26/04/2024
12:01 AM

Múltiples vulnerabilidades

    El que nuestra costa norte en especial esté experimentando una reducción significativa en las áreas dedicadas al cultivo del banano en un 60%, evidencia que no solo padecemos de vulnerabilidades en lo climático: huracanes, inundaciones, sequías, erosiones, sino también en la seguridad alimentaria, al punto que tras haber sido un fuerte exportador del “oro verde” hoy debemos importarlo de la vecina Guatemala.

    No existe un equilibrio entre la agricultura para la exportación y la destinada al consumo interno de nuestros compatriotas, por lo que debemos comprar en el exterior granos básicos, particularmente arroz, también, en épocas de cosechas deficientes, frijoles y maíz, frutas, incluso flores.

    Así, la fuga de divisas, cada vez más escasas, no quedan en el país, y nuestra balanza comercial cada vez es más deficitaria.

    Un conjunto de factores contribuyen a tal condición: el agotamiento de los suelos por no dejarlos temporalmente en descanso y rotar los cultivos; el impacto de plagas y enfermedades, desde la sigatoka hasta aquellas debidas a roedores e insectos.

    El uso y abuso de abonos químicos, importados, constituye otra fuente de éxodo de dólares y euros, cuando contamos con nutrientes propios de tipo orgánico.

    Deben estimularse los huertos familiares, a efecto de que aquellas familias que disponen de tierra, siembren hortalizas y frutas para ser autosuficientes en su dieta diaria.

    Igualmente, el almacenamiento de aguas lluvias, para contar con reservas pluviales, especialmente en este año que será de severa sequía debido al escaso nivel de precipitaciones, lo que pondrá en precario tanto los cultivos como el abastecimiento del vital líquido para hidratarnos y la dieta alimentaria.

    La construcción de nuevas represas en distintos puntos de nuestra geografía va para largo, lo que limita tanto para el control de inundaciones como de reservorios para la producción de energía eléctrica, otra de las vulnerabilidades que nos afecta en la industria, el comercio y los hogares.

    Las tierras agrícolas del valle de Sula, las más fértiles del país, deben destinarse para ese fin, no para la ganadería, tampoco para la construcción de viviendas y edificios: se impone entonces la construcción vertical, no horizontal.

    El agotamiento de los suelos agrícolas debe revertirse mediante la utilización de abonos orgánicos contentivos de nutrientes no químicos, que por tanto, no son perjudiciales ni para los cultivos ni para la salud.