En el poema Tegucigalpa, publicado en su primer libro (Caligramas, 1959) dejó constancia de su percepción de la capital hondureña: Vivo en un paisaje/ donde el tiempo no existe/ y el oro es manso./ Aquí siempre se es triste sin saberlo...
Su nombre ganó fama cuando en 1968 ganó el Premio Adonáis de Poesía (España), por su libro Los pobres (1969), en el cual brilla con gran esplendor la vena social que caracterizó su trabajo. También contiene uno de los poemas donde denuncia el deterioro de la justicia hondureña: Entré/ a la Casa de la Justicia/ de mi país/ y comprobé/ que es un templo/ de encantadores de serpientes (La casa de la justicia).
Fue el primer latinoamericano en obtener ese preciado galardón. Tres años después, en 1971, obtuvo el Premio Casa de las Américas por su poemario Un mundo para todos dividido.
De su libro Secreto Militar (1985), aparecido en la década de la Doctrina de Seguridad Nacional, se recuerdan los versos que, como una radiografía, describen la historia de su patria: “La Historia de Honduras se puede escribir en un fusil, sobre un balazo, o mejor, dentro de una gota de sangre”. De este libro, el poeta dijo que era la “categórica respuesta socioética a los actos de lesa humanidad de la hidra política nacional e internacional”.
En 1990, el gobierno de Francia lo distinguió con el grado de Caballero en la Orden de las Artes y las Letras. Pero su obra no solo abordó lo social, testimonial y político, también el tema amoroso está presente en libros como Mar interior (1967) o Máscara suelta (1994).
El poeta, nacido el 30 de abril de 1930, se casó con María Lidia Ortiz, con quien vivió hasta el final de sus días.