“A veces a los hechos dolorosos, tristes, les ponemos adjetivos fuertes, pero es que ocho niños asesinados en un mes no tiene calificativo, ni hay lágrimas para llorarlo ni gritos para protestar”, es el sentimiento del obispo Ángel Garachana, cuya palabras reflejan el pensar de los hondureños expresado masivamente en los espacios de LA PRENSA en los que la indignación, el coraje y hasta atisbos de venganza es el clamor contra la impunidad.
“Me preocupa que no veo una reacción proporcional de las diversas instituciones ante este hecho, son niños. ¿Quién puede tener un corazón tan deteriorado como para llegar a esta situación?”. La repuesta a la interrogante del prelado es lo que exige la sociedad y aunque ya ha habido expresiones, todas ellas arropadas con el supuesto, en el escudo de la impunidad se esconden los responsables y chocan la tristeza y el dolor de los familiares.
“Yo creo que es por miedo; la población yo creo que dice ‘nuevos asesinatos, seguimos con la misma indefensión’ y no se le ve salida a esta situación tan dramática. ¿Cuáles son las causas que están detrás de esos asesinatos?”, exige una respuesta que no debe limitarse ni a teoría, ni a academicismo ni a generalización, sino llegar a la raíz del problema por profunda que esté, pues, de lo contrario, seguiremos con lo mismo, atacando efectos. El agobio de lo inmediato y las presiones de la sociedad que percibe haber llegado al límite enfoca la acción a resultados inmediatos, necesarios, que exigen también una visión a más largo plazo.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) ha alertado sobre el ambiente de indefensión en que se encuentran los niños en zonas de las ciudades que se hallan en manos de la delincuencia y la criminalidad. “Uno de los grandes problemas que se están dando en las ciudades es que los grupos del crimen organizado viven en la comunidad y el que está de acuerdo con esto se beneficia de un negocio totalmente inaceptable y el que no está de acuerdo al final tiene que estarlo por temor de ser asesinado y lo mismo está pasando en algunos casos de los niños, que son incorporados a estas bandas”, señala Héctor Espinal, oficial de información del organismo internacional. La exhortación de otros tiempos, tengan confianza, vamos por buen camino, ha perdido toda su significación, puesto que la resolución efectiva de los casos con la participación efectiva de los operadores de justicia es una utopía que se enreda en la primera etapa, recolección de evidencias, en la labor de investigación o en el paso final, condicionado por los anteriores, decisión del tribunal. Todo ello alimenta continuamente la gran bestia, la impunidad.
No más asesinatos de niños y para ello es necesario la acción común, solidaria y coordinada del Estado, pero también de la sociedad, de la comunidad, de la familia y de los medios.