Bajo la tormenta, las descargas eléctricas cegaban momentáneamente a la señora Doris y a su hija Antonia, que bajaban por una pequeña colina para llegar a la ciudad de Siguatepeque.
Una descarga eléctrica se produjo cuando madre e hija pasaban por un campo de pelota y trataban de refugiarse en una vieja caseta de madera cubierta con techo de lámina. La pequeña fue lanzada con fuerza a unos cinco metros de distancia y doña Doris se desmayó. Varios campesinos que también bajaban por la colina vieron lo sucedido y corrieron para ayudar a las víctimas del rayo. Las mujeres fueron llevadas a una casa cercana, donde habitaba Lorenzo, un señor que tenía fama por su conocimiento de las plantas medicinales.
—Qué suerte — dijo el anciano — que la corriente no las agarró de lleno. Si no, estuvieran muertas. Solo fueron sacudidas por la energía. Pronto se van a recuperar. Esta noche la pasarán en mi casa.
La noticia corrió como el viento en la ciudad y todos decían que las mujeres alcanzadas por el rayo estaban vivas por un milagro. Antonia tenía ocho años. Era la consentida de la familia y después de lo sucedido era aún más apreciada. Había recibido algunos raspones y nada más. Una mañana le dijo a la mamá:
—Fíjese que se va a partir la carretera y los carros no van a poder pasar.
Doña Doris sonrió.
—Pues vale más que no tenemos carro, hijita.
Al mediodía anunciaron por la radio que se había producido el hundimiento en la carretera en la ruta a San Pedro Sula debido a los torrenciales aguaceros. Doña Doris, que escuchaba la radio en la cocina, recordó lo que la niña había dicho. Al día siguiente, Antonia le dijo a doña Doris:
—Mamá, fijate que se va a morir don Guillermo. Lo va a atropellar un carro.
Esta vez, la señora le puso atención y no dijo nada. En la tarde, una hermana de la doña le llevó la noticia.
—Doris, no ves que a don Memo, aquel señor que vende lotería, lo atropelló un taxi mientras vendía en la carretera. Acaba de morirse, según me dijo una hermana de él.
Doña Doris le contó los presentimientos de la niña y le pusieron atención. Doña Melba, la tía de Antonia, la llamó para platicar con ella.
—¿Cómo supiste lo de la carretera y lo de la muerte de don Guillermo?
La niña se encogió de hombros y dijo:
—No lo sé, solo lo vi.
A partir de aquel momento, las visiones de Antonia fueron espectaculares. Las pocas personas que se daban cuenta de sus poderes decían que el rayo le había dado aquel don. Una mañana amaneció triste y la mamá al verla le preguntó:
—¿Qué le pasa a la niña, por qué te veo triste, Toñita?
La pequeña se enjugó las lágrimas y contestó:
—Mi tía Melba se va a morir el jueves.
Doña Doris fue adonde su hermana y le contó lo de la niña.
—Pero si estoy sana, no padezco de nada. Estoy bien. Mi sobrinita está viendo cosas que no son. No te preocupes. En la noche llegaron a avisarle a doña Doris que su hermana se había deslizado en el piso y había perdido la vida al golpearse la cabeza en el suelo. Cuando la niña se enteró de lo sucedido dejó de hablar de sus visiones.
Pasaron los años hasta que cumplió 17.
—Hay que protegernos, mamá. Viene un espantoso huracán que causará estragos en el país.
La joven vidente alertó a sus amistades y familiares para que tomaran precauciones y dos meses después llegó a nuestro país el huracán Mitch. Ha tenido otras visiones, como la de la muerte de un hombre muy importante en Honduras, pronosticó la muerte de Hugo Chávez y la de Fidel Castro, habló de un terremoto que sacudirá a Honduras, terribles desgracias en Nicaragua y El Salvador, inundaciones en diferentes lugares de nuestro país y serios problemas en el terreno político.
La joven es una señora casada y hemos cambiado su nombre. Vive en Estados Unidos, donde contrajo matrimonio y tiene dos hijos. Su madre, doña Doris, nombre también supuesto, se trasladó a vivir con su hija y sus nietas.
Doña Doris nos contó esta historia después de leernos en Internet.
—Ha habido cosas asombrosas que mi hija predijo, entre ellas que Honduras tendrá un repunte en su economía y servirá de ejemplo a los países vecinos.
Ella había hablado desde niña de que una ola de violencia sin precedentes se desataría en nuestro país. Es lo que se está viviendo allá.
Esta historia me recuerda a una vidente que usaba el nombre de Cándida Rosa para enviarme sus predicciones al programa radial Cuentos y leyendas de Honduras. Todas se cumplieron y las fui detallando en mis narraciones. Existen personas con el don especial de ver el pasado y el futuro.
La Policía en Estados Unidos e Inglaterra utiliza los servicios de videntes cuando se le presenta un caso difícil de resolver.