Promover la sana convivencia, el entretenimiento y de paso sembrar la inquietud por la gastronomía pueden ser algunas ventajas de invitar a los peques a cocinar.
La chef Karla Castro enlista un sinfín de beneficios de interactuar con los chiquitines en la cocina, comenzando por agudizar los sentidos del olfato, tacto y gusto, y continuando con las experiencias sensoriales que recordarán en edad adulta.
“Incluir a los niños en la cocina es sinónimo de forjar buenos hábitos desde temprana edad, como la buena comunicación, el orden y la disciplina, que son indispensables para llevar cada paso de la receta a buen puerto. “Cuando les permites entrar a la cocina no solo les compartes recetas, sino que creas experiencias que serán gratas de recordar. Al estar frente a la cocina, se desarrollan todos los sentidos y especialmente el olfato, uno de los sentidos más ligados a la memoria”, argumenta la cocinera. Apoyando este último argumento, la periodista y sommelier Bianca Bosker en su libro “El vino” describe el papel tan importante que desempeñan la nariz y la lengua para desarrollar la memoria sensitiva.
“En 2005, en Italia, un grupo de científicos publicó el resultado de un estudio que realizó en colaboración con el neurólogo y profesor Richard Frackowiak.
Se demostró que las reacciones cerebrales para identificar sabores y aromas de los líquidos que probaron (entre los vinos tinto, blancos, dulces y soluciones azucaradas) están asociadas con procesos emocionales”, se lee en dicho título.
La chef Karla Castro enlista un sinfín de beneficios de interactuar con los chiquitines en la cocina, comenzando por agudizar los sentidos del olfato, tacto y gusto, y continuando con las experiencias sensoriales que recordarán en edad adulta.
“Incluir a los niños en la cocina es sinónimo de forjar buenos hábitos desde temprana edad, como la buena comunicación, el orden y la disciplina, que son indispensables para llevar cada paso de la receta a buen puerto. “Cuando les permites entrar a la cocina no solo les compartes recetas, sino que creas experiencias que serán gratas de recordar. Al estar frente a la cocina, se desarrollan todos los sentidos y especialmente el olfato, uno de los sentidos más ligados a la memoria”, argumenta la cocinera. Apoyando este último argumento, la periodista y sommelier Bianca Bosker en su libro “El vino” describe el papel tan importante que desempeñan la nariz y la lengua para desarrollar la memoria sensitiva.
“En 2005, en Italia, un grupo de científicos publicó el resultado de un estudio que realizó en colaboración con el neurólogo y profesor Richard Frackowiak.
Se demostró que las reacciones cerebrales para identificar sabores y aromas de los líquidos que probaron (entre los vinos tinto, blancos, dulces y soluciones azucaradas) están asociadas con procesos emocionales”, se lee en dicho título.