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Veremos...

  • 23 agosto 2019 /

Hablar de elecciones es dirigir, con prioridad, la vista a los candidatos, impecables para sus seguidores e incapaces para los contrincantes.

    Se va encarrilando la integración de los nuevos organismos en el ámbito electoral con la creación del Consejo Nacional Electoral y el Tribunal de Justicia Electoral, aunque, para evitar lo evitable y sumamente desagradable y perjudicial, el terreno está listo y en lo dicho no hay desacuerdo en los partidos, de manera que nombrar una comisión para la elección de candidatos es solo burocracia, pues al momento de la votación en el Congreso la fórmula está pactada: “tú por mí y yo por ti”.

    Si el nacimiento es político, las actuaciones y el desarrollo debieran ser apegados a derecho, con total, real y eficiente autonomía, de manera que aunque sea ampliamente conocida la identificación partidaria, las decisiones en los organismos fueran apegadas a ley y no a sugerencias u órdenes del mandamás. Si las deficiencias o “pecados” en el ámbito electoral tienen nombre y apellido, veremos si seguimos en lo mismo o parecido, sin cambio que se inicie arriba para recuperar la credibilidad en quienes llegan al poder, en quienes prometen el diálogo, la unidad y el entendimiento y en quienes se autoproclaman solución de los grandes y graves problemas nacionales.

    Hablar de elecciones es dirigir, con prioridad, la vista a los candidatos, impecables para sus seguidores e incapaces para los contrincantes. Ya tras el telón se agita el proceloso mar de los recursos, el poderoso don dinero, necesario para la campaña, sobre el que hay enfocar muy detenidamente la transparencia. No más pasado, pero hay otro mundo, miniuniverso, sobre el que recae el protagonismo que pasará después en la jornada electoral al escrutinio y la declaración final. Nos referimos al Registro Nacional de las Personas, en el que se teje una inmensa y casi impenetrable red de activistas que da como resultado múltiples denuncias de irregularidades en el censo que por ley debe proporcionar el RNP al organismo electoral, traslados sorpresas, a veces masivos, y la repetitiva acusación, “los muertos votan”.

    Tres consejeros, tres magistrados y tres comisionados asumirán la responsabilidad, ojalá la cumplan, de fortalecer la institucionalidad, de disminuir la confrontación y, sobre todo, eliminar definitivamente el “estilo Honduras” en el mundo electoral. Descomunal el desafío, pero necesario para, por lo menos, sobrevivir y evitar el naufragio, en que los botes serán para los mismos, muy pocos; los demás, mayoría, al fondo. El pasado inmediato proporciona escasas expectativas, pero las esperanzas no se pierden porque “amanece y veremos”.