16/05/2025
04:10 AM

Ubícate en tu centro

No hay realidad que se mueva sin un centro sobre el que gire, desde la llanta de una bicicleta hasta el Sistema Solar, un sistema filosófico con una matriz de pensamientos o un movimiento político con una definida doctrina, al igual que un país con su Constitución nacional. Todo lo que existe tiene un centro que sostiene su engranaje y que hace que haya un equilibrio mientras gira sobre sí y avanza. El movimiento de los átomos con sus electrones y protones es un ejemplo claro de lo que digo, así como un sismo con su epicentro o el ojo de un huracán. Pues usted igual, tiene un centro vital, un núcleo personal, una casa interior, una conciencia que no se apaga, un 'yo superior', un ser misterioso permanente, una puerta de entrada a lo trascendente, un testigo fiel y observador imparcial, un lugar sagrado donde se es templo de Dios, un ancla que nos mantiene conectados con la Vida Absoluta. A eso lo llamamos el alma. Y este misterio interior define su identidad y le hace ser persona, siendo mucho más profundo esto que cualquiera de los roles que usted desempeñe en la vida. Cuando uno descansa todo su ser en el papel de político, maestra, empresario, doctora o abogado sucumbe ante las crisis, porque uno es mucho más que cualquier rol que desempeña en la vida.

    No hay realidad que se mueva sin un centro sobre el que gire, desde la llanta de una bicicleta hasta el Sistema Solar, un sistema filosófico con una matriz de pensamientos o un movimiento político con una definida doctrina, al igual que un país con su Constitución nacional. Todo lo que existe tiene un centro que sostiene su engranaje y que hace que haya un equilibrio mientras gira sobre sí y avanza. El movimiento de los átomos con sus electrones y protones es un ejemplo claro de lo que digo, así como un sismo con su epicentro o el ojo de un huracán. Pues usted igual, tiene un centro vital, un núcleo personal, una casa interior, una conciencia que no se apaga, un 'yo superior', un ser misterioso permanente, una puerta de entrada a lo trascendente, un testigo fiel y observador imparcial, un lugar sagrado donde se es templo de Dios, un ancla que nos mantiene conectados con la Vida Absoluta. A eso lo llamamos el alma. Y este misterio interior define su identidad y le hace ser persona, siendo mucho más profundo esto que cualquiera de los roles que usted desempeñe en la vida. Cuando uno descansa todo su ser en el papel de político, maestra, empresario, doctora o abogado sucumbe ante las crisis, porque uno es mucho más que cualquier rol que desempeña en la vida.

    Debemos mantenernos lo más posible en ese centro, concentrados en nuestra realidad íntima, en lo que constituye nuestro ser primordial. La desgracia nuestra, la de la humanidad, es olvidarse de que tenemos un 'yo' íntimo, superior, espiritual, trascendente, original, único, lugar de lo sagrado, donde reside nuestra más profunda identidad. De hecho estamos como diluidos, alienados, distraídos, absortos en lo circunstancial, en lo que es la periferia de la vida, como inmersos en un circo mental donde aparecen miles de fenómenos que nos mantienen atentos a lo que nos arrebata la paz, la armonía, y nos quita la auténtica ubicación en el proceso histórico de superación personal y universal que aspira a un encuentro cada vez más profundo con El Eterno. Nos olvidamos que somos un 'yo soy' que se sustenta en el 'Yo soy el que soy'.

    Quiero que contemple su misterio personal: eres un espíritu encarnado, fundamentado en un milagro de amor divino, con una interioridad que descansa en el Autor de nuestro ser, por lo cual su tarea espiritual es ilimitada en su quehacer. Me explico: aunque somos seres creados, limitados en el espacio y en el tiempo, al comunicarnos por medio de nuestra alma con lo trascendente entramos en el mundo de lo ilimitado, de lo infinito por el Ser que nos sostiene; vamos creciendo interiormente. Entramos en una dimensión espiritual en la cual avanzamos en meditación y contemplación y caminamos por un sendero de luz y oscuridad, gozo y sequedad, alegría y dolor, destellos de eternidad y realidad terrena, conectando con lo que permanece, con el Dios Santo y Eterno. En la medida en que así lo hagamos, gracias a la revelación divina manifestada por Cristo Jesús, tomamos conciencia de que somos hijos del Padre y que nuestra vocación es estar con Él cada vez de manera más plena.

    Quiero que sepa que su interioridad es extremadamente rica porque descansa en quien es Sabiduría y Amor infinito. El mundo nos arrebata el derecho a estar con Dios y nos lanza a vivir confinados en una oscura caverna donde solo estamos 'viendo cuatro centímetros de la realidad' usando nuestros sentidos para sobrevivir, chocando unos con otros, golpeándonos, peleando espacios físicos, aliándonos para combatir a otros, sin darnos cuenta de que hay un mundo nuevo, iluminado, con aire pleno, allá afuera, allá arriba, por encima de esto, donde hay libertad, dominio de sí, trascendencia, alegría, plenitud. Es el mundo del espíritu, donde de muchas maneras, dependiendo de la escuela de espiritualidad a la que pertenezca, puede conectarse con Dios.

    En nuestra iglesia tenemos caminos diversos contemplativos donde benedictinos, franciscanos, jesuitas, neocatecúmenos, carismáticos y otros, siguiendo a sus fundadores, proponen senderos diversos, pero complementarios. Es cuestión de escoger. Últimamente corrientes frescas de espiritualidad oriental e indígena latinoamericana enriquecen los aportes de San Juan de la Cruz y de Teresa de Ávila, para citar algunos de nuestros místicos, y nos hacen ver que Dios se manifiesta en todas las culturas, aunque nosotros gracias a Cristo Jesús tenemos la verdad completa. Reconozca, pues, que es algo más que un cuerpo, pensamientos, dinero o un puesto, es un ser espiritual que encarnado en lo terreno busca al que es su origen, Dios nuestro Señor, con quien superaremos cualquier adversidad, porque con Él somos invencibles.