Desde que perdieron contacto con su tío en diciembre de 2024, Sara Ferrera lo buscó incansablemente. Al principio lo hacía con la esperanza de hallarlo con vida, pero con el tiempo, su búsqueda se transformó en un anhelo por encontrarlo, sin importar el desenlace.
Su historia es de perseverancia, amor, esperanza y fe, porque después de una incesante búsqueda lo halló. Don Julián Ferrera Colindres (de 75 años) al fin descansa en paz.
Sin saberlo, el destino le tenía reservada a Sara una misión que marcaría su existencia: buscar por todos los medios a "Julio", como su tío le pedía que lo llamara.
El relato de la familia es conmovedor. Según cuenta Sara, todo comenzó cuando los padres de su tío Julián fallecieron en 1993. El dolor por la pérdida de su padre en febrero y la de su madre en octubre de ese mismo año lo llevó a ahogar sus penas en el alcohol. Nada volvió a ser igual, asegura Sara, ya que desde entonces su tío empezó a beber más.
Don Julián nació el 30 de agosto de 1949. Vivió toda su vida en el barrio Medina, sector sureste de la capital industrial, lugar donde aprendió desde pequeño el oficio de zapatero, labor que supo ejercer con calidad y que le dio popularidad entre sus vecinos. Era un hombre de pocas palabras y poco sociable, según recuerdan sus parientes. Vivió siempre con sus padres y nunca formó familia propia.
Desde 2019, Julián cayó en las garras de la bebida hasta convertirse en indigente y alcohólico en la ciudad. Pese a los intentos de sus parientes de ayudarlo, él se negó.
No saber nada de su tío Julián Ferrera a finales de 2024 llevó a Sara y a su padre, Santos Edmundo Ferrera, a intentar localizarlo. Tras buscarlo durante meses por las calles donde solía deambular en el barrio Medina, la preocupación creció al no dar con él.
"Un día de abril de este año, a mi papá le dijeron vecinos en Medina que una ambulancia se lo había llevado al hospital Catarino Rivas. Cuando él me contó, yo me quedé con la espina de querer saber cómo estaba y qué había sido de él. Fue entonces que empecé a buscar información por todos lados", relató Sara.
Detalló que acudió al hospital, pero al dar el nombre de su tío nunca le proporcionaron información. Asimismo, revisó los informes de personas fallecidas en la morgue, pero tampoco figuraba. Y es que Julián ingresó como desconocido a la emergencia del centro asistencial sampedrano, ya que no portaba documentación y tampoco pudo hablar debido a su delicado estado de salud.
La mujer recordó que, siempre en abril, llegó junto a su padre a una pulpería del barrio Medina. La esperanza los invadió ese día, pues los dueños les contaron que ellos mismos habían llamado a la ambulancia para que se llevara a don Julián al hospital, debido a que estaba muy mal de salud y se encontraba tirado en la 5 avenida, entre la 10 y 11 calles.
"Ese día las personas me dijeron que el domingo 8 de diciembre se llevaron a mi tío al Mario Rivas. Con ese dato fui al hospital, pero como no manejaban el nombre, me dijeron que no podrían saber si era él. Fue cuando empecé a buscar por otros medios", explicó.
Nunca dejó de buscar a su tío
A pesar de tantos tropiezos, Sara no dejó de buscar a su tío. El amor por su familiar la impulsó a no desfallecer. Manifestó que uno de los tantos días que llegó al Mario Rivas, se encontró con la encargada de relaciones públicas del centro asistencial, quien, como si hubiera sido “enviada del cielo”, le ayudó a consultar los registros de pacientes.
“Como ya tenía la fecha de ingreso, empezamos a atar cabos. El reporte que ella logró encontrar en los archivos señalaba que, en efecto, un hombre mayor ingresó el ocho de diciembre en calidad de desconocido. Su condición era grave, pues presentaba úlceras en el cuerpo, a tal punto que lo tuvieron que intubar. Lamentablemente, también me informó que el 18 de ese mismo mes esa persona murió y fue enviada a los cuartos fríos de la morgue, ya que ningún familiar lo había reclamado”, relató.
Aun sin saber si se trataba efectivamente de su tío, la trabajadora del hospital le explicó a Sara que debía realizar otro procedimiento para reconocer el cuerpo.
“La sorpresa fue que, cuando intentamos hacer el reconocimiento, los encargados de la morgue me dijeron que el cuerpo no estaba ahí, sino en el laboratorio de la universidad, en el hospital Mario Rivas, ya que había sido donado para prácticas de los estudiantes de Medicina. La verdad es que todos se asombraban de que anduviéramos buscando a mi tío después de seis meses de muerto y que no tuviéramos respuesta de su paradero”, contó.
Sara logró dar con el cuerpo justo antes de que estudiantes de la Facultad de Medicina de una universidad sampedrana lo utilizaran.
El cadáver había sido donado a la universidad por el Ministerio Público, proceso que se realiza con las personas fallecidas que permanecen sin ser reclamadas en la morgue durante más de tres meses, al estar en calidad de desconocidas.
“Afortunadamente, el encargado de la morgue me dijo que el cuerpo no había sido tocado, ya que no había calificado para el estudio que los estudiantes necesitaban hacer en ese momento; había seis cuerpos más. Me dijo que teníamos suerte de hallarlo y más que permaneciera en buenas condiciones, ya que la preparación a la que someten los cadáveres donados a la universidad los preserva hasta por cuatro años”, relató Sara.
Tras un primer reconocimiento, en el cual en la morgue les mostraron una foto de su tío, el alivio invadió a la familia Ferrera y les dio consuelo tras tanto tiempo de incertidumbre.
Hallar a su tío sin vida le ha dolido en el alma, pero Sara asegura que la satisfacción de por fin ver descansar sus restos junto a la tumba de sus abuelos compensa todo tipo de pesar.
Considera como un "acto divino" el haberlo encontrado. Siente que de alguna manera el espíritu de su pariente buscaba y anhelaba desde el más allá que dieran con él para finalmente descansar en paz.
Sara contó que el viernes 20 de junio, su hermano fue el encargado de realizar el reconocimiento oficial de don Julián en el laboratorio universitario del Mario Rivas. Tras ese proceso, debieron esperar varios días más para que las autoridades de Medicina Forense trasladaran el cuerpo nuevamente a la morgue y elaboraran el informe que certificara que la familia lo había identificado.
La mañana del miércoles 2 de julio, Sara y su familia finalmente recibieron el cuerpo de Julián Ferrera Colindres. Lo llevaron directamente a la iglesia San José, en el barrio Medina, para que el sacerdote le diera la bendición.
Posteriormente, el pequeño grupo familiar se dirigió, alrededor de las 11:30 de la mañana, hacia el Cementerio General San Pedro Apóstol, ubicado en la 11 calle del barrio Paz Barahona, zona suroeste de San Pedro Sula, para darle sepultura.
Entre lágrimas, Sara dijo: "Me siento satisfecha porque cumplí con la misión de encontrarlo. No me imaginé poder lograrlo, pero insistí y logré dar con él. Mi tío sufrió por su enfermedad de alcoholismo, pero ahora ya no está sufriendo y descansa en paz. Yo sé que está feliz de saber que está con sus papás. Dios hizo que todo encajara. La inquietud en mi corazón siempre estuvo y sabía que, al ser mi familiar, no lo podía dejar".
Aunque no quiso expresar palabras, Santos Edmundo Ferrera acompañó a su hermano Julián en el último viaje hacia el cementerio. Con el rostro desencajado, mostraba frente a su tumba el dolor de saber que nunca más volvería a ver al último hermano que le quedaba con vida.