La boda del siglo XX, así ha pasado a la historia el enlace de Carlos de Inglaterra, Príncipe de Gales, con Diana Frances Spence que tuvo lugar el 29 de julio de 1981 en la Catedral de St. Paul.
Carlos tenía 32 años, Diana tenía 20. Los jóvenes habían estado saliendo juntos durante medio año antes de que el príncipe se declarara y le propusiera matrimonio el 3 de febrero de 1981 en una cena para dos en el palacio de Buckingham. Se enteró de que su novia planeaba unas vacaciones para la semana siguiente y esperaba que en ese tiempo considerara su respuesta. El arzobispo de Caterbury y otros 25 clérigos, algunos de otras denominaciones, oficiaron el servicio tradicional de la Iglesia anglicana.
El príncipe Carlos junto a Diana de Gales.
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Dos millones de admiradores de los Windsor y de la futura princesa se agolparon a lo largo del trayecto de cinco kilómetros entre Buckingham y el templo. Un itinerario que contó asimismo con 4.000 policías y 2.200 oficiales militares para controlar el desbordado entusiamo de la abigarrada multitud al paso de la comitiva nupcial por la plaza palaciega, el paseo de Mall, la plaza de Trafalgar, Flett Street y la plaza de la catedral. Lady Diana llegó desde Clarence House a la catedral en una carroza de cristal, que fue realizada en 1910 y comprada por el rey Jorge V para su coronación, acompañada por cinco policías militares montados, ya que el coche resultaba demasiado pequeño para trasladar cómodamente al padre de la novia y a ella con su vestido y su larga cola.
Una novia hermosa. Blanca y radiante fue Diana Spencer al encuentro de su futuro esposo. Eligió para su gran día un traje nupcial de estilo romántico. El suntuoso vestido de novia de color marfil, de inmensas mangas farol, escote con volantes, falda abullonada y cola de 25 metros, cautivó y fue imitado desde entonces por infinidad de novias dentro y fuera de las fronteras de Reino Unido. Lady Diana confió en la aguja de los diseñadores Elizabeth y David Emmanuel que bordaron a mano con lentejuelas y 10.000 perlas este histórico vestido de tafetán de seda.
Bella y radiante.
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Los novios compartieron con sus invitados.
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Tras la ceremonia religiosa, los recién casados se dirigieron en un landó con postillones, fabricado en 1902 para el rey Eduardo VII, y tirado por cuatro caballos tordos, al palacio de Buckingham para celebrar un pequeño banquete para 120 invitados. Antes de iniciar el convite se asomaron al balcón de palacio y complacieron a la multitud con un romántico beso. El beso de un Heredero al trono y de una tímida e ingenua muchacha que parecía destinada a ser a su lado la futura Reina de Inglaterra. Aquel dulce día concluyó como es tradición con gran pastel de boda y baile. La tarta fue confeccionada por la Escuela de Cocina de la Marina Real, en HMS Pembroke, Chatham. Tenía cinco pisos, medía metro y medio de altura y pesaba unos cien kilos. Tanto la masa como el relleno, mazapán, helado, guindas, mantequilla, azúcar marrón, huevos, almendras especias, harina, limón, naranja, brandy y ron, estuvieron en maceración desde el mes de mayo anterior al banquete en diferentes licores y aguardientes y su preparación comenzó 14 semanas antes. El último piso estaba coronado por una cascada de orquídeas blancas, lilas del campo y fucsias símbolos del amor puro, incondicional y eterno. Pero la realidad de su matrimonio no fue un camino de flores.
Una de las bodas más importantes para la casa real.
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Una foto para recordar.
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