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Camden Town, la otra cara de Londres

  • 29 agosto 2015 /

Cuando todo es color, extravagancia y música sabe que ya camina en el barrio más alternativo de la capital inglesa.

Londres, Reino Unido.

Imposible equivocarse: cuando encuentras una calle angosta y bulliciosa bordeada por fachadas multicolores adornadas con modelos gigantescos de botas, aviones, sillas o
dragones, sabes que llegaste a Camden Town.

Este excéntrico barrio londinense, ubicado en una zona industrial del noreste de Londres, contrasta notablemente con la sobriedad que caracteriza al resto de la ciudad, y es por esto que se ha convertido en una bocanada de aire fresco para turistas y lugareños por igual.

Fue a partir de los 70 cuando se convirtió en el epicentro de la cultura alternativa de la ciudad. Con el paso de los años aparecieron también sus mercados callejeros, que han ampliado el atractivo de la zona a un público más variado.


Aunque aquel legado underground se ha diluido con los años, aún se conservan algunos recintos de culto, como la tienda de discos Resurrection Records y pubs como The Dublin Castle, donde tocaron en sus inicios bandas como Madness, Oasis, Blur y Travis.

Para llegar a Camden Town, el metro es la mejor alternativa. A menos de 50 metros de la estación homónima, subiendo por la calle Camden High, se encuentra el primero de sus célebres mercados: “The Camden Market”.

Entre los compradores hay personas de todas las edades y aspectos, desde jóvenes punks con peinados imposibles hasta parejas que pasean con sus hijos pequeños.

Una cuadra más adelante aparecen las estrambóticas fachadas adornadas con objetos gigantes que se han convertido en el rasgo distintivo del barrio: las botas de dos metros señalan una zapatería; sobre un estudio de tatuajes pende un enredado dragón; y una silla monumental indica la entrada a una mueblería.

Pero Camden Town también debe su fama a la abrumadora variedad gastronómica que presume en el mercado “Camden Lock”, donde a diario se pueden degustar platillos típicos de prácticamente todos los rincones del planeta.

No tiene mesas, solo una larguísima barra de madera que mira al canal Regent y que en lugar de sillas tiene hileras de asientos traseros de motocicletas, con llantas incluidas.

Sentado en una de esas peculiares motocicletas y comiendo un platillo de nombre impronunciable, resulta difícil concebir que este barrio es igual de londinense que la Plaza de Trafalgar o el flemático Big Ben, los cuales, por cierto, están a solamente cuatro kilómetros de distancia.