infop) hacen de Echeverría la mujer más feliz. Se siente satisfecha con su carrera porque dice que es parte de su personalidad. “Trabajé en maquilas, tiendas y otros lugares y nunca me gustó hacer los mismos trabajos normales de las mujeres. Siempre quise destacar en algo diferente y este empleo es perfecto para mí, amo mucho lo que hago y me esmero cada día en aprender cosas diferentes”.
Tiene 26 años y sueña con su propio taller, recibe el respaldo total de su esposo y la admiración de su hijo.
Dice que su vestimenta a veces es un problema, porque está muy acostumbrada en usar “burros” y jeans y cuando se pone faldas se siente extraña.
Lucila Acosta es autoridad tras el volante
Es más conocida en el punto de taxis de la colonia Ideal como doña Luci. Sus historias son interminables y casi todas con un final feliz.
Lucila Acosta de Belix es taxista desde hace seis años y asegura que este esfuerzo lo hace para que dos de sus hermanos con impedimentos físicos tengan sus medicamentos a tiempo y traten de llevar una vida normal dentro de lo que cabe.
Además de ser madre de dos hijos es abuela de seis pequeños y esa es también una de sus satisfacciones.
Su esposo labora en otro taxi del mismo punto. “Soy una mujer luchadora, laboré haciendo bloques, reparando llantas, tuve una escuela de costura, en fin, sé muchos oficios, pero me dedico a conducir el taxi porque me gusta escuchar a las personas, en este trabajo se oyen unos relatos mejores que otros y eso me emociona”. Contó que una vez un muchacho en estado de embriaguez le hizo parada y pidió que lo llevara a la terminal de buses. Cuando iban pasando por la avenida Nueva Orleans la amenazó con despojarla del dinero y le hizo comentarios impropios.
“Le dije que podría ser su madre”. Vio una patrulla policial y quiso pedir ayuda, pero el tipo pidió ser bajado dos cuadras adelante. Cuando se bajó le dijo a la señora que le diera la bendición, y se fue. “Fue una noche tensa que terminó siendo divertida”, cuenta.
Alta Gracia Osorio pone orden con su silbato
La frase favorita de Altagracia Osorio es: “Formar parte de la Policía Municipal es un orgullo enorme para mí”.
Hace 25 años sirve a la patria. Comenzó en la Policía Nacional y luego pasó a la Policía Municipal, adonde lleva siete años. Altagracia tiene cuatro hijos, y aunque a ninguno de ellos le interesó ser policía, les inculcó la disciplina. Supo alternar su rol de madre con el trabajo que desempeñó hace años en los centros penales. Dice que cada tarea asignada la ejerce con sumo esmero y satisfacción.
“En todos los lados donde me han asignado he corrido riesgo. Una vez me mandaron para una escuela y un padre de familia tenía el vehículo mal estacionado, cuando le solicité amablemente que colocara el auto en otro lugar sacó el arma y me hizo tres disparos. Me preocupé mucho porque había niños fuera del centro de estudio y me tocó proceder contra el individuo”.
Sufrió violencia doméstica cuando vivió con el que ahora es su exesposo. “Las mujeres no nos debemos dejar golpear de ningún hombre. Hay muchos mecanismos de defensa y tenemos que actuar para evitar ser agredidas”.
Dos damas electricistas que se imponen al machismo: Wendy Torres y Rrika Cruz
Es de verlas en las calles subidas en las escaleras con toda su indumentaria para creerlo. No solo por el hecho de ser mujeres, es por la destreza con que hacen su trabajo.
Wendy Torres y Erika Cruz son las únicas mujeres que laboran en el área de electricidad de la Empresa Nacional de Energía Eléctrica. Sus anécdotas van desde asaltos hasta insultos por parte de los abonados.
En un día de trabajo buscan en las casas adonde hay adulteraciones en sus contadores.
Sus vidas son diferentes, pero al final terminan haciendo la misma faena. Wendy es sampedrana, tiene 24 años y cuatro hijos, a los que educa con mucha pasión.
Erika es de Guaimaca, Francisco Morazán. Con dos hijos y 27 años asegura que es difícil muchas veces atender el hogar y el trabajo, ya que en su caso uno de los niños nació enfermo.
“Trabajar con hombres no es tan fácil por su machismo, pero somos aguerridas y no nos dejamos, aprendemos rápido porque nos gusta el trabajo y el oficio. Nuestro sueño es trabajar siempre en esta empresa, pero si se nos presenta la oportunidad de tener nuestro propio negocio sería mucho mejor”.